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Chapter 12 - Capítulo 12 - Venganza (Parte 2)

Alejandro acababa de regresar del Concejo con Elliot y decidió visitar a la pequeña humana. Al no encontrarla en su habitación, sintió sospechas. La habitación estaba vacía, como si la niña no hubiera dormido ahí. Cuando salió, escuchó el ruido del vidrio roto, y al acercarse, encontró a Cati. Sus ojos la estudiaron rápidamente, evaluando su condición actual, pero el golpe en su mejilla enfureció a Alejandro.

Cati se levantó cuando lo vio, y cuando Alejandro dio un paso al frente, la niña retrocedió, lo que irritó a Alejandro. Notaba el miedo en los ojos de la niña.

—¿Qué haces en la habitación de otro vampiro? —preguntó mirándola fijamente, y sintiendo su mirada.

Al oler la sangre, frunció el ceño y agregó: —Tu dedo está sangrando. ¿En qué pensabas? ¿Por qué recogiste esos vidrios rotos?

Tomó el dedo de la niña con su mano y lamió la sangre. Pronto sintió que la niña se desmayaba y la cargó en sus manos. Se preguntaba qué hacía en esta área de la mansión, que era asignada a invitados.

Fue entonces cuando escuchó las palabras de la Señora Magdalena: —¿No has limpiado el piso, patética humana? —preguntó la Señora saliendo del baño —. Oh, Señor Alejandro —agregó con un tono sorprendido.

Alejandro observó a la señora y luego a la niña que acababa de desmayarse.

—La veré en la habitación de la cámara, Señora Magdalena —anunció antes de partir, sin dar explicaciones.

Al ir a su habitación, acostó a la niña en la cama, pensando que estaría segura. Al salir, cerró la puerta. En el pasillo se encontró a Elliot y a Sylvia, que parecía preocupada y estaba a punto de preguntar algo cuando Alejandro interrumpió: —Sylvia, ve a mi habitación y trae a Cati cuando se despierte. Elliot, reúne a todos en la cámara en una hora —ordenó mientras bajaba las escaleras.

La habitación de la cámara era un cuarto construido por el abuelo de Alejandro, Vlad, con la finalidad de transmitir órdenes a todas las personas de la mansión o discutir los castigos cuando había problemas. Al entrar en la habitación, Alejandro se sentó en el trono, los cuatro vampiros élite estaban de pie frente a él, y los empleados permanecían a los costados de la cámara. Gisela, Loren, Magdalena y el viejo observaban al Señor de Valeria, cuyos ojos permanecían cerrados en un gesto pensativo. Sylvia estaba en la multitud con Cati, y Elliot, de pie junto a Alejandro, aplaudió fuertemente para llamar la atención de todos, causando un silencio total.

Cuando Alejandro abrió los ojos, estos eran de un profundo color rojo.

—Traigan a la niña —dijo señalando a Cati.

Un guardia avanzó con la niña hacia donde estaban los cuatro vampiros.

—¿Puede alguien explicarme qué sucedió en mi ausencia? ¿Por qué mi tercero a cargo encontró a Sylvia atada en su habitación? —preguntó sin dirigirse a nadie específico—. ¿Nadie?

Gisela no esperaba que regresara tan pronto. Planeaba abandonar el imperio al atardecer, pues había disfrutado su estadía, pero no parecía que esto fuera a suceder. Se dio cuenta de que estaría en problemas si no se defendía.

—Señor de Valeria, si me permite. Esta niña —comenzó a hablar Gisela con voz melosa—, robó el collar de la Señora Loren y lo escondió en su habitación.

—¿Es cierto? —Alejandro le preguntó a Cati, que negó con la cabeza.

—¡Miente! Lo encontramos en su habitación —afirmó la Señora Loren, apoyando a Gisela.

—Señor, si me permite, la niña traía un lobo rabioso al castillo. Como todos sabemos, los lobos no son criaturas amigables. Sólo Dios sabe qué planeaba hacer con él —agregó la Señora Magdalena.

