Dorian se enganchó a un conjunto de ramas de madera, cortándolas de un árbol mediano con facilidad. Eran trozos robustos de algún tipo de madera, fuertes y flexibles. Limpió todas las hojas sueltas de ellas y las sostuvo bajo su brazo, arrastrándolas junto al ciervo muerto al lado cercano al río.
Echó algunos vistazos con cuidado alrededor.
Las montañas eran un área peligrosa, pero no se había encontrado con ninguna bestia de clase Magnus Magister en este valle. El área aquí parecía un lugar relativamente seguro.
Incluso si se encontrara algún peligro, podría activar el aura de clase Rex que había almacenado en su alma. Ninguna de las bestias que había visto tenía niveles de inteligencia demasiado altos, así que lo más probable es que cayeran en la trampa y huyeran con miedo.
Decidió, por una vez, que ya era hora de que realmente cuidara de sí mismo. Se sintió realmente bien después de desprenderse de sus emociones el otro día. Con su poderoso as bajo la manga protegiéndolo, podía darse el lujo de relajarse.
Después de colocar las ramas y el ciervo muerto abajo, Dorian rápidamente comenzó a cortar algo de la madera. Empezó a formar una pequeña pila de madera para una fogata, creando una forma de pirámide.
Tomó dos de las ramas más largas, y las enterró en el suelo en lados opuestos de la pequeña pirámide de madera. Descansaron unos cinco pies por arriba de la pila de madera con forma de pirámide.
—Mmm —dijo en voz alta, mirando al ciervo muerto.
—Creo que tengo que sacar los intestinos o algo así, ¿verdad, antes de cocinar? —se frotó una garra contra la frente, tratando de recordar.
En la Tierra había sido un simple graduado universitario. Sabía mucho de matemática y física, había participado en un par de clubs de baile en el campus, pero difícilmente había sido del tipo que sale a acampar. Se encogió de hombros y dijo-. Como sea. Soy un dragón, probablemente estará bien.
Se dio vuelta y tomó una de las ramas más largas. Afiló los extremos de cada lado para hacerlos puntiagudos, midiéndolos de forma que tuviera aproximadamente la longitud entre las dos estacas de madera en el suelo.
Hizo dos agujeros en las estacas, asegurándose de que estaban arriba, y lo comprobó dos veces para estar seguro de que el último trozo de madera podía conectarlos.
Luego se volteó para mirar al ciervo, lamiéndose los labios.
—¡Hora de cocinar!
..
ZUMBIDO
Una pequeña ráfaga de viento sopló hacia afuera cuando el barco volador hecho de magia se disipó, cayendo en la nada.
William miró alrededor de la ladera de la montaña en la que aterrizaron, con cautela.
El viaje hasta aquella localización había tomado muy poco tiempo. El barco que el mago espacial había creado era capaz de moverse a través del espacio a una velocidad anormalmente rápida, parpadeante a través del cielo. También tenía la habilidad de ocultar la presencia de quienes están abordo, lo que significaba que podría ser pilotado en áreas peligrosas.
Habían aterrizado en el medio de las montañas, muy cerca de donde William había capturado ese lobo piel de hierro.
Según Oblong, era debido a la presencia de varias bestias de clase Magnus Magister que acechaban en la región superior de las cumbres de las montañas, así como también él había sentido algo a través de su magia del destino. El aterrizar directamente en el valle entre las cumbres destrozadas probablemente los habría llevado a ser detectados y atacados incluso a través de la protección de la magia espacial cuando estaban en lo alto del cielo. Era más seguro aterrizar en el lado de una de las montañas vacías.
Podrían lidiar con los ataques de varias bestias de clase Magnus Magister si era preciso, pero sería mucho más seguro si pudieran evitarlos, ya que, si empezaban un alboroto, podrían alertar a cualquier anomalía que estuvieran tratando de encontrar.
Lo que exactamente estaban buscando para Oblong no le había quedado claro a William. Sólo que lo sabrían cuando lo vieran.
Solo les tomó unos pocos minutos llegar al valle donde William había encontrado al lobo piel de hierro. Sin embargo, una vez que lo alcanzaron, Oblong les había dicho que se detuvieran.
