Tesorito dormía profundamente mientras que Ning Xi se levantó de la cama para ver qué había ocurrido.
Al abrir la puerta del dormitorio, vio que Lu Tingxiao estaba sirviéndose agua. Con una mano se atajaba la panza y su rostro estaba pálido como el de un fantasma.
—Señor Lu, ¿se encuentra bien? —dijo Nig Xi acercándose rápidamente a él.
—No es nada.
—¿Le duele el estómago?
Lu Tingxiao se mantuvo en silencio, y Ning Xi supo que había adivinado correctamente. Él no podía tolerar la comida picante. ¿Pero si no podía tolerarla, por qué la había comido?
—Aguarde un segundo, le traeré algún remedio.
Por suerte, tenía muchos suministros médicos en su casa. Se apresuró en traerle un remedio para el estómago.
—Tiene que tomar las dos pastillas.
—Gracias —dijo Lu Tingxiao, y tomó las cápsulas de la palma de Ning Xi. La frescura de su piel tocando la suya le dio un shock que se grabó en su corazón.
Era muy tarde en la noche, y con semejante belleza parada frente a ella en una situación tan difícil y peligrosa, ¡era muy fácil encender la mecha!
Ning Xi empezó a recitar ecuaciones matemáticas en su cabeza para calmar a su corazón. Mientras observaba a Lu Tingxiao tomar los remedios, sintió que no sería apropiado dejarlo solo en esa situación, y entonces decidió acompañarlo por un rato.
—¿Está mejor ahora? ¿Necesitamos ir al hospital? Disculpe, no sabía que usted no comía comida picante…
Originalmente, ella se había preocupado por Tesorito. Pero al final, él se encontraba bien y Lu Tingxiao, no. ¿Qué clase de situación era esta?
—No es para tanto.
Ambos se mantuvieron en silencio por un rato, hasta que Lu Tingxiao finalmente abrió la boca.
—Esta noche vinimos a molestarte porque Tesorito quería verte.
—¿Tesorito quería verme? —preguntó Ning Xi sorprendida.
—Después de que lo salvó, y tras el susto que tuvo en el depósito del bar, Tesorito confía mucho en usted —explicó Lu Tingxiao.
Ella se dio cuenta de que si Tesorito estaba cerca o era el tema de conversación, el porte frío de Lu Tingxiao se suavizaba. No inspiraba tanto miedo como lo había hecho el otro día en el hospital.
—Así que así fue eso —dijo Ning Xi, asintiendo.
El ambiente que se creaba cuando uno estaba despierto tan tarde solía hacer que la gente baje la guarda y confiese sus preocupaciones. Entonces, Ning Xi le preguntó algo en lo que había estado pensando bastante.
—Si me permite preguntarle algo…¿Tesorito aún no sabe hablar?
Nunca había escuchado que Tesorito emita una palabra. El niño sólo sabía asentir o agitar la cabeza.
—No es que no sepa hablar. Simplemente no quiere hacerlo —dijo Lu Tingxiao.
—¿Entonces es algo sicológico? —preguntó Ning Xi, frunciendo el ceño.
—Sí.
Lu Tingxiao no tenía intenciones de esconder nada.
—Esto…
Era como si lo hubiera adivinado. En cuanto a qué había ocurrido para que el niño sufriera un trauma como ese... Ning Xi no se animó a indagar acerca de ese secreto.
—Señorita Ning…—dijo Lu Tingxiao, fijando su atención en ella de la nada. Su Mirada era fría. Sin embargo, le causaba un sentimiento abrasador que la excitaba y cansaba.
—¿Sí?
Ning Xi se congeló ante su Mirada.
—¿No nos conocemos de algún lado? —preguntó Lu Tingxiao.
Si cualquier otra persona le hacía esta pregunta, Ning Xi habría asumido que la otra persona estaba coqueteando con ella, usando esa frase completamente gastada. Pero la persona con la que hablaba era Lu Tingxiao. Además, había algo enteramente honesto y serio en la expresión de sus ojos.
—No lo creo. Si hubiera visto a una persona como usted, Señor Lu, es imposible que no me acuerde. Eso…¿Hay algún problema?
El tono de Ning Xi era firme. Incluso si era la mayor de la familia Ning, no había la más remota posibilidad de haber conocido a Lu Tingxiao, quien era de una clase diferente y más alta.
—No es nada —dijo Lu Tingxiao, dirigiendo su mirada oscura como la noche hacia afuera, en dirección a la ventana. Parecía estar decepcionado.
Sí este tipo de conversación frente a frente continuaba, ¡el ambiente no sería bueno!
—Señor Lu, si se encuentra bien ahora, voy a volver a la cama —dijo Ning Xi cuidadosamente.
Lu Tingxiao vio a través de sus palabras y blandió su mano.
—No hay apuro. Siéntate.
¿¡No hay apuro!? ¡Ella sí tenía apuro! ¿Okey?