Su voz le despertó. Si bien era cierto que una sola consonante era suficiente para revolver sus intestinos. La dueña de esa misma voz es la única capaz de ayudarle a avanzar poco a poco hacia su objetivo.
Su búsqueda se remonta a hace 13 años atrás. Cuando una serie de raptos y ataques brotaron en Kawagoe, Japón. La ciudad en la que nació y se crío junto a su hermana Honoka y la nieta de su maestro, Nana.
El maestro Ohtsuki les dio cobijo un día a ambos luego de que tras un trágico accidente de tránsito, milagrosamente solo ellos dos salieran con vida. Sanji, el menor de los dos niños estaba en condición critica. Y tuvo que estar hospitalizado por casi un año. Las facturas del hospital eran descomunales. Pero el maestro, quien estuvo en el lugar del accidente. Decidió pagar la factura y hacerse cargo de los niños.
Recuerdo difusamente estar en el hospital. Ver a Honoka llorar a mis pies, me pedía disculpas. Pero hasta el día de hoy no recuerdo el por qué de sus disculpas ni nada de lo que sucedió antes de levantarme en aquella cama del hospital.
Los médicos y psicólogos le hicieron test y rehabilitación. Pero no pudieron lograr devolverle la memoria. Y su hermana Honoka se veía reacia a cooperar.
Pasaron los años, el maestro Ohtsuki les crio en su dojo como hijos. Pero principalmente como discípulos. De vez en cuando su nieta venia a hacerle compañía a él y a Honoka, mas siempre se veía reacia a practicar el arte de la espada que el maestro Ohtsuki enseñaba.
A los 16 años Sanji logró perfeccionar todas las técnicas del dojo Ohtsuki.
—¡Ah! – Sanji con un grito de guerra, lanzó una estocada con su espada de practica al cuello de Honoka. Ella de la manera más fluida, repelió su ataque con el borde de la espada y a aprovecho que Sanji perdió el balance y el control de su espada para acercársele por un costado. Y con rapidez hizo una estocada hacia sus costillas. Donde, siendo una lucha real. Atravesaría sus pulmones y corazón.
Sanji savia que Honoka iba a por eso. Recuperó su balance dando un salto hacia atrás. La espada que debía conectar con sus costillas dio con el aire. Sanji no podía dejar que Honoka se recuperase, así que se lanzo una vez más dando un corte horizontal directo hacia el estomago de ella. Pero este no conecto. En su lugar, todo a su alrededor dio un giro de 90° grados. Su espalda y cabeza golpearon el piso de madera del dojo con fuerza y vio que Honoka colocó su espada de practica en su garganta.
—¡Genial, haz mejorado un montón, casi me tienes ahí! – Le extendió la mano mientras jadeaba y el sudor le bajaba por su frente.
—Felicidades hermana. – Tomó su mano y se levantó.
Honoka también había perfeccionado las artes hacía dos años. Él no sentía envidia ni rencor por ser inferior a Honoka. De verdad Sanji se sentía orgulloso por ella. Pero no podía negar el resentimiento en su interior. No contra ella, sino que contra él mismo.
Sabía que Honoka se esforzaba al máximo y dedicaba su vida al dojo. Pero el, no sentía ese amor y pasión que ella tenía.
Cuatro años después, el viejo Ohtsuki recayó. A pesar de ser un anciano, nunca dio excusa alguna para descuidar su rutina matutina y nocturna de ejercicios. Pero ese invierno. La tos húmeda y crónica preocupó a todos los discípulos.
