Ning Xi se sentó como si fuera un estudiante obediente en un salón de clases. Su rostro parecía indicar que estaba a punto de llorar.
Lu Tingxiao reposó su cabeza en una mano.
—¿Realmente me tienes tanto miedo?
El Lu Tingxiao de la noche era mucho menos reservado que su versión diurna, por lo tanto era aún más peligroso. Ning Xi agitó su cabeza como un sonajero, pero luego asintió.
—Usted es un rey. ¿Quién no le tendría miedo?
—¿Así que porque todos me tienen miedo, tú también me tienes miedo? Todas las otras mujeres quieren casarse conmigo. ¿Pero entonces, por qué tu no quieres? —le respondióél débilmente, revolviendo el agua en su vaso.
Esa pregunta asustó tanto a Ning Xi que casi se cayó de la silla. Pensó que ya había esquivado esa bala por el día, pero había sido demasiado inocente. La pregunta también le hacía sentir como si mil cuchillos se dirigían hacia ella. ¿Cómo se suponía que debía contestar?
Ning Xi levantó una mano temblorosa.
—Antes de que responda a esa pregunta, ¿puedo preguntar yo algo?
—Claro —dijo Lu Tingxiao y asintió.
—¿Por qué yo? ¿Es porque Tesorito confía en mí? Creo que esto es sólo temporal. Espere a que sus emociones se calmen y todo estará bien. Incluso si siempre va a ser así, no hay necesidad de que usted… no necesita forzarse a…
Ning Xi estaba siendo honesta, intentando aconsejarle y persuadirle.
Lu Tingxiao bajó el vaso que sostenía en la mano y levantó la mirada para verla frente a frente.
—Señora Ning, creo que te lo expliqué claramente desde un principio. Porque salvaste a Tesorito, he decidido pagarte con mi cuerpo.
El corazón de Ning Xi estaba clamoroso.
Esta explicación es tan extraña. Me ciega. No hay forma que pueda aceptar esto, ¿verdad?
Sentía que no había forma de que entendiera y por eso seguía persistiendo, así que optó por poner una expresión apologética.
—Señor Lu, realmente aprecio sus intenciones, pero no soy una persona que quiere casarse, así que…
Lu Tingxiao frunció el ceño.
—¿Entonces sólo quieres acostarte conmigo? ¿Y no quieres casarte?
—Así es. ¡Pah! No, no no…¡No es eso lo que quise decir!
Ning Xi estaba lista para arrodillarse ante él.
¿Podrías no decir cosas tan horrorosas?
—Qué lástima. El matrimonio es un prerrequisito para que yo acepte tener relaciones sexuales.
—¿Quién te creería eso? —dijo Ning Xi, sin poder evitarlo—¿Acaso no tuviste un hijo fuera del matrimonio?
Lu Tingxiao miró a través de la ventana con una expresión despistada.
—Tesorito fue un accidente. Ni siquiera sé quién es la madre.
—…
¿Por qué todo esto sonaba tan horrible?
—¿Es porque te molesta que tenga un hijo? —preguntó Lu Tingxiao abruptamente.
—¡Imposible!
Como Lu Tingxiao había dicho: si abres el cerebro de cada mujer que vivía en la ciudad, sabrías que todas querían ser la madrastra de Tesorito. ¿Cómo es posible que eso le molestara?
—¿Entonces por qué?
Viendo la expresión de Lu Tingxiao, Ning Xi supo que él no la soltaría hasta que responda la pregunta.
Ning Xi levantó la cabeza y soltó un suspiro.
—Señor Lu, el matrimonio no es un juego. Ya sea porque quiere pagarme o fuera cual fuera la razón, por lo menos deberíamos conocernos primero. ¿Acaso sabe qué clase de persona soy yo? ¿Sabe algo sobre mi pasado?
—La persona con la que me quiero casar es tu versión del presente. Tu pasado no tiene nada que ver conmigo.
Por supuesto que esa sería la respuesta de Lu Tingxiao. Era de lo más tiránica y despótica. La expresión de Ning Xi se heló.
—Sólo que, mi pasado es una parte de mí. No puedo cortar esa parte de mí misma para casarme con usted. Señor Lu, no hay motivo para estar con alguien que tiene diferentes principios. Sinceramente le aconsejo que retire su ridícula oferta.
A sus palabras le siguió un silencio gélido.
Justo cuando Ning Xi pensó que la otra parte estaba tan furiosa por la vergüenza que estaba por saltar de la ira, Lu Tingxiao abrió la boca y dijo con calma:
—Entiendo.
Entonces, Ning Xi se relajó.
—Me voy a acostar entonces. Buenas noches —le respondió ella.
—Buenas noches.
El hombre miró fijamente a esa silueta que parecía tan frágil. Su mirada era tan insondable como el océano. Lo único que no había cambiado era el hervor abrasador en el fondo del mar.