Rueben fue quien habló en la sala: —Disculpas por interrumpir su mediodía de paz, duque Leonard. Esperamos no estar interrumpiendo nada.
—No se preocupes, concejal Rueben. Si hubiéramos estado ocupados lo habría completado antes de saludarlo —respondió Leonard con cara seria, pero Lionel, su superior, aclaró su garganta y el Señor Nicholas no pudo detener la sonrisa que se le había arrancado de la comisura de los labios.