Pareciera que mi deseo de venganza fuera órdenes para él. Sonrió y mostró sus dientes afilados. No sé por qué, pero me acerqué y le di un leve beso en su dentadura.
Cuando él vuelve a verme, mis mejillas se habían teñido de un rosa pálido.
Deja de reírse y acaricia mi pómulo con sus nudillos. Rodeé su cuello con mis brazos y lo seguí mirando. Le sonreí antes de pegar su frente con la mía. Le lancé mi aliento y me acerqué a él un poquito más, hasta que nuestros labios se tocaron.
Aunque sabía que debería volver con el tío Jekill, no quería estar separada de él. Se había metido tan adentro mío, que sentí como un hilo estuviera atándonos.
Él me acompañó como todo un caballero que no es. Pero en vez de llevarme a la casa de Jekill, me lleva a lo que parecía ser su casa.
Me abre la puerta, pasó primera y veo algo que me llenó mis sentidos. Era sencilla, precaíca y muy agradable. Cálida, perfecta.
Pase mis manos por las paredes desnudas de piedra. Maravillada de eso.
Di la media vuelta y sus ojos estaban mirándome, no me dejaba leer su sentimiento. No sabía si mi reacción lo había hecho feliz.
Me acerqué como una leona se acerca al león, mis zapatos tocaban la punta de los suyos.
Mis ojos dejaron de contraerse y se relajaron. No me sentí indefensa, no sentí que él era una amenaza.
Toque su rostro y toque sus marcas. Eran profundas y ví que se avergonzaba de ellas.
Me paré en media punta de pie y besé con una dulzura innata todas esas líneas que me atraían como un imán.
Me rodea con sus brazos y me agarra de su cuello. Me sube a su altura y sonreí como una niña pequeña.
-- Mío-- fue lo único que pronuncié antes de robar su aliento con mi boca.
Él me llevo de esta manera hasta su cama.
Me deposita cuidadosamente en el borde. Luego empieza a desnudarse. Lo paré y yo empecé a sacarle sus ropas, acariciaba con la yema de mis dedos y besaba suavemente la piel expuesta.
Él me detuvo y yo solo tenía deseos de él.
Sin darme cuenta, comencé a vivir con él y casi todas las noches dormíamos desnudos para seguir nuestras exploraciones en ambos cuerpos. Lo único malo era que estaba haciéndome adicta a él.
Una vez él estaba tardando en volver, por lo que salí a ver qué pasaba.
Lo encontré amarrado y apuntó de ser torturado.
Mis ojos se contrajeron y el deseo de ver sangre se dió a conocer. Me acerqué hacia ellos cautelosamente y uno me vió, se acercó a mí y le clave el puñal dentro del abdomen. Vi como la sangre brotaba como un mar y no sé por qué quería tomarla.
Le saque el arma y empecé a disparar a los demás, nunca fallaba.
Dejé vivo al líder y le di una patada desestabilizándolo. Cayó y el sonido que hizo al caerse fue como un fuego que me motivo. Le quebré las manos y los pies, para imposibilitar su escape. Lo unte con sangre de sus colegas y lo dejé tirado para que los animales se encargarán de él.
El de ojos grises me mira y yo le devolví la mirada, estaba furiosa con él.
Lo arrastre a la casa y lo estampille contra la pared más cercana:
-- Eres mío, de nadie más, por lo tanto tienes prohibido lastimarte y dejarme-- rugí.
Él sonrió y fue como si me hubiera ofrecido al lobo en bandeja de plata.