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Chapter 28 - Capítulo 28. Olvido –Parte 2

Vivian llevaba las tijeras de podar en una mano y un balde vacío en la otra para colocar las ramitas y las hojas y que no cayeran al suelo. Se paró frente a la columna de la derecha y miró hacia ambos lados tomando las ramas y extendiéndolas lo suficiente para cortarlas de una sola vez. La rama delgada era difícil, no se separaba del tallo con un solo corte. Vivian tuvo que tirar de ella hasta que finalmente se separó y pudo arrojarla dentro del balde. No eran solo las columnas del frente las que tenían enredaderas por todos lados. La mayor parte del exterior de la mansión estaba cubierta con enredaderas. A la Señora Carmichael le gustaban mucho y las había plantado cuando había comprado la casa junto al Señor Carmichael.

—¿Qué haces? Si tiras así, lastimarás a las plantas. –Vivian se volteó y vio a Paul parado detrás de ella. Él la miro y luego miró el balde donde estaban los tallos cortados.

—Perdón. –murmuró, disculpándose, y le entregó a Paul las tijeras de podar que estaba usando.

—Sostén esto. –Paul le entregó el tallo. A diferencia de ella, que había tenido problemas para cortarlo, el hombre pudo separarlas de un solo movimiento. Quizá por esto es que la gente confía en la experiencia, pensó Vivian. –Así es cómo se hace. Gracias, yo seguiré con el resto.

–Los ojos de Paul inspeccionaron las ventanas de la mansión, mirando una tras otra con una sonrisa. –Tendremos que limpiar las ventanas de allá arriba.

—¿Otra vez? –preguntó Vivian ladeando la cabeza.

Hacía menos de una semana había limpiado las ventanas y las había dejado impecables. Myril y Freddie se han llevado la escalera para arreglar la luz al fondo de la mansión. Y no creo que sea muy firme porque cada vez que me paro en alguno de los peldaños de arriba puedo sentir que se mueve, esperando para dejarme caer en el suelo duro.

—Déjame que hable con Lady Renae. Quizá necesitemos más de una escalera esta semana.

–Definitivamente necesitarían más de una escalera. Con el cumpleaños de Leonard justo a la vuelta de la esquina, sólo a tres días, Vivian sabía que los Señores Carmichael querrían organizar una gran fiesta para su hijo, que además había recibido de su padre el título de Duque. –Y con cuidado, otra vez. –le dijo Paul sobre sus hombros mientras caminaba de nuevo hacia la mansión.

El cumpleaños de Leonard. Al pensar en ello una sonrisa apareció en la cara de Vivian. Había esperado ese día desde que el joven había regresado a la mansión.

Había pasado toda su vida en la mansión Carmichael, y había llegado a encariñarse con algunas personas: Martha, el ama de llaves; Paul, el asistente; Grace, que era la hermana de Paul, y su hijo Thomas; Burton, el cochero; Leonard, y la Señorita Shelby, que era una vampiresa que vivía cerca con sus gatos. Y no podía olvidar al Señor Jerome, que era un vampiro amable y apuesto que la trataba más como a una señorita que como a una criada, cada vez que los visitaba. Básicamente, Vivian se preocupaba por todas las personas que se cruzaran con ella y fuera amable y respetuosa. Era una conducta que había adquirido de la difunta ama de llaves.

Afortunadamente, había terminado de tejer el suéter antes de que llegara el cumpleaños. No había podido tomar las medidas directamente de Leonard, pero había medido las camisas que iban a la lavandería. Había tenido un cuidado excepcional, para asegurarse de que el suéter le quedaría bien, corroborando la longitud de las mangas y contando el espacio entre sus hombros anchos, al usar sus manos como cinta medidora. Había elegido la lana color granate porque tenía en mente los hermosos ojos rojos de Leonard, detrás de los cuales había encontrado emociones. Esperaba que le gustara porque las palabras del muchacho realmente le importaban. Si Leonard y Vivian tenían algo en común, era la forma en la que se interesaban el uno en el otro.

Quitó las manchas de lodo de algunas hojas con sus manos y luego se limpió en su delantal. Cuando estaba por tomar el balde de tallos y ramas para tirar, que luego serían quemados, notó a alguien detrás de los arbustos. La atmósfera era oscura y la poca luz que había adornado el lugar por la mañana, estaba escondida nuevamente detrás de las nubes, por lo que el clima era oscuro y sombrío. De la sorpresa, Vivian terminó tropezando con la columna de la derecha, y había logrado sostenerse, justo antes de que su cara se golpeara contra la piedra, aunque ello no había evitado que las ramas que había cortado la lastimaran.

Levantó la vista y no encontró a ninguna sombra. Se preguntó si había alguien allí realmente o si había sido su imaginación. Se mordió el labio inferior y se balanceó hacia atrás y hacia adelante para inspeccionar el lugar, pero parecía que hubiera nadie.

Miró una vez más, y se dio la vuelta. Se encontró con Leonard y Lady Shirley que caminaban a través de las grandes puertas de la entrada principal. Hablaban sobre algo que Vivian no llegaba a oír.

Al ver a Vivian al frente, Lady Shirley dijo con preocupación:

—¿Te encuentras bien? Tienes la cara lastimada.

—¿Te has caído? –Leonard frunció las cejas, mientras sacaba un pañuelo de sus pantalones. Caminó hacia Vivian y colocó la tela blanca fresca sobre su mejilla. –Sostén la tela en tu mejilla. –recomendó. —¿Te encuentras bien?

—Estoy bien. —aseguró Vivian con una sonrisa, pero el muchacho no estaba satisfecho.

—Déjame ver. –dijo Leonard girando la mejilla de la chica para inspeccionar la línea profunda que bajaba desde su ojo.

Lady Shirley estaba parada en su lugar mirando a Leonard y a la criada que el muchacho estaba cuidando, olvidando que ella lo estaba acompañando.

No había notado la forma en la que la voz del joven Carmichael había descendido unas octavas al dirigirse a la criada. Era la primera vez que veía a esa criada. Shirley, que tenía dieciséis años, ya había establecido en su cabeza que debía casarse con Leonard, cuando su madre la había presentado ante los Señores Carmichael y su hijo. Eso era lo que su madre quería. Su familia venía de una línea de vampiros estándar. Todo iba bien hasta hace un año a su padre lo había asesinado una bruja negra.

Desde que conoció al joven Carmichael, se quedó encantada por su presencia. Y se pudo dar cuenta de que cualquier persona se sentía de la misma manera ante él. Los celos crecieron en el corazón de Lady Shirley al ver cómo Leonard hablaba con la criada que era de clase más baja que ellos.

—Tienes que limpiar la herida antes de que se infecte. —Aquellas palabras parecieron llevarse toda la atención y la criada dio unos pasos hacia atrás.

La mano de Leonard había quedado suspendida en el aire cuando Vivian había retrocedido para tener suficiente espacio entre ellos. Su corazón comenzó a acelerarse gradualmente y, queriendo desviar toda la atención que recaía sobre ella en ese momento, se disculpó y se retiró, no sin antes echarle otro vistazo al arbusto.