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Chapter 21 - El dinero es fundamental en la vida

Emilia era una joven maga. Desde que descubrió su afinidad al Maná y a la magia este había sido su más grande orgullo.

Ingreso a la edad de 14 años a la prestigiosa escuela de magia de las Rosas Azules, una escuela de nivel intermedio de muy buena reputación.

Con su talento y su constante esfuerzo había rápidamente dominado los hechizos básicos que normalmente demoraban los demás estudiantes en dominar un año, convirtiéndose en una Maga Inicial.

Tanto su familia como sus amigos al enterarse de la noticia la habían llamado genio, incluso uno de sus maestros la tomó como aprendiz en nombre. Su futuro era prometedor.

Recientemente en sus vacaciones había ido a visitar a sus padres. Sin embargo, no contaba que su esperado descanso sea interrumpido por la visita del señor Krenalis, vecino de toda la vida.

Al principio Krenalis empezó a preguntar sobre su escuela y su educación, sobre la salud de sus padres y como era la vida de un mago. Pero luego mediante la charla decidió finalmente revelar sus ingenuas intenciones, empezó a hablar de su primogénito un niño de 8 años llamado Astalris.

Krenalis no dejaba de mencionar que su hijo era un genio hasta que ésto empezó a irritar a Emilia. Finalmente la curiosidad y el mal humor colmaron su paciencia. Empezó a preguntar sobre el presunto prodigio.

Cuando Emilia descubrió que el niño tenía un signo divino primario de rango SSS quedó estupefacta.

Ella siempre había creído que su rango de nivel A era un milagro, al menos para su ciudad. El interés se me metió en la cabeza y aprovechó el comentario de su madre para aceptar darle tutoría a Astalris.

Si en efecto el niño tenía potencial para ser mago podría reclutarlo para su escuela y se le reconocería como su contribución.

Pero no se las pondría fácil al niño, probablamente era un niño consentido que creía estar por encima del resto por su poderoso signo. Si en un futuro iría a ser tan fuerte como todos esperaban, debía aprender humildad y respeto.

Sin embargo su intento de tutoría no terminó como ella lo había planeado.

Estaba sentada en su cuarto temblando sobre su cama. Aún sudaba del miedo.

-"¿Qué debo hacer?-, se preguntaba.

-"¿Debería llamar a mi maestro? No! No hay forma que mi maestro pueda hacer algo contra ese monstruo, eso no es un niño, debe ser un demonio. ¿Debería llamar a la iglesia? ¿Lo sabrá? Puede tomar medidas, conoce a mi familia."-, suspiró profundamente Emilia.

A Emilia le esperaba una noche de poco sueño.

-

Por otra parte Astalris practicaba con la espada en el patio de su casa.

A unos metros Aeris lo miraba orgullosa. De hecho ver las práctica de su hijo también le beneficiaba mucho, su habilidad con la espada comenzaba a tener mayor comprensión, estaba aprendiendo.

Dado que el arma principal de Aeris era el arco su habilidad con la espada siempre había sido básica pero ahora comenzaba a evolucionar. Cuando tenía alguna duda podía siempre preguntarle a su hijo, quien siempre sabía cómo explicar de manera sencilla y práctica incluso temas extremadamente profundos.

Su padre por otra parte repasaba los apuntes de las conversaciones con su hijo. A través de ellas un nuevo mundo en la herrería se había abierto para él. Estaba seguro que podría pasar el examen para Herrero Artesano, pero aún quería pulir sus habilidades.

Astalris había procurado incrementar las habilidades de sus padres para que en un futuro cuando él no estuviese podrían hacerse valer por sí mismos.

Astalris terminó con una práctica de espadas con su madre y se dirigió a su cuarto.

-"Afinidad con cuatro elementos, dos de mi vida pasada y dos de mi nueva vida. Curioso en verdad. "-,se dijo asimismo.

De repente en su rostro se visualizó una expresión de asombro, -"¿Será posible que mis signos divinos pasados también se hayan conservado?"-

Astalris inmediatamente se sentó en su cama y empezó a examinar su núcleo de mana y su signo divino. Pudo apreciar claramente su signo actual del Dragón Emperador del Caos, pero ninguno otro. Decepcionado estuvo a punto de dejarlo pero advirtió algo extraño junto a su signo.

Era una mancha azul, una especie de bruma nublosa azulada. Asltaris se sorprendido, -"Parece mi antiguo signo primario, pero se ve casi transparente, desvaneciéndose. ¿Será posible que pueda utilizarlo?"-

Astalris intentó canalizar su mana y activar el signo borroso pero no obtuvo respuesta alguna.

-"Posiblemente algo ande mal, dado que en primer lugar no se supone que deba tenerlo. Debería haber alguna forma de recuperarlo o activarlo, pero por ahora es inútil. No puedo perder el tiempo con ello, pero recuperar mi fuerza lo más rápido posible.-", pensó Astalris.

Astalris se levantó y se dirigió a afueras de su casa. Era la tarde de aquel día el sol empezaba a ponerse.

Tras caminar varias cuadras y el sol ocultarse, Asltaris miro a los alrededores y entro en un oscuro callejón. Ahí saco un cofre de aguas de plata que había adquirido de un vendedor en sus antiguos recorridos por el mercado y empezó a clavarse las agujas en diferentes puntos de su rostro, espalda, pecho y extremidades para luego empezar a conjurar un hechizo con palabras incompresibles que parecían tener un origen arcaico.

Al rato el aspecto de Astalris empezó a cambiar terriblemente como si bultos se le formaran en su piel y sus huesos se rompiese.

El proceso en si se veía extremadamente doloroso pero Astalris no profirió sonido alguno, como si el dolor no existiese.

Al cabo de unos minutos los bultos y deformaciones se calmaron, dejando en el rostro de Astalris un nuevo aspecto, el de una persona completamente diferente. De igual manera su talla y color de piel habían cambiado.

Ahora ya no se veía como el niño elfo de diez años con cabello plateado de rostro hermoso sino como un hombre humano de aproximadamente unos cuarenta años, tez oscura levemente como bronceada por el sol, de cabello color negro.

El disfraz era perfecto, pero aun así Astalris prefirió cubrirse con una capa y una mascara.

Salio del callejón y empezó a caminar con dirección al norte de la ciudad. Tras media hora de caminata llegó a un edificio muy elegante que tenía un gran letrero dorado que decía "La Mansión de los Siete Placeres".

Rápidamente una jovencita de unos quince años se acercó y lo saludo cordialmente, -"Bienvenido señor a nuestra Casa de Subastas. ¿Dígame en que lo puedo ayudar, desea vender, comprar o poner algún articulo en subasta? Nuestra próxima subasta esta programada para dentro de dos semanas, así que aún esta a tiempo"-

Pero Astalris respondió con voz oscura y seria, -"Llama a tu gerente, tengo algo que podría interesarle"-

Era hora de hacer dinero.