Chereads / SERIE FITZWILLIAM DARCY, UN CABALLERO / Chapter 117 - Capítulo 117.- Juego peligroso I

Chapter 117 - Capítulo 117.- Juego peligroso I

Cuando Darcy cruzó las puertas del comedor, que le abrieron con diligencia unos lacayos vestidos con uniforme de satén, los criados estaban en el proceso de retirar el segundo plato de la larga mesa alrededor de la cual estaban sentados los huéspedes de Sayre. La enorme mesa le pareció a Darcy tan larga y ancha como el puente levadizo por el que habían entrado en el castillo su carruaje y los caballos que lo tiraban. La superficie de la mesa relucía gracias a haberla frotado durante muchos años con cera, y el brillo reflejaba la luz de los pesados candelabros de brazos situados a intervalos regulares sobre ella.

El grupo allí reunido brillaba tanto como las llamas de los candelabros. Darcy contó rápidamente siete damas y un número igual de caballeros, incluido él, antes de presentarle sus respetos a Sayre. Los caballeros se levantaron para darle la bienvenida, mientras Sayre saludó su aparición con una demostración del auténtico buen humor por el cual era conocido cuando todos estaban en Cambridge.

—Tu puesto está allí, mi querido amigo, justo al lado de Bev, ahí. —Sayre señaló a su hermano menor, el honorable Beverley Trenholme—. Ya terminamos con los platos ligeros y estamos a punto de atacar lo que de verdad viene uno a buscar a la mesa. —Sayre le hizo un guiño a Darcy, pero lady Sayre lo reprendió enseguida.

—Caramba, milord, pensé que lo que un hombre venía a buscar a la mesa era la compañía de las damas. —Lady Sayre frunció los labios hasta hacer un perfecto puchero, mientras miraba a las otras mujeres del grupo—. Queridas, lamento comunicaros que hemos sido derrotadas por un trozo de lomo de ternera. —Las protestas de los caballeros se mezclaron con las risas de las damas, mientras Darcy avanzaba hacia su sitio. Cuando llegó a su puesto, descubrió con sorpresa entre los huéspedes a la prometida de su primo D'Arcy, lady Felicia, y a sus padres, el marqués y lady Chelmsford.

—Darcy —dijo el marqués de Chelmsford asintiendo, mientras el caballero se sentaba—, no sabía que usted había sido compañero de Sayre.

—Iba dos años atrás, su señoría —respondió Darcy, abriendo su servilleta para colocarla sobre las piernas. Chelmsford se limitó a carraspear al oír la respuesta, gesto que su hija cubrió delicadamente con una encantadora sonrisa dirigida a Darcy.

—Papá es primo segundo de lord Sayre, señor Darcy. —Lady Felicia posó delicadamente sus ojos azules sobre él—. Su señoría ha invitado a papá muchas veces, pero sólo esta última invitación llegó en un momento conveniente. Pero supongo, señor, que usted ha sido muy a menudo huésped de esta maravillosa mansión.

—No, milady, ésta es mi primera visita. —Al ver la mirada de sorpresa de lady Felicia, Darcy agregó—: Como en el caso de su familia, ésta es la primera vez que he podido aceptar la invitación. —El «Ah…» que lady Felicia pronunció en respuesta a aquella palabras estuvo acompañado de una mirada que sugería que ella entendía perfectamente las obligaciones de Darcy, y de la más dulce de las sonrisas, lo cual hizo que el caballero recordara de repente las numerosas veces en que habían bailado juntos. Una sensación de calidez muy agradable se apoderó de él.

—¿Conoce usted al resto de los caballeros? —preguntó lady Felicia.

Darcy miró alrededor de la mesa.

—Sí, todos los demás son de Cambridge. Conozco a Sayre desde Eton, y a su hermano, que iba un año detrás de mí. Lord Manning —dijo señalando al caballero que estaba dos puestos más allá— estaba en el mismo curso de Sayre; el señor Arthur Poole es un ano menor que ellos; y el vizconde Monmouth estaba en mi curso, un año antes. Pero de las damas sólo la conozco a usted y a lady Chelmsford. —Darcy sonrió, invitando a lady Felicia a instruirlo.

