Muchas situaciones y supuestos pasaron por la mente de Astalris.
-"¿Debería despertar a sus padres? ¿Podria su madre eliminar a los tres enemigos? ¿Tenía su padre algún entrenamiento marcial y sería de ayuda?"- pensaba mientras empezaba a entrar en pánico.
-"¿Cual sería la mejor situación a tomar?", era la pregunta que rondaba por su cabeza.
Se concentró a los límites que su capacidad actual se lo permitía y escaneo a las tres personas encapuchadas, su nivel de Maná era bajo, pero su contextura físico estaba a un nivel intermedio.
Tres guerreros nivel intermedio, su madre podría vencer a dos con tiempo y cautela, pero el tercero suponía un problema, además se encontraba sin su equipo, probablemente desnuda y cansada.
-"Demonios, malditos lujuriosos"- exclamó Astalris para sí mismo mientras intentaba calmarse.
La única forma en la que pudo pensar para detener a las personas era un factor externo, alguien adicional que lo ayudase.
Con su cuerpo era imposible que lograse hacer algo, lo más práctico sería conjurar a un familiar.
Astalris en su vida pasada había tenido muchos familiares extremadamente poderosos, todos de ellos, al ya no ser necesitados debido al poder individual que Astalris teñí habían sido encargados de proteger diferentes zonas u objetos de Astalris.
"-Suponiendo que ninguno haya sido asesinado, que nadie los haya invocado y que todos cumplieron sus órdenes después de mi muerte, no debería haber algún problema."- medito Astalris.
Invocar a un familiar era un proceso muy simple, básicamente no necesitaba mucho mana y el único insumo necesario era sangre.
Sin embargo, el peligro residía en primer lugar que el familiar invocado respondería básicamente aleatoriamente proporcionalmente a la fuerza y calidad del alma de invocador y segundo si no tenía intenciones de someterse al invocador por no considerarlo digno u otro motivo podía atacarlo o escapar por un tiempo al plano terrenal causando destruidos y matanzas, dependiendo la naturaleza de este.
Había formas secretas de poder dirigir la invocación a un familiar específico pero ninguna que Astalris pudiese utilizar en su condición actual, tendría que echarlo a la suerte, si aparecía alguno de sus antiguos familiares no habría ningún problema, dado que su alma era la misma el contrato de amo - siervo se restauraría, como ocurría cuando un invocador era resucitado o salía de otra dimensión y recuperaba contacto con su familiar, sino estaría en graves problemas y tendría que someter al familiar solo con el poder de su alma lo que sería extremadamente peligroso.
Rápidamente mordió su pequeño dedo y empezó a dibujar el pentagrama en el piso con su sangre.
De repente todo el mana de la habitación fue succionado y una delgada línea azul se dibujó su centro.
Las líneas empezó a expandirse y abrirse como una cortina y de ella unas llamas oscuras brotaron. De pronto una garra emergió de la puerta y un gigantesco lobo que ocupaba casi toda la habitación emergió.
El lobo miró a sus alrededores buscando a su invocador pero al no ubicar ningún adulto se pausó sorprendido, luego sus ojos se dirigieron al bebé que lo miraba fijamente sin miedo alguno.
Totalmente incrédulo el lobo hablo con voz profunda- "¿Que eres? No pareces ser mortal"-
Astalris sonrió y dejó que la presión de su alma cayera sobre el lobo.
En un primer momento los pelos del lomo del lobo se erizaron, inmediatamente mostró sus dientes y las llamas negras aumentaron. Estaba listo para luchar, pero luego sintió algo familiar del aura de aquella alma, de pronto sus ojos se llenaron de lágrimas y golpeó su cabeza contra el suelo. "-¡Su excelencia! Ha regresado, este inútil siervo no pudo estar con usted en aquel trágico momento, no tengo palabras para excusar mi error"-
Astalris se acercó lentamente y posó su palma sobre la cabeza del lobo y dijo cálidamente, -"No fue tu culpa Sirius, fue mía, nunca espere que mi propia estirpe me traicionara ni que esa asquerosa secta pudiese adentrase tanto en mis filas. Pero hora tengo complicaciones diferentes, hay tres hombres subiendo las escaleras elimínalos sin hacer ruido, no dejes rastro alguno, mañana hablaremos"-
-"Si su excelencia"-, dijo el lobo mientras en sus llamas se desvanecía.
Astalris suspiró aliviado, todo había salido bien. Se dirigió a su cama y se recostó a dormir, estaba cansado.
Antes de que sus conciencia fuera abrazada por los sueños, pensó en lo paradigmático que era que en su casa hubiera tres hombres muertos caminando. Estaba muertos, sólo que aún ellos no lo sabían.