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Chapter 25 - Capítulo 25. Se caen las apariencias –Parte 2

Vivian miró a Leonard antes de caminar con pasos lentos hacia la silla. Ocupó el asiento vació a su lado, y jugó con sus uñas preguntándose si había hecho algo mal. Los criados que trabajaban en la mansión a menudo eran llamados al estudio en solitario cuando vagueaban en sus horas de trabajo o hacían algo mal. Vivian le echó un vistazo rápido a Leonard por debajo de sus pestañas y lo vio mirando hacia adelante con la mandíbula firme. Luego, abrió su boca para hablarle.

—¿Hace cuánto que el Señor Jerome viene a visitar la mansión? –preguntó apoyándose con una mano en el escritorio que estaba detrás suyo.

—Más de un año.

—Hmm, —Leonard asintió con la cabeza. Así que había sido luego de que comenzara a trabajar y le pidiera a Vivian que no le enviara cartas. Si no le hubiera pedido aquello, hubiese sabido el número de hombres que trataban de cortejar a su Bambi. Su mandíbula se movió de disgusto. —¿Y qué tanto lo conoces? –Francamente, estos últimos años Leonard había aprendido a dirigir su enojo hacia otro lado, conteniendo sus emociones. Había intentado comportarse con la apariencia de un hombre dulce, pero ya no podía mantenerla.

Vivian lo miró, su pregunta la había sorprendido levemente. ¿Por qué estaba tan interesado en el Señor Jerome?

—Responde a mi pregunta, Vivian. –su voz sonaba paciente, pero sus ojos decían otra cosa. Demandaba respuestas y esos eran los momentos excepcionales en los que la chica se sentía intimidada por él.

—Mayormente, Jerome habló de trabajo y nada más. –respondió Vivian con franqueza.

—¿Y qué más?

—¿Qué más?

—Sí. –Leonard la empujó a hablar. —¿Has recibido golosinas o regalos de él? –Vivian negó con la cabeza. –Es bueno escuchar eso. No quiero que converses con él a partir de ahora.

—¿Por qué no? –preguntó Vivian.

—Tu trabajo es cuidar la mansión, y no perder el tiempo hablando con él cuando hay trabajos que debes completar. No hablo solo de Jerome, sino de cualquier persona. Luego hablaré con Paul para que él se encargue de los invitados. Después de todo, es el lacayo en la mansión. ¿Está claro?

—Sí, amo Leonard. –Vivian francamente no entendía. Por qué le estaba prohibiendo saludar a los invitados que llegaran a la mansión. ¿No confiaba en que acompañara a los invitados porque pensaba que mancharía su reputación?

—Bien. Y otra cosa, ¿por qué me has estado llamando "amo Leonard"? –se inclinó hacia adelante para mirarla mejor.

—Porque eres el amo de esta mansión, ¿no? –preguntó Vivian, insegura, mientras Leonard le daba golpecitos al escritorio de madera con los dedos. —¿No es así? –Vivian preguntó de manera sumisa.

—Déjame que replantee la pregunta. ¿Por qué me has estado llamando "amo Leonard" y no "Leo"? –Vivian vio cómo Leonard se levantaba e intentaba desabrochar su zapato, que ella corrió rápidamente.

—¿Qué haces?

—Necesito ver algo. Todavía no has respondido a mi pregunta. –le recordó, estirando su brazo para tomar uno de sus pies por el tobillo. Solo aquella acción hizo que el corazón de la chica comenzara a latir rápidamente en su pequeño pecho. Su mente buscó palabras para contestar, pero no encontró ninguna. Él le desabrochaba el zapato. Incluso durante sus cortas visitas cuando vivía en otro lugar, Leonard siempre había sido así. Un poco agresivo, autoritario y, a veces, irracional en sus acciones. Cuando la chica tenía doce años, él había trepado a un árbol y quería que ella trepara también. Como la chicaella se había rehusado, él la había ignorado durante las siguientes visitas.

—El año pasado el Señor Carmichael me regañó por llamarte "Leo". Me dijo que un criado debe dirigirse al amo de manera adecuada. –Vivian recordaba el día que la habían sermoneado; incluso Paul había sido regañado por no preparar a los criados como le debían decir. El Señor Carmichael y su hermano, Sullivan Carmichael, no hicieron más que solo regañarlos aquel día. Sus palabras fueron hirientes y degradantes. Así fuecomo Vivian se dio cuenta de la brecha que había entre sus clases.

—Lamento que hayas tenido que escuchar esto. Mi padre creció con ciertas tradiciones, pero yo no. Al menos, no contigo. –Leonard le ofreció una sonrisa llena de calidez a Vivian. –Bueno, él no está aquí ahora así que no veo la razón por la que tengas que utilizar los títulos honoríficos. –Vivian sintió cómo le quitaba el calcetín. Leonard levantó su pie para inspeccionar la planta, pasando su pulgar, lo que le causó cosquillas a la chica. Luego, lo soltó para desabrochar el otro zapato.

Vivian no tenía idea de qué tramaba Leonard, pero lo dejó hacer lo que quisiera para poder terminar con ello rápidamente y que su corazón se calmara y no resultara en un desmayo por funcionar tan rápido.

La mano de Leonard, que estaba alrededor del tobillo de Vivian, sintió la piel suave de sus delicadas piernas. Aunque algo dentro suyo quería seguir tocándola, el muchacho soltó su pie una vez que terminó de inspeccionarlo para ver si había quedado alguna marca. Leonard recordó que debía esperar un poco más, hasta que fuera el momento indicado.

Sus ojos siguieron la mirada hacia la cara de la chica, que se veía inocente y pura. Sus ojos negros ocultaban una pregunta que nunca pronunció en sus labios. El cabello marrón de la chica estaba cubierto y reposaba a un lado de su hombro. Leonard se paró y colocó sus manos en los bolsillos de sus pantalones.