Capítulo 4
Endimión esquivaba los puñetazos de Sanji mientras intentaba detener la hemorragia de su brazo. Este arrugó el entrecejo y escupió al suelo. La preocupación era evidente en su rostro. Tenía que hacer algo pronto o su cuerpo cedería de funcionar.
Volteó a ver a su amada y sus miradas se encontraron. Ella tenía que curarle lo más rápido posible. Es lo que cruzaba por su mente al ver como el tono ya pálido de Endimión tomaba un color a morado.
Una llamarada envolvió a Selene Y Endimión
Perdió su concentración por un segundo, dándole ventaja a Sanji de tomarle desprevenido. Con su gran velocidad capaz de alcanzar incluso mach, le golpeó directo en el abdomen. Pero no hizo más que alborotar su ira.
Crelia sonrió al ver que Endimión se enfurecía aún más. Para su mal agrado, la deidad formó una barrera de luz e impidió que las llamas tocasen un solo pelo de su cabellera.
Crelia no se detuvo allí, sin importarle los alrededores en ruinas, se envolvió en llamas y tomó la apariencia que tenía hace un rato, cuando perdió su cuerpo.
El nivel de destrucción actual es alarmante, la fusión de Sanji con Izanami fue muy violenta. Y… Crelia volteó a ver a Sanji.
La asimilación avanza bastante rápido. Su conciencia flaquea por momentos y sus movimientos son menos racionales. Un espíritu sería una cosa, pero una Diosa como Izanami, es un milagro que aún retenga su conciencia.
Los ojos de Crelia se oscurecieron, fue ella quien les involucró en uno de sus capricho. A pesar de que los seres divinos como Crelia carecen de empatía y sólo se preocupan por sí mismos, ella no podía de dejar de sentirse incómoda cuando sus compañeros están en peligro.
Esta incomodidad en mi pecho… nunca me pasó antes de conocerle.
Fue lo mismo cuando estaba reformado su cuerpo y Anna arriesgó su vida protegiendo a Loreto, solo podía observar mientras se mordía los labios.
Selene resurgió entre las llamas y había comenzado a invocar energía para curar a Endimión.
Hizo a un lado sus preocupaciones, cerró los ojos y se preparó para invocar su poder. Rápidamente, de la nada formó una espada negra. Estaba tallada con intrincados complejos de color rojo en toda la hoja. El idioma en el que estaban esos tallados no eran en Inglés, latín ni alguna lengua asiática. Si quiera era de la tierra.
Crelia relajó su cuerpo y miró fijamente a Selene. Sus ojos verdes ardían con determinación. Selene supo que en cualquier segundo recibiría su ataque.
Invocó su energía y formó una burbuja con ella e inmediatamente se concentró en el contraataque.
Ambas conocían de la existencia de la otra, pero nunca se habían dado la molestia de verse si quiera obligados a medir sus capacidades. Y eso claramente era un gran error. Pero las dos sabían que no tenían tiempo para lamerse las heridas.
Selene se especializaba en realizar hechizos para dar soporte y facilitar el combate. Pero tanto Sanji como Crelia les mantenían en una posición de uno contra uno, dándoles así la ventaja.
Éste es el final. Selene se dijo a sí misma y comenzó a recitar un hechizo. Su as bajo la manga.
Endimión se sobresaltó y abrió los ojos de par en par al sentir la gigantesca oleada de energía que Selene estaba acumulando.
—¿Selene… qué haces? Dijiste que controlara mi fuerza… ¿Por qué usas ese conjuro ahora?- Endimión perdió la atención completa de Sanji. Ya ni le importaba en qué situación se encontraba. Se acercó a su prometida de un salto y la tomó con su único brazo y la sacudió con fuerzas.
Ella se inmutó ante el estímulo externo de Endimión y siguió quemando toda la energía de su cuerpo al compás de una lírica en su lengua natal.
Crelia estaba tan sorprendida como Endimión. Podía sentir como estaba quemando su inmortal y longeva vida junto a todo su poder. A ese paso, tendría que romper su promesa con él y liberar el sello de su espada. Y aún así Crelia no estaba segura si podría evitar la destrucción de medio país.
Blandió la espada y de un salto redujo la distancia entre ellos. Atacó la burbuja de Selene una y otra vez con todas sus fuerzas y aún así no lograba si quiera hacerle una dentadura.
Qué inútil soy….
Miró los gravados en la espada y cesó el ataque. ¿Tendría que hacerlo? La mente de Crelia se llenó de pensamientos y dudas. Prometió no hacerlo hasta que no fuese el final. Obviamente era muy pronto.
Un sabor a hierro en su boca la trajo de vuelta a sus sentidos.
Todo seguía igual, a excepción de que ahora Sanji aportaba con sus manos la barrera.
Lo primero que apreció fue que la fusión con Izanami había progresado aún más. Cubriendo sus dos extremidades superiores y gran parte del tórax y espalda.