Una noche, en la que Sanji estaba cuidando de el mientras los otros hacían los quehaceres y las practicas de la noche. El maestro pidió llamar a Honoka, los discípulos superiores y por ultimo le pidió a él que estuviera allí también. Todos se reunieron en la habitación del maestro. Sus rostros oscurecidos. Sanji vio tristeza, arrepentimiento y miedo en sus rostros. Él sabía por qué y estaba seguro de que el suyo también estaría así. Su corazón le dolía y sentía sus ojos pesados. Frente a el estaba su hermana arrodillada con su espalda hacia él. No podía ver su rostro. De seguro que ella también estaría al igual que él. O peor. Sanji conocía bien a Honoka. Sabia cuanto amaba el dojo y al maestro. Era imposible que no estuviera sufriendo. Colocó su mano en su hombro. Ella dio un respingo, pero luego de ver de reojo. Apoyó su cabeza en su mano. Sanji sentía su cálido rostro con el dorso de su mano. Su cuerpo temblaba lo más mínimo. Apenas pudo percibirlo.
—Alegrad esos rostros… os pido lo imposible, pero al menos desearía poder pasar mis últimos momentos con ustedes y me duele tanto que estéis con esas expresiones. - El viejo pasó su mirada difusa cerciorándose de que todos sus queridos discípulos estuvieran ahí. —Me duele que mi querida nieta ni mis hijos puedan estar aquí… pero los tengo a todos ustedes aquí. Mis queridos discípulos. Luchen juntos por mantener este lugar. Su hogar. – Unos sollozaban por lo bajo, otros moqueaban ruidosamente. Las palabras del viejo Ohtsuki le llegaron a todos. Ellos sabían que seria duro. Pero lo que debían de hacer no cambiaría. Estudiar, practicar y mantener el dojo.
Él y Honoka luego de terminar el colegio, se concentraron en el dojo. El viejo Ohtsuki los regañó durante días. Pero luego simplemente les agradeció. Y es lo que el volvía a hacer hoy. Esta vez ante todos.
—Niños, acérquese por favor. – Honoka se acercó al viejo y le tomó de la mano. Sanji se levantó de donde estaba y se puso a su lado, colocó su mano sobre la de Honoka. El viejo apretó suavemente. Tenía miedo. Apenas podía ver con sus ojos nublados por la edad. Le costaba respirar, y cuando lo hacía parecía dolerle.
—Mis queridos niños… Han crecido ya. -se volteó hacia Honoka. —Estás hecha toda una mujer, eres alegre, amorosa. Y siempre centrada en lo que debes de hacer. Pero siempre humilde. No podría pedir nada más de ti niña. Solo… que cuides de tu hermano. No te pediré que consigas pareja ni que tengas una familia. Vive tu vida y disfruta de ella. – Sanji por fin pudo ver el rostro de su hermana, era un desastre. Luego de escuchar lo que el viejo le dijo a ella directamente. Su digna figura, espalda recta y postura formal colapsó. Colocó su rostro en el pecho del viejo mientras lo abrazaba y se puso a llorar lo que no había podido hasta ahora.
Tras unos minutos se recompuso y se colocó de rodillas una vez más.
—Sanji… gran muchacho. Recuerdo cuando estabas en la unidad de cuidados intensivos. A pesar de que no eras nada mío. Cuando te vi en la calle cubierto de sangre bajo la lluvia y en brazos de tu hermana. Sentí que debía hacer algo por esos niños. No había pensado nunca en las consecuencias ni en los beneficios. Solamente mi corazón me dijo que lo hiciera y mi cuerpo obedeció. – Sanji cerró sus ojos y bajó la mirada.
—Eres tan fuerte, a pesar de que la espada no fuese tu pasión. La seguiste practicando día con día y llegaste a superar a todos.
—Excepto a mi hermana.
—Sí, excepto a ella. Nunca la quisiste superar. - Sanji se quedó paralizado al escuchar al viejo. Abrió la boca para hablar, pero el viejo Ohtsuki continuó.
—Cierto es que tú continuaste practicando y abandonaste los estudios como tu hermana. Pero a ella le apasiona el arte de la esgrima. En cambio, tu pasión es otra. ¿La fotografía era? ¿Qué tal si retomas tus estudios?- Sanji notó la mirada de todos en la habitación. A pesar de que tenia talento y que sin esforzarse mucho llegase a la cima, nadie allí le miró mal. De repente recibió una oleada de palabras de apoyo y de animo por parte de todos allí presentes. Sintió que su cara ardía y se cubrió el rostro. Dio un respingo cuando una mano le tocó la mejilla. Esa mano estaba helada. Apartó sus propias manos y levanto la mirada.