El Señor de Valeria los observó fijamente antes de dirigirse al hombre.

—¿Tiene algo que decir, señor? —preguntó Elliot al verlo incómodo.

—Sí vi a la niña con el lobo cuando salí con la Señora Magdalena al establo —respondió el hombre.

—¿Así es? —insistió Alejandro—. Golpear a una niña y asignar castigos sin evidencia de que fue la responsable del robo es considerado un crimen aquí. En cuanto al lobo, yo fui quien se lo dio —agregó, sorprendiendo a la vampiresa mayor.

—¿Qué? —susurró.

—Correcto. Si recuerdan, es mi invitada. Así que veamos qué tenemos aquí—confirmó Alejandro con una sonrisa burlona —. Golpear a una humana sin evidencia, hacerle pasar hambre, asesinar a un animal y, por último, atar a una de los comandantes. ¿Estoy en lo correcto? —preguntó.

Las acusadas parecían aterradas ante las consecuencias que vendrían.

—¡Sí! ¡Sí! —el grito llenó la habitación.

—¿Cuál es la naturaleza de tu relación con esa humana? —preguntó Gisela, incapaz de esconder su odio y furia. La máscara con la que se ocultaba cayó lentamente —. Es una patética humana sin una gota de sangre pura. ¿Por qué la tratas como una igual?

—Señor Alejandro, lo que hace no es correcto. Ubica a una humana por encima de nosotros, sin ningún linaje. ¿Sabe qué sucederá si el imperio se entera de esto? ¿Cuando los vampiros se enteren de esto? —amenazó de forma indirecta la Señora Magdalena.

—Catalina, ven acá—dijo Alejandro.

La niña se acercó y colocó su mano en la del hombre. Sin esperar un segundo más, mordió el cuello de la niña, que se estremeció al sentir el dolor. Cuando la soltó, toda la cámara se llenó de gritos ahogados de las personas al ver la marca en el cuello de la niña. Alejandro habló: —Estoy seguro de que ese ya no es un inconveniente.

—Sylvia, regresa a la niña a su habitación —ordenó Alejandro.

Cuando salieron, continuó: —¿Qué haremos con este asunto? Después de todo, cosechas lo que siembras. ¿No es cierto, querida Gisela? —preguntó con un gesto.

—He escuchado de casos en los que cortan las manos o ejecutan al culpable en situaciones semejantes —dijo Elliot frotando su mentón e intercambiando una mirada con la Señora Magdalena.

—¡Lamento haber sugerido que la niña robó! —habló frenéticamente la Señora Loren, pero ya no había vuelta atrás.

—La Señora Loren y usted serán privados de sus títulos. Mientras que la Señora Magdalena perderá, además de su título, las manos que tanto valora. Mi querida Gisela, ¿qué puedo decir? Fue divertido mientras duró, pero estoy seguro de que serás recordada. Guardias, preparen una ejecución por traición —ordenó Alejandro antes de salir de la habitación con Elliot.

Cuando estaban solos en el patio en la cima del castillo, Elliot preguntó: —¿Sabes lo que hiciste al morderla?

Tenía el ceño fruncido y miraba fijamente a Alejandro, que respondió: —Lo sé.

En el mundo de los vampiros, había diferentes formas de marcas. Una era el vínculo entre maestro y sumiso. Otra marca era la que representaba la pertenencia al pacto de un vampiro. Y también existía la marca empleada para formar un lazo de almas donde el vampiro escogía a la persona como compañera. La vida de un humano era insignificante para un vampiro, y aunque no estaba dispuesto a admitirlo, Alejandro se había encariñado con la niña, como si fuera una mascota.

Para evitar la situación, Alejandro mordió a la niña frente a la multitud, dejando una marca similar al lazo de almas, haciendo creer a todos que la había reclamado como propia aun cuando ese no era el caso. Pero de cierta forma, sin darse cuenta, había atado su alma a la de la niña.