Chereads / Danimisa1138 / Chapter 1 - Pokémon: Destino Fracturado

Danimisa1138

Dani_Misa
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Synopsis

Chapter 1 - Pokémon: Destino Fracturado

Acto 1 – El Comienzo de la Aventura

Capítulo 1: Elige tu camino

El sol nacía sobre la región de equinox, pintando el cielo con tonos cálidos mientras las primeras brisas de la mañana recorrían los campos. En una pequeña ciudad costera llamada Azuria, un joven de mirada decidida ajustaba su mochila, observando la Poké Ball en su mano con una mezcla de emoción y nerviosismo. Este era el primer día de su viaje, el primer paso para convertirse en alguien capaz de hacer la diferencia en una región donde la sombra de La Orden se extendía cada vez más.

El Profesor Arthur , un hombre de semblante amable pero marcado por la preocupación, El profesor abrió las esferas, dejando salir a los tres Pokémon iniciales. Todos tenían su encanto, pero cuando sus ojos se posaron en el pequeño Cyndaquil, sintió algo especial. El fuego de su espalda chisporroteaba débilmente, pero sus ojos reflejaban determinación.

—Eliges a Cyndaquil, ¿eh? —dijo Arthur con una leve sonrisa—. Un buen compañero para alguien con espíritu luchador.

El protagonista extendió la mano y el Pokémon la tocó con su hocico. En ese instante, supo que había tomado la decisión correcta.

—Cyndaquil, desde hoy seremos compañeros.

El Pokémon chilló suavemente en respuesta, y Arthur le entregó su Poké Ball junto con una Pokédex.

—comentó el profesor con una sonrisa cansada—. Cuídalo bien. No es fácil ser un entrenador en estos tiempos.

El joven asintió con determinación. No era solo el deseo de convertirse en un gran entrenador lo que lo motivaba; la región estaba en un estado de miedo constante debido al control de La Orden, y si nadie hacía algo, las cosas solo empeorarían.

"Si los líderes de gimnasio no se atreven a enfrentarlos… entonces lo haré yo."

Con su Poké Ball firmemente sujeta, el protagonista partió de Azuria con la vista puesta en el horizonte.

Después de horas caminando por la ruta, el protagonista decidió descansar cerca de un claro. Se sentó bajo un árbol, dejando que Cyndaquil estirara sus patas.

Fue entonces cuando un fuerte batir de alas llamó su atención. Un Pokémon de plumas oscuras descendió pesadamente, con heridas visibles en su cuerpo. Era un Corvisquire, y estaba en problemas.

Antes de que pudiera reaccionar, un grupo de Spearow y Fearow lo rodeó, graznando con furia. Estaban atacándolo sin piedad, como si lo consideraran una amenaza en su territorio.

El Corvisquire intentaba defenderse, pero estaba en clara desventaja.

El protagonista no lo pensó dos veces.

—¡Cyndaquil, ayúdalo!

El pequeño Pokémon rugió y lanzó un Ascuas, dispersando a los atacantes momentáneamente. El Corvisquire, al ver la oportunidad, se unió a la pelea, luchando junto a ellos.

Finalmente, tras un último Placaje de Cyndaquil y un Picotazo de Corvisquire, los Fearow decidieron retirarse.

El protagonista se acercó lentamente al ave herida.

—Tranquilo… estamos aquí para ayudar.

El Corvisquire lo miró, respirando agitadamente, pero sin rastro de hostilidad. Luego de un momento de tensión, se acercó y posó su pico en su brazo.

—¿Quieres venir conmigo?

El Pokémon asintió débilmente.

Con una sonrisa, el protagonista sacó una Poké Ball y, sin oponer resistencia, Corvisquire entró en ella.

Ahora tenía un nuevo aliado.

 

Capítulo 2: Encuentro con la pesadilla

Después de varios días de viaje, Cuando llegó al Pueblo Ferrita, algo no estaba bien. Las calles estaban vacías. Desde la distancia, se escuchaban gritos y el sonido de algo pesado golpeando el suelo. contacto visual con los extraños, y algunos comercios mantenían sus puertas cerradas en pleno día.

Fue entonces cuando lo vio.

Un hombre de cabello desordenado y ojos llenos de una locura inquietante se encontraba en medio de la plaza, sosteniendo a un anciano por el cuello mientras varias personas observaban con terror, sin atreverse a intervenir. A su lado, un Garchomp con una mirada sádica mantenía a raya a la multitud.

—¿Nadie quiere jugar? —dijo el hombre con una sonrisa torcida—. Qué aburrido.

El protagonista sintió su sangre hervir. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la escena, sacando su Poké Ball.