—Todos te apoyamos. Cumple tus sueños. – Honoka le animó.
Algo andaba mal. No recordaba que sus manos estuviesen así de frías. Mucho menos recordaba aquella mirada adolorida y distante de Honoka. El estaba cien por ciento seguro de que así no fue como ella le miró en aquel momento.
…¿Verdad?
—Niño impertinente. Joven, dame tu cuerpo.
Otra vez esa voz...
Sanji se vio sacado hacia la realidad una vez más. Estaba escuchando esas palabras que el escuchó ya una vez. Sentía que era un déjà vu. No, no lo es.
Su cuerpo se sentía pesado. El frío asfalto contra su mejilla fue lo el último empujón que necesitó para volver al presente. Recordó lo que pasó. Esos dos lo usaron de trapeador por subestimarlos y por alguna razón que él no comprendía, seguía vivo.
—Izanami, no deberías ir por ahí pidiéndole a la gente que te den sus cuerpos. ¿Como mínimo dijiste por favor?
—Juraría haberte visto estirar la pata...
—Como si pudiera… y aunque lo hiciera saldría del mismo infierno.
—… -La divinidad guardó silencio.
—¡Ahora ven, toma mi cuerpo! ¡Dame todo tu poder!
—No me haré responsable de lo que pase, joven Ohtsuki.
¤ ¤ ¤
La presencia maligna que apareció de la nada se convirtió en polvo cuando Sanji le dijo que le diera su poder. Loreto miraba con asombro como ese polvo negro y energía oscura tomaba vida y envolvía a Sanji. Esa nube de miasma daba vueltas a su alrededor como si fuese un tornado. Alcanzó una gran velocidad y los vientos se intensificaron. Loreto se cubrió el rostro con sus manos y abrazó a Anna para que no saliese volando. Tal fuerza agarró esa nube de miasma. Se alzó al cielo y este comenzó a alzar el zinc de las casas.
¿Qué…? Ahora esto termina de sacarla del estadio. Esto es al menos un tornado EF03 y sigue agarrando fuerza.
El color abandonó su rostro. Sus capilares de la piel disminuyeron su actividad para procurar la actividad de sus músculos. Su instinto animal le gritaba que huyese inmediatamente.
¿Eh, Por qué no me di cuenta de esto antes? Todo este desmadre, y no ha salido ni una persona a ver lo que sucede.
Loreto miró alrededor. Se encontraban en una zona residencial en el centro de San José, sí era tarde. Pero tanta explosión y disparos. Incluso ahora un tornado…
¿Cómo no ha venido aun nadie a viniar?.
Por el rabillo del ojo, Loreto captó una pequeña luz. Volteo a ver que era y vio que la chica que atendió a Crelia cuando estaba en la discoteca estaba allí. La bella chica rubia tenia sus ojos cerrados y sus manos juntas sobe su pecho. Movía sus labios constantemente. Parecía estar rezando. Pero con todo lo que ha estado sucediendo era lo ultimo que él creía que hacía.
—Esa chica… - murmuró Loreto. Anna, quien estaba en brazos de Loreto aún adolorida volteó a ver a Selene.
—Je… bien visto, pero no te preocupes… ella está haciendo las cosas más… Agh, fáciles…- Anna forzó una respuesta a pesar del dolor. Loreto la miró preocupado. Su piel estaba colorada y varios vasos se repintaban en su piel. Varios músculos estaban hipertrofiados y contraídos. Lo que sea que haya hecho, no era algo que el cuerpo humano fue hecho para soportar.
Hacer las cosas más fáciles… tengo curiosidad. Pero no puedo hacer que se sobre esfuerce.
Sacudió su curiosidad a un lado. Las cosas no habían terminando. Peor aún, solo iban cuesta abajo.
—¡Aahh! ¡Sabía que no me defraudarías!- Endimión se retorció en aparente placer. Sus ojos brillaban expectantes hacia el tornado. No, a quien estaba dentro.