—Mmm… —el mago gordo del Destino se sentó en el suelo, frotándose el mentón. Una mirada de curiosidad cubrió su cara.
—¿Ha ocurrido algo importante en la historia en esta área en el pasado? —dijo mientras se giraba abruptamente hacia William.
William estaba ligeramente sorprendido por la pregunta repentina. Pensó mucho antes de llegar a una respuesta.
—La leyenda dice que un cazador perdido encontró un gran tesoro aquí, hace más de ochocientos años. También hay una leyenda de que una gran afluencia de bestias se precipitó de estas montañas después de que un meteorito cegador se estrelló aquí, inundando y casi destruyendo el predecesor de Ciudad Yor. Es parte de la razón de los grandes muros de Ciudad Yor.
Oblong prestó mucha atención mientras él hablaba, frotándose el mentón por segunda vez. Se volteó hacia su compañero,
—No me gusta, Graxital. Hay algo extraño aquí, un aura rara de muerte.
El mago del rayo negro se encogió de hombros. En ese momento se encontraba escaneando el área cercana, manteniéndose en alerta. Los guerreros que habían traído habían establecido un perímetro pequeño, que los protegía de cualquier sorpresa.
—No podemos dar marcha atrás ahora —su voz era fría.
Oblong se puso de pie, con su figura corpulenta temblando ligeramente. El mago real Aymon observó todo sin emoción, con un leve indicio de burla en sus ojos.
—Sí, sea lo que sea… —comenzó Oblong, haciendo señas con sus manos—. Todavía creo que deberíamos hacer nuestra trayectoria con cuidado y_
No obstante, antes de que pudiera terminar de hablar, uno de los guardias de Hierro negro de clase Magister se precipitó hacia adelante, su casco se levantó para revelar un rostro de absoluta confusión.
—Eh, señores —la voz ronca del guardia interrumpió a los guardias mientras se inclinaba, y luego se paró en posición firme.
—¿Si? —dijo Oblong, su voz regresó a su ánimo normal.
—Nosotros… eh-, encontramos algo, señor —dijo, tropezando con sus palabras.
—¿Encontraron algo? Bueno, ¿qué es? No nos dejes así, hombre —interrumpió Graxital, con una expresión de molestia en su rostro.
-Eh… em, No sé cómo describirlo. Necesitará verlo por sí mismo, señor-. El hombre se secó el brillo del sudor, haciendo señas detrás de él, donde un pequeño rastro de humo se estaba elevando en el aire.
..
—Cuidado Salum —murmuró Gaia, acariciando lentamente a su lobo de sangre mientras masticaba el cadáver delante de ella. Lo contemplaba con amor.
Un simio de pelo azul grande, de tres metros yacía en el suelo, muerto, con sangre roja fluyendo de su cuerpo hacia el enorme lobo. Un aura roja extraña parecía fusionar a los dos seres, dándoles una apariencia extraña e impía.
Actualmente estaban en medio de las montañas Nebra, muy cerca de un par de cumbres extrañamente destrozadas. Un aire espeluznante llenó esta cadena montañosa, haciendo que tanto ella como Brutus sintieran escalofríos. Algo poco natural, algo mortífero había sucedido aquí.
La magia de sangre, la magia que todos los de su tipo usaban, era increíblemente diversa, con muchas aplicaciones diferentes. Había tantas ramas que se le denominaba un tipo de magia virtualmente ilimitada.
Incluso los humanos estudiaban magia de sangre, buscando revelar sus misterios. Sin embargo, no eran rival para los nobles como ellos. Su lamentable habilidad no era nada al lado de maestros como ella.
—Es solo un lobo de sangre —interrumpió Brutus bruscamente el momento, arruinando la tranquila apreciación de Gaia por Salum.
Gaia se dio la vuelta, mirando al vampiro corpulento. Sus ojos le escupieron dagas mientras le respondía.
—Salum es un chico hermoso, es mucho más que solo un lobo de sangre. Él merece más amor que tú, Brutus—. Sus ojos adoptaron una mirada trastornada mientras respondía, un aura peligrosa empezó a elevarse alrededor de ella. Líneas pequeñas de luz roja comenzaron a rondar alrededor de sus brazos y manos.