—¡Déjalo en paz!

Raziel giró la cabeza lentamente, como si apenas estuviera procesando sus palabras. Luego sonrió con un brillo peligroso en los ojos.

—Oh… qué valiente —murmuró, dejando caer al anciano sin cuidado—. ¿Quieres hacer esto más interesante?

Antes de que el protagonista pudiera reaccionar, Raziel chasqueó los dedos.

—Garchomp, despedázalo.

El dragón rugió con una sed de sangre evidente y se lanzó contra el protagonista.

Todo pasó en un segundo.

Un impacto sordo resonó en el aire cuando un Machamp interceptó el ataque con una de sus cuatro manos.

Un hombre alto, de cabello oscuro y con una sonrisa despreocupada lo miraba de reojo.

—Oye, oye. No está bien jugar así con los niños.

El protagonista lo reconoció al instante. Atlas, el líder de gimnasio de tipo Lucha.

Raziel lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión.

—Vaya, si es el héroe de la región —dijo con burla—. ¿Todavía no aprendes la lección?

Atlas levantó su único brazo y señaló el muñón donde debería estar el otro.

—No necesito dos brazos para patearte el trasero.

Raziel se carcajeó.

—Hoy no tengo ganas de jugar contigo —dijo con un tono despreocupado—. Ya obtuve lo que buscaba.

Con un silbido, sacó una Poké Ball y en cuestión de segundos, su Corviknight descendió desde el cielo. Sin perder el tiempo, Raziel montó en su lomo.

—Nos veremos pronto, Atlas. Y la próxima vez, espero que no te falte nada más.

El Corviknight alzó el vuelo y desapareció en el cielo.

Atlas suspiró y se giró hacia el protagonista.

—Oye, chaval, ¿estás bien?

El joven asintió, aunque su orgullo estaba herido. Atlas le extendió la mano para ayudarlo a ponerse de pie.

—No te preocupes —dijo con una sonrisa confiada—. Raziel es un maldito monstruo, incluso para los estándares de La Orden. Pero oye, te lanzaste sin dudarlo. Eso ya dice algo.

El protagonista apretó los puños.

—No puedo quedarme de brazos cruzados mientras ellos hacen lo que quieren…

Atlas lo miró por un momento antes de soltar una carcajada.

—¿Sabes qué? Me agradas. Vamos, acompáñame a Ciudad Titania. Tengo un gimnasio ahí. Podemos hablar en el camino.

Capítulo 3: El desafío de un héroe

El camino a Ciudad Titania estuvo lleno de conversaciones sobre la región y su estado actual. El protagonista le preguntó a Atlas por qué los líderes de gimnasio no se unían para enfrentar a La Orden.

Atlas guardó silencio por unos segundos antes de responder.

—Lo intenté —admitió—. Pero La Orden no es estúpida. Se aseguraron de rompernos antes de que siquiera pensáramos en pelear juntos.

El protagonista frunció el ceño.

—Pero tú aún sigues luchando.

Atlas sonrió, pero había un dejo de tristeza en su mirada.

—Alguien tiene que hacerlo.

El protagonista lo miró con determinación.

—Si ellos no pueden pelear, entonces los haré entrar en razón. Derrotaré a cada uno de ellos y los convenceré de unir fuerzas.

Atlas lo miró sorprendido antes de soltar una carcajada.

—Vaya, chaval. Esa es la actitud que hace falta en esta región.

Se detuvo y se giró hacia el joven, con una expresión desafiante.

—Si hablas en serio, entonces ven a enfrentarme en mi gimnasio. Demuestra que tienes lo que se necesita para cambiar las cosas. Si me derrotas, estarás listo para buscar al resto.

El protagonista asintió con firmeza. Su viaje apenas comenzaba, pero ya tenía un propósito claro.

Salvaría esta región. A toda costa.

 

Acto 2

 

Capítulo 4: El llanto del bosque

El camino a Ciudad Titania no era fácil. Atlas había insistido en viajar juntos, al menos hasta la entrada de la ciudad, pero en un punto sus caminos se separaron.

—Voy directo al gimnasio —dijo Atlas, ajustándose la chaqueta—. Si de verdad quieres enfrentarte a mí, hazlo con más que solo coraje. Un equipo fuerte no se forma con la rabia.

El protagonista asintió y siguió su propio camino, adentrándose en el Bosque Umbrío, un lugar denso y envuelto en una neblina perenne. Se decía que allí los Pokémon abandonados terminaban perdiéndose, condenados a vagar eternamente.

Fue entonces cuando escuchó un llanto.