—Cuando apareció esa Diosa me decepcionó mucho… Aunque quisiera, no iba a poder hacerme nada, ni yo a ella. ¡Pero si eres tú, esto sí será divertido!- Continuó.
—Endimión… te recuerdo que no puedo mantener el hechizo por siempre. Y si te emocionas mucho las cosas saldrán del área efectiva de mi Chorós tis Selínis. – Mientras Selene le hablaba a Endimión fue como si los oídos hicieran un cambio de presión y se destaparan. Todo sonó mas fuerte y comparado a hace segundos. Se sentía mas real. Loreto sintió como si saliese de un estupor. Pocos segundos después volvió a estar como antes.
—Tch... Sí, sí… - Endimión chasqueo la lengua, disgustado.
—Será mejor que huyas mientras puedes, chico… - Le susurró Anna. Loreto volteo a verla con el entrecejo fruncido.
—No puedo dejarte aquí… además, Crelia aun no termina… de ¿Revivir?- Forzó su vista para ver a Crelia a través de los fuertes vientos del tornado negro que aun se alzaba alrededor de Sanji. Ella estaba sentada con las piernas echadas hacia atrás. Aun le hacían falta los pies.
Es como si comprendiera y crease su cuerpo a nivel atómico y molecular… Loreto se quedó prendado viendo lo que hacia Crelia.
—Muy noble… pero no te preocupes por nosotros…- Anna se estaba recuperando pero aun le dolía el cuerpo, por como aun seguía recostada en sus pies, Loreto intuyó que no se podía mover.
—Si planeas ayudarles a ellos, te recomiendo que no lo hagas.- Endimión se volteo desinteresado hacia Loreto.
—¿A qué te refieres…?
—Se que pensarás que yo soy el malo y ellos los héroes… pero déjame decirte con quienes te estas juntando. – Su mirada se posó sobre Crelia, luego en Anna y por ultimo en Loreto.
—Ellos tres son de una organización muy peligrosa. Se hacen llamar Los oscuros. En el mundo se les conoce también como iluminatis. Controlan las masas como les plazca, censuran información que pueda perjudicarles y retrasan el avance de la humanidad. Hacen fechorías y las etiquetan de terrorismo. Y muchas más, seguro has escuchado todos esos rumores. Pues son verdaderos.
Loreto le miró en silencio. No era como si no le creyese. Tanto ha sucedido en menos de 5 horas. Tantas cosas que Loreto solo ha leído en novelas de fantasía o ficción. Ya se convenció a sí mismo de que todo ahora era verdad. Sabia de el peligro. Tenía miedo, mucho. Estaba aterrado. Su cuerpo le gritaba que huyese en ese mismo instante. Y su mente le daba la razón. Pero aun estaba allí.
Se cercioró que Anna estuviese bien y se levantó. El viento soplaba con mucha fuerza. Si no se colocaba firme, saldría volando. Sudor frío le bajó por la espalda mientras forcejeaba por mantenerse en pie.
—Sabía decisión. Ellos sólo planean usarte y desecharte.– Endimión sonrió mientras descruzaba sus brazos.
Él curvó sus labios hacia arriba nervioso. Su sonrisa parecía más una mueca de dolor.
Al verle sonreír, Endimión frunció su ceño. Sus cejas finas y femeninas se torcieron hacia abajo.
—Por lo que he captado de sus conversaciones y lo que me acabas de decir. Deduzco que cómo mínimo sois dos bandos.- Hizo una pausa para ver como reaccionaba Endimión. Era algo lógico. Pero debía ir poco a poco. Endimión suavizó el rostro y con su mano le instó a continuar.
—La persona que apareció antes… tenía algo… en ella me hacia sentir inferior. No era su poder o magia o energía. Tampoco era la sensación de mi estomago a punto de salir por mi boca que su vos provocaba. Es lo mismo que siento al verte a los ojos…- Loreto cerró sus ojos y se masajeo el puente de su nariz. Intentando encontrar la palabra.