Brutus sonrió al ver esto
—¿Quieres empezar de nuevo, Gaia? —dijo mientras aplaudía con sus manos. Inmediatamente, aparecieron dos guanteletes de color rojo sangre, brillando intensamente a la luz de media mañana.
Una mirada de furia apareció en el rostro de la vampiresa mientras luchaba por controlar sus emociones. Lentamente, respiró profundamente, poniendo los ojos en blanco mientras se giraba para mirar a Salum, con una expresión agria en su cara.
—Comeremos más tarde, Salum. Sigamos en movimiento —dijo, acariciando una vez más al lobo de sangre, que se levantó lentamente, alejándose del cadáver de la bestia de clase Magister.
Le dio una mirada más a Brutus antes de seguir al lobo que se dirigía hacia el valle entre las dos cumbres destrozadas, donde una solitaria columna de humo se elevaba hacia el cielo.
..
Dorian sonrió con satisfacción, limpiando sus garras en el río cercano.
El hacer un asador le había resultado exactamente como quería, y crear una hoguera había sido incluso más fácil. Miró atrás hacia el cuerpo del ciervo asado, ya salivando.
La grasa que chisporroteaba, el sabor de la cálida carne cocida rodando en su lengua, los jugos derritiéndose en su boca…
Ya se lo podía imaginar. Hizo un pequeño baile mientras caminaba alrededor del fuego, complacido, con sus atractivas escamas verdes brillando a la luz del sol.
—No tengo ningún condimento o salsa… —murmuró, rascándose la cabeza. Dio un breve vistazo a su alrededor, sin encontrar nada que pareciera un condimento o salsa.
Y, si era perfectamente honesto, no tenía ninguna idea de qué tipo de planta serviría como condimento. ¿Los condimentos estaban hechos de plantas? El perejil lo era, lo sabía. ¿Pero de qué estaba hecha la sal?
¿…Sal?
Se encogió de hombros otra vez, echándole la culpa a su falta de interés en la cocina o la química. Si hubiera sabido que iba a renacer en otro mundo donde la magia existe, se habría preparado mucho más extensamente. No es como si él hubiera pedido estar aquí.
*chisporroteo*
Un sonido chisporroteante despertó a Dorian de sus pensamientos, el ciervo en el asador de madera estaba asándose sin inconvenientes. Caminó hacia el asador, dándole la vuelta al ciervo.
—¿Debería haberle quitado la piel? —se preguntó, al decidir que la próxima vez que cocinara intentaría eso en el futuro.
Mientras observaba la carne asarse en el fuego, se echó hacia atrás por un momento. Sintió como si estuviera en un western de vaqueros, viviendo en la frontera estadounidense. Preparando comida en la naturaleza salvaje, lejos de la civilización.
Como el Lejano Oeste no tenía exactamente dragones, la imagen aún llenaba la mente de Dorian.
La melodía de una canción que había escuchado hace poco en la Tierra, surgió en su mente. Poco a poco comenzó a tararearla, golpeando el ritmo con su pata con garras.
..
A cien metros de distancia, el grupo de humanos magos y guerreros lentamente se deslizó a través de la maleza, escabulléndose. Pronto, llegaron a una abertura en los árboles, donde podían mirar hacia el centro del valle, donde corría un río.
Cerca del centro del valle, el grupo pudo distinguir a un pequeño dragón verde, de pie cerca de lo que parecía ser un gran ciervo que se cocinaba sobre el fuego.
—¡Deténganse! —susurró Graxital con fiereza, mirando al pequeño dragón con confusión. William se congeló con él, con su corazón latiendo de manera nerviosa.
—¿Escuchan eso? —dijo Graxital señalando sus oídos, y luego hacia el centro del valle.
William aguzó sus oídos, escuchando lo mejor que podía. Vagamente, podía distinguir una extraña serie de ruidos… que provenían del pequeño dragón de escamas verdes.
—Country roooads… Take me hoooome… To the plaaaace! I beloooong!
Una voz extraña pero melodiosa prosiguió, haciendo eco en el pequeño valle, aparentemente provenía del mismo dragón pequeño delante de sus ojos.
—West Virginiaaa! Mountain Mamaaaa! Take me hoooome!
Oblong observó al pequeño dragón con incredulidad, con ambas manos extendidas en el aire que daban una sensación de pérdida,
—¿Está… cantando?