—Bueno, no estoy totalmente segura de que deba presentárselas —dijo ella con elegante coquetería—, porque así usted tendrá la libertad de sacarlas a bailar tarde o temprano. —Era evidente que lady Felicia recordaba sus bailes tan bien como él.

—Como usted diga —respondió Darcy. Lady Felicia recompensó la discreción de Darcy con una risita y se giró para señalar a la dama que estaba justo frente a Darcy, al otro lado de la enorme mesa.

—Ésa es la hermana viuda de mi madre, lady Beatrice Farnsworth. Su hija, mi prima, la señorita Judith Farnsworth, está sentada al lado del señor Poole. —Lady Felicia señaló a la joven de rizos castaños peinados à la grec—. Ahora, debe usted saber que lady Sayre es hermana de lord Manning. Pero es posible que no sepa que ellos tienen una hermana menor, la honorable señorita Arabella Avery, que está sentada junto a lord Monmouth. —Darcy asintió con la cabeza al localizar a la dama que, al notar su mirada, se sonrojó y clavó los ojos en el plato.

—En el otro extremo sólo queda lady Sylvanie Trenholme, la hermana de Sayre. —Los ojos de Darcy siguieron la elegante mano de lady Felicia hasta contemplar el rostro de una mujer que sólo podría describir como una princesa de las hadas, cuyo cabello negro y ojos grises establecían un perfecto contraste con la diosa dorada que él tenía a su lado.

—No sabía que Sayre tuviese una hermana —confesó Darcy con sorpresa, al tiempo que lady Felicia se volvía hacia él, tapándole totalmente la vista.

—Lo mismo que la mayoría de nosotros —respondió—. Ella es la hija de la segunda esposa del padre de Sayre y acaba de regresar del colegio y de una larga visita a los parientes de su madre en Irlanda, para venir a vivir al castillo de Norwycke. Aunque ya ha traspasado la edad acostumbrada, Sayre pretende presentarla en la corte durante esta temporada. A mí me parece muy simpática. —Lady Felicia bajó la mirada, mientras extendía la mano para tomar su copa de vino.

—¿Cómo es eso, milady? —Darcy la miró con curiosidad. La lady Felicia que él conocía no era una persona a la que le preocuparan mucho los problemas de las otras jóvenes. Tal vez el compromiso con su primo había disminuido sus sentimientos de rivalidad.

—Se dice que Sayre quiere deshacerse de ella lo más pronto posible. Los dos hermanos no querían nada a su madrastra. —Lady Felicia soltó un delicado suspiro.

—¡Darcy! —retumbó la voz de Monmouth a través de la mesa—. ¿Es cierto lo que dice Sayre?

—¿Y qué dice, Tris? —Darcy desvió su atención de lady Felicia y le dirigió una sonrisa a su antiguo compañero.

Tristram Penniston, vizconde Monmouth, apoyó los codos sobre la mesa, frente a él.

—¡Que el viejo George se ha alistado en un regimiento en algún lado! No lo creo, no creo ni una palabra.

La sonrisa de Darcy desapareció de su rostro.

—Me temo que tienes que creerlo. Es cierto. —Un grito de triunfo proveniente de Sayre lo hizo añadir—: ¡Espero que no hayas apostado a lo contrario!

—¡Sí, lo ha hecho! —intervino Manning—. Traté de disuadirlo, recordándole la última vez que había apostado dinero por Wickham, pero ¿crees que me ha hecho caso?

—¿A qué regimiento se ha unido, Darcy? —preguntó Poole. Hizo un gesto con el tenedor hacia su anfitrión—. ¡Sayre jura que debe ser un vistoso regimiento acuartelado en Londres sólo para George!

Darcy negó con la cabeza y frunció el ceño:

—No, es el regimiento número…, bajo las órdenes del coronel Forster, acuartelado en Hertfordshire.

—Nunca pensé que Wickham tuviera madera de soldado —dijo Monmouth, suspirando—. No tiene estómago para ese tipo de vida. Pensé que se inclinaría por el derecho. Veinte, ¿no es así, Sayre?

Darcy hizo una mueca.

—Lo intentó, pero descubrió que no le gustaba.

—¿Quién no preferiría el rojo y el dorado al negro y una estúpida peluca? —comentó Trenholme—. Wickham sabe, como cualquier hombre, que a las damas les fascinan los uniformes. ¿No es así, señorita Avery? —preguntó con tono de burla.