—Inferior...
Loreto volteó a ver detrás de sí, Anna había dicho justo como se sentía al ver a esas personas. Él le sonrió. Anna apartó su mirada y dejó salir un suspiro.
—Así es… tú, esa chica de allí y la extraña persona de antes. Me dan una sensación de inferioridad cuando me ven…- Loreto señaló a Endimión y a Selene. Endimión se enderezo y miró enfadado a Loreto. Pero él no se encogió ante su intimidadora presencia.
—¡En cambio, ellos tres me han visto de una manera completamente diferente! Si bien me trataron como un ignorante. La cálida mirada que dirigían hacia mí era auténtica! ¡Aun si pertenecen a esa organización estoy seguro que tienen sus propias razones!
—¡Ja… ja, ja… ja, ja, ja, ja…JA…JAAJAJAJA!- Endimión estalló en una carcajada que ahogó por completo los vientos del tornado.
—Eres realmente un idiota, chico. – Anna se cubrió el rostro. Ocultando así las lágrimas que se escurrían por su mejilla. —Eres como ella… - Las carcajadas y el viento impidieron que Loreto escuchase a Anna susurrar para si.
Endimión se retorcía al mismo compás de su risa.
Pasaron varios minutos hasta que logró calmarse.
—¡Entonces! ¿¡Por como te miran las personas, decides aliarte con unos o con otros!? – Sus ojos, desprovistos de cordura alguna le miraron inquisitivamente. Su mirada le causó escalofríos a Loreto. Pero decidió sacudir esos sentimientos hacia un lado y le confronto con la mirada.
—Te… equivocas…
—¿¡Eh!? ¿¡Entonces!?
Loreto inspiró profundo.
—Los médicos jamás toman un bando en una guerra entre humanos.
—¿Entonces… no estás con ellos tampoco? – Endimión torció su cabeza hacia un lado. Volteó a ver a Crelia. Por fin había terminado de materializar su cuerpo. Se levantó del asfalto y se sacudió el polvo.
—Eso si son humanos. – Terminó Loreto. Él entornó los ojos, y apretó sus puños con furia.
—Hablar contigo es una pérdida de tiempo, quieras o no te llevaré a la fuerza. - Indiferente ante las palabras de Loreto. Endimión se impulso con velocidad hacia él.
—¡Como si pudieras! – Loreto escuchó un par de voces al unísono. Segundos después, una explosión.
Crelia y Sanji tomaron el brazo de Endimión y lo detuvieron a milímetros del rostro de Loreto.
Loreto empalideció y cayó de espaldas.
¿Eh? ¿En qué momento se movieron los tres?
Desde donde estaba, solo podía ver sus espaldas.
Crelia llevaba el mismo vestido que cuando Loreto la vio por primera vez. La parte de atrás estaba abierta y dejaba su piel al descubierto. Era blanca como la nieve y parecía tener brillo propio en la oscuridad de la noche.
A su lado estaba Sanji, su piel blanca estaba fracturada. Llena de grietas. En algunas partes. Su piel se cayó cómo la cáscara de un huevo y dejaba al descubierto sus carmesís músculos.
La mano que sostenían los dos fue echa añicos. El rostro de Endimión era el mismo que el de Loreto, si no peor.
Ambos le tenían atrapado del brazo, o lo que quedaba de él.
La mano derecha de Sanji, con la que tenía agarrado a Endimión, estaba necrosada deformada. Parecía haber mutado a la fuerza. Sus dedos alargados formaban garras. Los huesos del dorso de su mano estaban expuestos y al igual que su piel se tiñeron de un color oscuro. Sus músculos crecieron en volumen. Y a diferencia de cuando Anna realizó su dopaje. El cuerpo de Sanji cambió su estructura ósea para soportar mayor fuerza de contracción. La evolución de Sanji se limitaba a su brazo derecho y parte de su espalda. Era evidente que ponía en riesgo su salud e incluso la vida.
