El joven llevaba los libros en sus manos mientras caminaba por el pasillo. Su cabello rubio que había peinado con esmero revoloteaba sobre su frente. Había sacado cinco libros de la sala de estudio para poder leerlos de una sola vez en lugar de seguir caminando de un lado a otro perdiendo el tiempo.
La mansión de Rune estaba tranquila, no porque no tuvieran invitados a menudo, sino porque eran las dos de la madrugada; acababa de pasar junto a un reloj de pie del que acababa de salir el murciélago, antes de regresar a su casa. Era tarde por la noche, pero el joven no tenía sueño. Habían pasado semanas desde que fue enviado allí para arreglar su enojo, que en realidad no sabía que necesitaba ser arreglado.