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Chapter 18 - Capítulo 18 — El león regresa - Parte 1

Las blancas paredes de la habitación estaban salpicadas de sangre y un cuerpo yacía en el suelo como si fuese un pez intentando respirar cuando lo sacaban del agua. El hombre que estaba en el suelo luchó, su mano trataba de alcanzar a la persona que estaba frente a él. Pero antes de que pudiese agarrar la pierna de la persona, su mano fue pisada por los zapatos de tacones, un doloroso gemido salía de su boca ensangrentada.

—Por favor, señor —suplicó el hombre, su cara estaba moldeada por el dolor, su cuerpo estaba débil después de haber sido golpeado.

—Dime, ¿cómo terminamos así?

El Señor Nicholas retorció sus pies para poner más presión en la mano del hombre, donde los huesos debajo de su zapato podían oírse crujir en el silencio, excepto por los gemidos del Sr. Harlow.

—Su súplica sólo me está haciendo enojar, Sr. Harlow. Pensé que teníamos un trato muy claro entre nosotros. Tu trabajo era muy sencillo. Encuentra a las brujas y tráemelas. No recuerdo haberte pedido que se las entregases al Señor del Norte. ¿Dije algo como eso Leonard?

—No.

Leonard, que estaba de pie no muy lejos con las manos que acababan de ser utilizadas para golpear al Sr. Harlow, contestó. Su pelo rubio había crecido un poco más largo en los costados, una pendiente que se formaba por detrás fue cortada en forma decreciente. Sus largas pestañas se agitaron una vez perezosamente, deslizando su mirada sobre el hombre antes de salir aire de su boca. Si no fuese por el hecho de que no sólo había golpeado al Sr. Harlow, sino que también había matado a su esposa, cuyo cuerpo ahora estaba en la mesa del comedor, uno diría que el hombre había crecido para parecerse a un ángel.

Con los años que habían pasado, Leonard había crecido bajo la guía de Sir Malcolm Rufus. Malcolm era un concejal retirado que una vez sirvió en la división de medio vampiro y su creación. Con Leonard, que fue enviado a quedarse con el hombre para aprender las formas estrictas de las formas de los vampiros de sangre pura y para evitar que el consejo se metiese en el asunto. El Señor Nicholas se había interesado en el niño, sabiendo que el niño podría ser moldeado para ser un gran potencial en el futuro. Había tomado el asunto en sus manos y lo había llevado a la ciudad donde vivían Malcolm y el Señor, que estaba en el corazón de Bonelake, lo cual no estaba lejos del lago de los huesos. Aunque la ira no le fue quitada completamente al muchacho que había crecido para ser un hombre, él había aprendido a usarla para convertirse en un mejor concejal como Malcolm.

—¿Qué crees que deberíamos hacer con un traidor como tú?

Leonard vio al Señor levantar los pies de la mano del Sr. Harlow.

—¡Perdóneme, Señor! ¡Esto no volverá a pasar, lo prometo! Tiene mi palabra...

—Tus palabras significan muy poco para mí. Muy bien —suspiró el Señor, dando un paso atrás, fue a ver la pila de libros que estaba bien organizada antes del sangriento desorden que se había causado. El Sr. Harlow se sintió aliviado por un momento hasta que escuchó las siguientes palabras que se pronunciaron en un susurro—: Es tuyo, Leonard —murmuró mientras miraba los libros.

Leonard se empujó de la pared, caminando hacia el hombre que temblaba de miedo por su querida vida al ver al hombre rubio acercarse con cada paso que daba hacia él.

—¡Por favor, no me mates! Nunca quise hacerlo... ¡¡Argh!!

Leonard atravesó con su mano el pecho del hombre, su guante, el cual comenzaba en su muñeca y terminaba en sus dedos medios, se sumergió más profundamente en la carne del hombre hasta que encontró el corazón para envolverlo y apretarlo. El hombre se quedó quieto después de unos segundos y Leonard sacó la mano del pecho.

Si algo había aprendido, era la cantidad de placer que le daba al torturar a una persona lentamente. Era una de las formas en que dio salida a su temperamento. Algo que el Señor Nicholas le había enseñado.

Tomando un paño que estaba alrededor se limpió limpiarse los dedos. Sin esperar al señor, se alejó de la escena del asesinato para salir de la casa donde el cielo estaba oscuro. Era una noche sin luna y sin estrellas como de costumbre para la gente de Bonelake. Las pesadas nubes se cernían sobre él, esperando para derramarse y lavar la evidencia de lo que habían hecho allí.

Cuando el cochero del Señor sacó los cuerpos de la casa, arrastrándolos hacia el bosque, Leonard encendió su cigarro, tomando una gran bocanada de él antes de soltarlo en la fría noche.

Oyendo pasos por detrás, miró al rabillo de su ojo para ver al Señor Nicholas con un libro en la mano que debió haber tomado del estante dentro de la casa.

—Has estado mejorando —dijo el Señor, volteando el libro y revisando el contenido al azar—. ¿Sabías que hay hechizos que pueden ser usados por vampiros como nosotros para controlar a los vampiros a los que convertimos? Quién iba a decir que encontraríamos algo tan fascinante.

Una vez que Leonard había comenzado su expedición junto al Señor, había llegado a saber que el Señor tenía sus propias peculiaridades. Una de ellas era 'pedir prestado libros' a los hombres y mujeres que mató. No lo cuestionó porque no era algo que le interesase, no es que no pudiese preguntar.

—Pridmore ha empezado a sospechar de sus frecuentes viajes a otras tierras —dijo Leonard después de otra bocanada de su cigarro—. El otro día lo escuché hablando con Lionel sobre la Sra. Ventress.

—Ventress —el Señor Nicholas chasqueó su lengua—. No tienes que preocuparte por eso. Devon se encargará del asunto. ¿Lo has empacado todo? —preguntó, ganándose la atención de Leonard.

—Sí—contestó, preguntándose si el Señor Nicholas recibió la noticia de Malcolm.