Endimión curvó sus labios en una sonrisa. Su ojo izquierdo se contraía una y otra vez. Intentaba librarse del agarre de los dos pero cada vez que lo intentaba, su brazo traqueaba. Loreto se encogía en el suelo al escucharlo.
—Ah… he perdido el brazo dos veces en la misma noche…
Su rostro de furia se convirtió en el de cansancio. Sin el mínimo esfuerzo, y como si no sintiera nada. Jalo una vez más. El humero salió de su cavidad. La piel se estiró junto con los músculos y ligamentos. Hasta que con un sonido desagradable se desprendió. Como cuando se arranca una hoja de papel de un cuaderno. Los vasos, nervios y músculos colgaban de lo que le quedaba del brazo.
Se alejó de un brinco y se colocó al lado de Selene. Loreto, aun con su estomago entrenado preparado para ver cosas grotescas en las salas del quirófano y emergencia. Sintió como se revolvía su estomago. Unas arcadas le amenazaron con expulsar los restos indigeridos de la cena.
¿Cómo puede actuar como si nada… y tras de eso sonreír…? Ya lo sospechaba, pero… ¿De verdad no son humanos? - Sus manos le temblaban. Quería huir de allí.
Yo no tengo nada que ver con esta disputa… - Loreto se repetía esas palabras una y otra vez, deseando que fuese cierto.
—Selene… necesitaré que me eches una mano… jeh, je, je, je... - Selene dejó de encantar su hechizo y abrió los ojos. Estos brillaban blancos y sus irises reflejaban la luna.
Una vez más lo que sea que estuvo haciendo Selene, se detuvo y esa sensación de estar dentro de un cuarto cerrado y vacío se desapareció. Los sonidos volvieron a escucharse vivos y claros. El hechizo de Selene llamado Chorós tis Selínis. Forma una zona que separa aquello que es iluminado por la luna de lo que no. En pocas palabras, crea una zona que aísla el sonido e imágenes de todo lo que sucede en su interior del exterior.
—Si vamos a enfrentarnos sin la barrera colocada, que sea breve.
—Lo sé cariño, no me contendré en lo más mínimo.
—Preferiría que lo hicieses. – Selene suspiró mientras juntaba sus manos.
Un aura de luz los envolvió a ambos.
—Somos la fuente de nuestro poder, abro la puerta de mí universo y despierto nuestro poder interior. Esoterikí Dýnami. – La luz que los envolvía desapareció.
Por un momento Loreto apreció el caos que los rodeaba. Todo estaba oscuro, y sentía que no era gran cosa. Pero se equivocó. Todos los edificios habían colapsado dos kilómetros a la redonda. La sangre abandonó el rostro de Loreto y se levantó de un brinco. Se sintió un poco mareado y se alejó tambaleando hacia los escombros.
¿Qué con las personas que viven aquí… lograrían escapar? tal vez ese hechizo que hizo esa chica rubia les hizo evacuar...
—¡Ey, qué haces allí! ¡Ten cuidado!- Anna advirtió a Loreto, pero su mente estaba aislada y la ignoró.
Está oscuro… alcanzó con su mano el bolsillo en busca de su celular. No estaba allí. Sintió un mini infarto al notar su ausencia, no es como si lo usara mucho, pero le podían llamar del hospital en cualquier momento… Si claro… ahora que me echaron. Escuché que iban a solucionarlo de una manera en la que no perdiera mi licencia de medico… Loreto palpo sus bolsillos en busca de su celular pero no logró encontrarlo. ¡Ah, El rubio lo destruyó...! Volteó a ver atrás pero ya se había adentrado demasiado. No había luna esa noche y la oscuridad era terrible.
—Ayu…gh- Escuchó una voz no muy lejos de él. Forzó sus ojos a ver en la oscuridad y se acerco tanteando a donde le pareció haber escuchado el ruido.