Guiado por el sonido, encontró a un Ralts acurrucado entre las raíces de un árbol caído. Su cuerpecito temblaba, y su respiración era débil. El protagonista se arrodilló, sacó una baya de su bolsa y la ofreció. El Ralts dudó, pero tras unos segundos, tomó el fruto con sus pequeñas manos.

Cuando intentó levantarse, el protagonista notó una cicatriz en su espalda. Alguien lo había abandonado después de herirlo.

—No tienes que estar solo… —susurró.

El Ralts lo miró fijamente y, con un débil asentimiento, tocó la Poké Ball que el protagonista le ofreció. La esfera se cerró con un suave clic. Ahora tenía un nuevo compañero.

Capítulo 5: Ecos del pasado

Con su equipo creciendo, el protagonista continuó su viaje. Sus entrenamientos con Cyndaquil, Corvisquire y Ralts se volvieron más intensos, pero sabía que aún le faltaba más fuerza si quería enfrentarse a Atlas.

Mientras exploraba una antigua mina abandonada en las afueras de un pueblo cercano, encontró un Aron que luchaba desesperadamente contra un Graveler mucho más grande. El pequeño acero aguantaba cada golpe con determinación, pero estaba al borde del desmayo.

—No te rindas —susurró el protagonista, viendo su propio reflejo en el pequeño guerrero.

Sin dudarlo, intervino. Cyndaquil lanzó un potente Ascuas, obligando al Graveler a retroceder. Aron también aprovechó la oportunidad y golpeó con un Cabezazo final, logrando su victoria.

Cuando el protagonista se acercó, Aron lo miró con orgullo. Sin necesidad de palabras, el pequeño acero golpeó suavemente la Poké Ball del joven y se unió a su equipo.

Capítulo 6: El último eslabón

Ahora con cuatro Pokémon en su equipo, el protagonista continuó su viaje. Sin embargo, sentía que aún faltaba algo. Necesitaba un Pokémon que lo ayudara a lidiar con su próximo reto: Atlas.

Fue entonces cuando, en un lago cercano a Ciudad Titania, vio un Froakie saltando entre las rocas. El Pokémon lo observó con curiosidad antes de lanzarle agua juguetonamente.

—Quieres desafiarme, ¿eh? —dijo el protagonista con una sonrisa.

La batalla fue rápida y feroz. Froakie se movía con agilidad, esquivando ataques y contraatacando con Burbuja. Pero finalmente, un golpe preciso de Corvisquire logró debilitarlo.

Al arrojar la Poké Ball, el protagonista sintió que su equipo finalmente estaba completo.

Capítulo 7: El combate contra Atlas

Tras días de entrenamiento y fortaleciendo el vínculo con su equipo, llegó el momento.

Frente a él, en el gimnasio de Ciudad Titania, estaba Atlas con una sonrisa confiada.

—Pensé que no llegarías, chaval.

El protagonista apretó los puños.

—Estoy listo.

Atlas asintió.

—Entonces, dame un combate digno de recordar.

El enfrentamiento comienza con Ralts al frente. El pequeño psíquico intenta usar Confusión para mantener a Lucario a raya, pero la diferencia de velocidad es abismal. Con un veloz Movimiento Sorpresa, Lucario cierra la distancia y deja a Ralts fuera de combate con un impacto certero.

 

El protagonista cambia a Aron, confiando en su resistencia. Aron aguanta varios golpes gracias a su robustez y responde con un Filo del Cuerpo que logra hacer retroceder a Lucario momentáneamente. Sin embargo, con una ráfaga de ataques bien ejecutados, Atlas consigue superarlo, dejando fuera al tipo Acero/Roca.

 

Con dos caídos, el protagonista envía a Froakie, apostando por su agilidad. El anfibio esquiva con Destino Acuático y ataca con Burbuja, logrando conectar algunos golpes. Sin embargo, Lucario, con su experiencia en combate, predice los movimientos de Froakie y lo derriba con un solo Puño Bala bien colocado.

 

Solo queda Cyndaquil. Con el fuego ardiendo en sus ojos, se lanza al combate con Ascuas, pero Lucario bloquea con facilidad. La diferencia de nivel es clara. A pesar de la presión, Cyndaquil no se rinde y sigue atacando, demostrando su inquebrantable espíritu de lucha.

 

Atlas sonríe, viendo la determinación en el pequeño Pokémon. Es en ese momento que Cyndaquil empieza a brillar intensamente. Su cuerpo cambia, crece y, en medio del combate, evoluciona en Quilava.