Sus ojos ya no presentaban luz ni determinación. No le atacaba a ella por puro instinto o fuerza de voluntad, pero de seguro ya no diferenciaba entre aliado o enemigo.
Sanji la volteó a ver. Ella se puso en guardia por instinto, pero no fue necesario. Aún con su vista nublada y grisácea. Crelia sintió como Sanji la miraba e intentaba decir algo.
La fusión avanza por segundos y entre más luche peor para él. La necrosis al fin alcanzó su cuello, pero el forzaba aún sus cuerdas vocales para pronunciar las palabras.
—Guk…tss…
—Gunk… toss…
Crelia abrió mucho los ojos, perpleja. Apenas eran sonidos culturales pero pudo lograr entenderle. Ella apretó con fuerza el mango de su espada y le miró a los ojos y asintió.
—¡Juntos!
● ● ●
Templaria.
Complejo hospitalario, urgencias.
Después de lo ocurrido en la sala de conexión, la fatiga de Teresa la conquistó y colapsó. Ella había perdido mucha sangre y ahora estaba inconsciente en la camilla recibiendo transfusiones de glóbulos rojos y plasma.
El joven que acudió rápidamente a por ella apenas sucedió el accidente estaba junto a ella sentado con su computadora portátil, intentando trabajar pero la condición de Teresa le preocupaba.
Extendió su mano a una pequeña mesa junto a el y tomó su taza de café ya frío. Tomó un sorbo de él y arrugó el entrecejo antes de devolverlo a la mesa. Justo en ese momento entró a la habitación El hermano de Teresa, acompañado de una enfermera.
—¿Cómo se encuentra? – Le preguntó a la señora mayor que entró con él.
—Tiene una anemia común por la gran pérdida de sangre que tuvo. También, el doctor mencionó que debido a la desconexión forzada que sufrió, varias áreas del cerebro se vieron afectadas aún está analizando los exámenes del TAC, pronto los tendrá.- la Señora contestó con un tono de desinterés mientras leía la historia clínica.
—Yair ¿No deberías estar trabajando en localizar al sujeto L-22 en vez de estar aquí haciendo nada?
—Eso ya lo hice señor Kianlyo, se encuentra en Costa Rica. – Le contestó El joven Moreno mientras se tomaba la cabeza con una mano.
—Si es así por que luces tan afligido. Envía inmediatamente a un Paladio a que aseguren al sujeto.
—Ya hice eso también, Envié al escuadrón Muro de adamantino.- Yair le reportó a Kianlyo Diatti aún tribulado y con la mirada caída. Alzó la mirada y vio la mirada de reproche de su jefe e instó a continuar.
—Hay fluctuaciones de energía elevados, muy fuera de los parámetros normales. Por la diferencia entre los picos y sus intensidades he logrado identificar a dos personas con fluctuaciones del nivel de un Tronep, con la impronta de energía de una deidad, otros tres poseen niveles elevados de un Yeifg cuyos niveles de energía pertenecen al los de un Pactzip, sirvientes humanos de las deidades presentes probablemente, y una es un Sainte, y su impronta es conocida, es un Ángel del más alto rango, un serafín. – Terminó de soltar todo y se sintió menos afligido, pero al voltear a ver a Teresa, la preocupación escaló una vez más por su espalda, colocándose en sus hombros una vez más.
—…. – Kianlyo aguardó de brazos cruzados mientras le escuchaba y su pálida piel se tornaba rojiza. Su personalidad explosiva surge fácilmente y ahora era una olla de presión al fuego, en solo cuestión de tiempo explotaría.
Respiró profundo y miró a Yair a los ojos.
—Manda también al escuadrón Pantano Tóxico, el otro grupo fracasará por sí solo, esos son los oscuros defendiendo al sujeto, para ellos es mucho más valioso que todo el oro del mundo, aunque saben bien que es de nuestra propiedad, asegúrate que no se les olvide quien manda. – sin agregar más salió de la enfermería.
Una vez más el silencio reinó en la habitación. Yair dejó salir un enorme suspiro. Él mismo se sorprendió y volteó a ver que nadie le haya visto.
Sus ojos se encontraron.
Teresa le miro con sus ojos esmeralda y el corazón de Yair dio un brinco.
—¡Teresa, disculpa si te desperté!
Ella se desperezo y se sentó mientras revisaba lo que tenía conectado.
Hizo a arrancarlos pero Yair la detuvo en ese instante.
La mujer le volteó a ver molesta, le empujó y volvió a intentar quitarse los catéteres e instrumentos médicos. Yair no podía dejar que hiciera eso y la detuvo tomándola de los brazos y empujándola a la camilla.
Ella frunció el entrecejo y gritó a todo pulmón.
—¡Suéltame! ¿Quién eres? ¡Déjame ir!
Varias enfermeras acudieron a la habitación inmediatamente y vieron a los dos forcejeando, sus expresiones en el rostro se endurecieron y cuestionaron la actitud de Yair.