Llegó a donde parecía ser lo que era una sala. Había un sillón en medio de la habitación. Un par de Bigas de metal por aquí y allá derrumbaron el techo y las paredes. El miedo de que algo le cayera encima lo apoderó, pero poco después lo reemplazó la preocupación. Y si aun habían personas aquí cuando… Le vino a la cabeza el como Endimión se desprendió de su brazo como si nada. ¿Es él como Crelia? Un ser superior al que le da igual lo que le pase a su cuerpo…? No… Crelia se quejó de haberlo perdido, no los conozco del todo a ellos pero son distintos… aunque todo esto es aterrador…
—Auu…- Un quejido extraño devolvió a la realidad a Loreto. No quería imaginarlo, pero se temía lo peor. Se escuchaba otro sonido sobre el de unos quejidos. Era como el de un niño comiendo con la boca abierta, recordó a su hijo hacerlo y a su esposa corregirlo. Sonrió afligido, recordar era algo agridulce para Loreto. Sacudió su rostro y se deshizo de esos sentimientos, debía prestar atención al presente podría haber alguien que necesite de su atención. Decidido, se acercó al sofá, de donde provenía aquellos sonidos.
Estaba muy oscuro, forzó sus ojos a enfocar en aquella oscuridad.
Le golpeó con fuerza un hedor a hierro. Frunció el entrecejo y se agachó a tocar el suelo. Para su sorpresa, el suelo estaba seco. Arrastró su mano por el sillón y por fin sintió lo que se temía. Estaba húmedo, sus dedos se atollaron de un liquido viscoso. Se lo acercó a la nariz y olisqueo.
Es sangre… así que aun había gente aquí… ¿Y si absolutamente nadie escapó? No…
Loreto comenzó a aterrorizarse. Ellos no tenían nada que ver. El miedo se convirtió en enojo. Apretó sus puños con fuerza.
—¡Kiii! – Algo chirrió con fuerza cerca de Loreto. Sobresaltado, calló de espaldas y se golpeó el brazo derecho con algo afilado. El corte era profundo. Se tapó la herida con su mano mientras se levantaba. Pero algo le golpeó la espalda y cayó sobre el sofá. Esta vez, algo le había golpeado.
—¿Quién anda ahí? ¡Soy un medico, si ocupan ayuda díganme! – Se impulsó con la mano para levantarse, pero tocó algo… no, a alguien. Estaba un poco frío, pero parecía estar vivo, aunque herido.
—¡Ey, dime qué te duele, soy Loreto Elivetez, medico neurocirujano! – Aunque puede que ya ni licencia tenga… se corrigió a si mismo en su mente.
—Agh...ggghh… El extraño prolifero un quejido húmedo de su garganta. Agh, puede que tenga los pulmones perforados o incluso la garganta.
Palpó al extraño con cuidado para poder identificarlo. La posición en la que estaba y las heridas.
Loreto solo podía ver a pocos centímetros de distancia, por lo que cuando identificó su tórax se acercó para ver bien. Su análisis anterior había dado en el blanco. Tiene varias estacas incrustadas a ambos lados del tórax. Una muy cerca del corazón.
El suelo se sacudió violentamente y se escuchó una explosión no muy lejos. Será… ¿esos dos luchando? Agh… cómo es posible que esta gente pase desapercibida en la sociedad actual…
—Agg… - la persona con quien trataba se quejó una vez más, estaba sufriendo.
Loreto alzo el rostro para poder verle a la cara e intentar tranquilizarle… pero allí no había ningún rostro… su cara había desaparecido, muchas marcas de mordidas pequeñas cubrían lo que le quedaba de rostro. Su nariz ya no estaba, tampoco sus ojos ni orejas.
—¿Qué… mierda? – Se alejó de aquella persona caminando de espaldas. Sin dejar de mirar aquella persona con el rostro comido. No, ya no podía verlo, pero su imagen seguía impresa en su retina.
—¡Ki!
—¡kiii!
—¡kii, kii!
—¡ki!
Los chirridos extraños de antes resanaban en la oscuridad. No veía nada… pero sabía que estaba rodeado por lo que sea que fuesen los dueños de tales quejidos.
¿Podrían ser… esas cosas lo que se comió a esa persona? ¿Pero, qué son?