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Chapter 10 - La Asociación de Músicos.

Lucien había leído muchas novelas sobre cómo amasar una fortuna de la nada. Tristemente, ninguna iba a serle útil. Siete Fells no eran suficientes para empezar nada.

Mientras que el sol matutino brillaba sobre el mercado, Lucien ya se encontraba cargando una pesada bolsa de mercancía hacia el portón. Sin importar cuán grandes fueran los sueños que tenía una persona, la supervivencia siempre iba primero.

Numerosas gotas de sudor caían desde su rostro. Sus prendas de lino estaban completamente empapadas. Lo peor era el sujeto gordo llamado Gutche que seguía quejándose a su lado:

—Maldición... ¿Un niño? ¡Ten cuidado! ¡No arruines mis cosas! —Se secó la frente con un pañuelo.

«O sencillamente puedes pagar más para encontrar a alguien más...», refutó Lucien mentalmente. Al mismo tiempo, estaba contento de que pudiera obtener un Fell más al realizar todo el trabajo solo.

Finalmente, ellos llegaron al portón. Lucien colocó la mercancía con cuidado en la carreta.

Gutche sacó su cartera a regañadientes y le dio cuatro Fells. Luego, hizo una pausa y habló:

—Chico, lo hiciste bien. El siguiente trabajo también será tuyo.

Lucien hizo todo por sí mismo por un precio mucho menor. No es de extrañar que Gutche se olvidó al final de todas sus quejas.

Tan pronto como Lucien recibió su paga, dos sujetos con pintas de vándalo se le acercaron.

—Trabajamos para Aaron. Soy Andre —se presentó el hombre de cabello marrón. Tenía una cicatriz en la cara.

Lucien ya estaba preparado para esto. Le entregó un Fell.

El otro hombre sencillamente observó a Lucien fijamente y dijo: «¡Dos!»

Lucien soltó unas palabras:

—¡Pero debería ser uno! ¡Todos dan uno! —Sabía que no estaba en posición de discutir, pero sencillamente no podía aceptar ser robado de esa manera.

—Um... Normalmente, Gutche contrata a dos personas, así que les cobramos un Fell a cada uno. Te estamos pidiendo el doble porque hiciste todo el trabajo solo. No veo el problema aquí. —Andre sonrió como si fuera un hombre de negocios decente.

Un segundo después, Lucien bajó la cabeza y le pasó otro Fell al fuerte hombre. No quería ofender a estos pandilleros.

—Chico listo. Conoces la regla. Algunos jovencitos... aman desafiarnos. Pero, verás, nosotros aún estamos aquí, mientras que... algunos de ellos se encuentran al fondo del Río Belem. De acuerdo, Mag. Vámonos. —Andre lo amenazó como si fuera cosa de todos los días y se fue.

Claramente, Lucien odió eso. Ya se encontraba preparado para hacerlo, pero de todas formas no pudo controlarse. Entendía que tanto el alto estatus como la fuerza podrían ayudarlo a deshacerse de todo el sufrimiento.

«Desearía que hubiese algunas pociones mágicas descritas en las notas que me ayudaran a incrementar mi fuerza, así...» Lucien dio su mejor esfuerzo para dejar de pensar. Sabía que era una señal de peligro. Una señal de que estaba siendo tentado a aprender magia.

...

Casi todos en la ciudad conocían el edificio de singular diseño que pertenecía a la Asociación de Músicos. Lucien se enteró rápidamente de que el lugar era llamado "Llama Destellante".

Construido a partir de rectas, torres pequeñas, contrafuertes suspendidos en el aire, vitrales y enrejados en forma de llamas, el edificio entero de cinco pisos poseía una belleza asimétrica y extravagante.

Un delgado hombre de mediana edad con bigote bajó por las escaleras apresuradamente.

—¡Llegas tarde! ¡Te dije que vinieras a la una en punto!

Este hombre era George. Cohn ya se lo había presentado a Lucien. Él trabajaba para la asociación, y parecía conocer bastantes personas de allí.

—George, aún faltan diez minutos para la hora acordada. —Lucien apuntó a la torre de reloj dorada del acaudalado vecindario, cuyo minutero se encontraba cierta distancia delante del número nueve.

Agitando las manos, George le reprochó a Lucien:

—Los limpiadores terminaron su trabajo temprano. Debes retirar la basura apilada allí atrás lo más pronto posible. No quiero molestar a los músicos. Algunos de ellos todavía tienen una presentación esta tarde.

Lucien dejó su carrito rentado con los guardias e ingresó caminando al magno salón brillante.

Cubierto por una alfombra suave y gruesa, el suelo no generaba ningún ruido. Solamente había unas pocas personas caminando a través de la fría y silenciosa sala.

Siguiendo a George, Lucien se acercó a un mostrador a la altura de la cintura en el centro del espacio, detrás del cual estaba sentada una guapa jovencita de ojos verdes.