—¡Señor Yair! ¿Qué sucede aquí?- El grupo de enfermeras lo apartaron de la paciente y lo sacaron de la enfermería.
Sin saber qué había ocurrido, se quedó ahí de pie junto a la puerta. Su mirada perdida en el abismo de sus pensamientos.
'¡Suéltame! ¿Quién eres? ¡Déjame ir!'
Esas palabras… su mirada de desconcierto… No me reconoció.
Recordando lo que sucedió en tan pocos segundos una y otra vez, Yair dio con una respuesta. Y no le hacía nada de gracia. Comenzó a sudar frío en cuanto recordó las palabras de la enfermera en jefe.
'El doctor mencionó que debido a la desconexión forzada que sufrió, varias áreas del cerebro se vieron afectadas.'
Perdió su memoria… perdió su memoria… ¡Perdió su memoria! ¿Se… habrá olvidad de su entrenamiento de paladio, de mí, de su esposo… de su hijo?
Yair cayó de rodillas y se tomó la cabeza, le estaba dando demasiadas vueltas en la cabeza, si no paraba su mente colapsará. Se levantó a regañadientes y se cacheteo el rostro.
Ya despejado, se dirigió a los dormitorios A.
Allí debe de estar algún miembro del Pantano Tóxico.
♤♡◇♧
El líder del escuadrón Pantano Tóxico se encontraba sumergido en una montaña de libros. No existía un género en específico que le llamara la atención. Esa montaña era una amalgama de géneros. Desde matemáticas a historia pasando por álgebra, física y biología a química y de ahí a ficción romance y comedia.
Luego de pasar más de 14 horas al día entrenando el resto se la pasaba leyendo y durmiendo, aunque este último en menor cantidad. A pesar de descansar tan solo 3 a 4 horas al día su desempeño es el mejor de todos en toda la orden.
Fue sustraído de su propio mundo en cuanto escuchó el sonido de unos pasos al otro lado de la puerta, pocos segundos después esa persona tocó y anunció quien era.
—Soy Yair Tapeta Leocia, subdirector del departamento de información, vengo en nombre del señor Diatti, el requiere de sus servicios.
El líder del escuadrón se levantó y se estiró, tirando una pila de libros.
¿Cuántas horas llevo aquí encerrado?
—Disculpe ¿Se encuentra todo bien por ahí Señor Aught?
Sin darle importancia a los libros ni a la pregunta de Yair, se dirigió a su encuentro.
Al abrir la puerta se encontró con el sorprendido rostro del subdirector Yair.
El y el subdirector ya habían coincidido un par de veces. Después de todo era el chico de los mandados de Kianlyo Diatti.
Aught lo saludó inclinando la cabeza y se dirigió a la sala. Se sentó y esperó a que Yair se acomodará también.
—Bien ¿Cuáles son las directivas de el Señor Diatti?
—Ah si- Yair sacó su computadora y varios papeles de un portafolios y se los entregó a Aught. — En el transcurso de las últimas cinco horas en Costa Rica han sucedido un par de sucesos extraños e inesperados. – Aught lo interrumpió.
—Allí es donde se encuentra el sujeto L-22. ¿Algo le sucedió?
Yair le miró a los ojos en silencio… no, a unos centímetros encima de su cabeza específicamente.
—¿Subdirector…?
—¡Ah, discúlpeme Señor Aught! – El líder del escuadrón suspiró ocultando su irritación.
—No pasa nada… hasta donde yo sepa no existe nadie con orejas sobre su cabeza en la tierra, no es fácil acostumbrarse, volviendo al tema.
—¡Sí!- Yair volvió a sus archivos y su mirada se volvió seria y llena de preocupación.
—Aquí tengo un resumen de todo por favor échele una ojeada.
Aught recibió los documentos y comenzó a escanearlos con su mirada.
—Los oscuros y una fuerza externa no identificada… ambos están tras el sujeto… Dos deidades, tres Yeifg y un Sainte… y enviaste al escuadrón posicionado en el séptimo puesto, Muro de Adamantino. – Aught colocó los papeles sobre la mesa y se cubrió el rostro.
—Subdirector… no sé si nos sobreestimar o subestimas a las Deidades y Yeifgs… desde un principio se nos debió convocar ante una alerta de tal nivel.
—Por supuesto que no los subestimó, y se cuán capaces son ustedes los paladios, el problema es que, las deidades no aparecieron sino hace no más que cincuenta y cinco minutos, cuando ya el escuadrón Muro de Adamantino estaba en camino. – Yair le respondió de manera ordenada y sin tapujos. Digno de alguien con un puesto tan alto en la organización.
Aught sonrió y se levantó del sillón.
—Subdirector Yair, informa al hangar que saldremos en cinco minutos y que tengan todo listo para despegar.
—Ya está todo preparado.
—Bien.