—¡Tío George! ¿Es ese tu ayudante? —dijo ella como saludo.

Mientras hablaba, sacó una cartera tintineante y se la entregó a George. De acuerdo a la estimación de Lucien, había aproximadamente cuarenta Fells allí dentro. Sin embargo, luego de pagar la renta del carro, solamente obtendría ocho Fells.

Sosteniendo la cartera con las palmas, George sonrió, mostrando sus dientes amarillos, y sus ojos se estrecharon hasta volverse dos rendijas.

—Aunque un poco joven, él es un buen trabajador.

Lucien asintió. No estaba preocupado de que George se quedara el dinero para sí. A pesar de que la Pandilla de Aaron tenía autoridad, esta también tenía que seguir las reglas. Cohn mencionó antes que una vez alguien intentó quedarse algo de dinero, y posteriormente tuvo que compensar el doble.

Cuando Elena estaba a punto de encontrar un sirviente que le muestre a Lucien el camino hacia el patio trasero, un hombre de mediana edad vistiendo un suelto abrigo rojo ingresó. Ella se puso de pie apresuradamente y se inclinó ligeramente.

—Buenas tardes, Señor Victor.

—Buenas tardes, Elena —respondió el hombre educadamente. Tenía ojos azules tan profundos como un océano.

—¿Podrías darme la Crítica Musical más reciente? —Su voz era profunda y fuerte.

Lucien estaba sorprendido. No esperaba encontrar un periódico en este mundo, y mucho menos de temas específicos. Lo que lo impresionó más fue la segregación en el lugar, al pensar en el hecho de que mucha gente en Aderon aún era analfabeta. Él supuso que no mucha gente compraría periódicos.

También se preguntó cuánto costaba el ejemplar.

Victor ojeó las páginas de manera acelerada y le dio a Elena diez Fells. Luego de inclinar la cabeza con educación hacia ambos, se dirigió hacia las escaleras con el periódico bajo el brazo.

Después de que se fue, Lucien le hizo una pregunta a Elena con curiosidad:

—¿El periódico cuesta diez Fells?

Habiendo trabajado en la asociación por un año entero, Elena estaba orgullosa de que pudiera compartir su conocimiento con alguien que tenía el mismo trasfondo lleno de pobreza que ella.

«En el año 426 del Calendario Santo, el Cardenal Adelaide realizó mejoras al método de fabricación de papel. Desde entonces, el precio de este ha continuado en descenso. Ahora, uno puede comprar una docena de periódicos con tan solo un par de Fells. Pero solo los miembros de nuestra asociación pueden comprar Crítica Musical por diez Fells. El resto de personas, incluyendo nobles, tienen que pagar un Nar de plata.

Tanto Crítica Musical como Noticias Sinfonía son las publicaciones de música con más prestigio a lo largo de todo el continente.»

Hizo una pausa, y continuó:

—Cada pieza musical y artículo son producidos por músicos y académicos brillantes. La Crítica Musical de este mes publicó los comentarios de Su Majestad y de la Princesa Natasha sobre el concierto llevado a cabo la semana pasada en el Salón del Salmo.

Además de su deseo de fanfarronear, el rostro bien parecido de Lucien era otra razón por la que ella siguió ofreciendo tanta información.

—¿¡Un Nar!? —Por un momento, un emocionante plan de robar periódicos apareció en su mente. ¡Cinco Nars podrían resolver fácilmente el problema de Lucien! Un segundo después, se dio cuenta de lo ridícula que era la idea: Nadie le compraría a él.

—¡Claro! —Contenta con la interacción de Lucien, Elena continuó hablando:

—¿Piensas que es muy caro? En lugares como Tria, Antiffler, Ifai, Tilis y Anhadur, estos periódicos son muy populares. La gente de allí honra muchísimo la música de Aalto e incluso pagaría un Thale de oro por un ejemplar viejo.

Lucien les dio un vistazo a los periódicos ubicados debajo del mostrador mientras que se esforzaba por resistir sus impulsos. Sin embargo, también obtuvo algo de información a partir de sus palabras: Bajo el dominio de la poderosa iglesia, el tipo de moneda debería ser único a lo largo de todo el continente; en segundo lugar, no debía existir un hechizo de teletransporte. Si lo hubiera, debería tener reglas muy estrictas, o sino los nobles de otras ciudades no leerían periódicos viejos.

Más de diez minutos después, finalmente se le ocurrió a Elena que Lucien aún tenía trabajo que hacer. Se detuvo a regañadientes y le pidió a un sirviente que lo guiara hasta el jardín trasero.

—Haz silencio. No hables fuerte. No hagas ruido al moverte. Dentro de tres meses, el Señor Victor va a realizar su primer concierto en el Salón del Salmo. Recientemente, él ha estado bastante... Um... Sensible —le recomendó amablemente Elena.

Lucien asintió con gratitud y siguió al sirviente hacia el jardín.