 

Con su nueva forma, la velocidad y el poder de sus llamas aumentan drásticamente. Quilava esquiva un nuevo Puño Bala y responde con un poderoso Rueda Fuego, impactando de lleno a Lucario. A pesar de su fortaleza, Lucario retrocede sorprendido. Atlas ve la oportunidad y ordena un Aurasfera, pero Quilava, con una última explosión de poder, lanza una Llamarada que impacta justo en el pecho de Lucario, dejándolo fuera de combate

 

Frustrado, lo enfrenta, sintiendo que lo subestimó. Atlas, con su carisma habitual, le explica que no es que lo haya menospreciado, sino que simplemente aún no está listo. Si hubiera peleado con toda su fuerza, no habría tenido oportunidad.

 

Con una risa amigable, Atlas le dice que este es solo el comienzo. Que siga adelante, que desafíe a más líderes, que se haga más fuerte, y que cuando llegue el momento adecuado, tendrán una verdadera batalla.

 

Atlas, a pesar de su actitud relajada, toma el tema con seriedad. Explica que ya ha enfrentado a la Orden antes y que no es tan simple como solo pelear. Perdió un brazo en el proceso y sabe que desafiar a la mafia no es algo que cualquiera pueda hacer. Aunque respeta la determinación del protagonista

 

Pero el protagonista no puede olvidar su verdadero propósito: encontrar y convencer a los líderes de unirse contra la Orden. Mira a Atlas con determinación y le dice que no solo está aquí para fortalecerse, sino para lograr que los líderes tomen acción. Atlas lo observa en silencio por un momento y luego sonríe, satisfecho por su determinación.

 

Atlas confirma que, cuando llegue el momento, estará listo para luchar contra la Orden. Pero su camino no es el mismo que el del protagonista. Él tiene su propia manera de prepararse y no lo acompañará en su viaje. "Tienes que crecer por tu cuenta", le dice. "Si te acostumbras a depender de otros, nunca serás lo suficientemente fuerte para liderar."

 

El protagonista acepta el desafío. Con Atlas como su primer aliado, ahora debe seguir adelante y buscar a los demás líderes.

 

Con una nueva meta en mente, el protagonista acepta el desafío implícito. Su viaje apenas comienza, pero ahora tiene dos objetivos claros: crecer hasta el punto en que Atlas lo reconozca como un verdadero rival digno de combatir con toda su fuerza y reunir a los líderes de gimnasio para enfrentarse a la amenaza que acecha la región.

Acto 3 – La Ciudad de los Tres Líderes

 

Capítulo 1: La Ciudad en Sombras

 

El protagonista llegó a Ciudad Arboleda con la esperanza de encontrar a su próximo rival en el gimnasio, pero la sensación en el aire le dejó claro que algo iba mal. A diferencia de otras ciudades, donde la vida fluía con normalidad, aquí la gente caminaba con la cabeza baja, los comercios cerraban temprano y los susurros sobre "las ruinas" llenaban el ambiente.

 

El joven avanzó por las calles empedradas, sintiendo cada vez más el peso del miedo de los habitantes. Finalmente, al girar por una estrecha calle, escuchó un jadeo entrecortado y vio a un anciano tambaleante, con el rostro cubierto de sudor y el aliento entrecortado.

 

—Los lacayos… de la Orden… —balbuceó antes de desplomarse.

 

El protagonista corrió a sostenerlo, ayudándolo a sentarse contra la pared.

 

—¿Qué pasa con la Orden?

 

El anciano levantó la vista, sus ojos reflejaban pánico.

 

—Tomaron las ruinas… forzaron a los sabios a descifrar los textos antiguos… buscan algo… algo peligroso.

 

La Orden. Siempre un paso adelante.

 

El protagonista se puso de pie con el ceño fruncido. Si la Orden estaba detrás de algo en esas ruinas, no podía quedarse de brazos cruzados. Pero sabía que no podría enfrentarlos solo.

 

Era momento de encontrar a los líderes de gimnasio.

 

 

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Capítulo 2: Los Tres Líderes

 

El gimnasio de Ciudad Arboleda era único: en lugar de un solo líder, tres entrenadores compartían el puesto, representando los elementos que daban vida a la ciudad: Planta, Fuego y Agua.

 

Sylas (Planta): Un hombre de mirada tranquila y postura serena, pero con un peso de culpa en su interior. Había intentado luchar contra la Orden antes, pero fracasó. Desde entonces, creía que enfrentarlos era inútil.

 

Ignis (Fuego): Fuerte y de presencia intimidante. Antes, fue un guerrero ardiente, pero la derrota lo había dejado roto y sin propósito.

 

Marin (Agua): Suave en palabras, pero distante. Creía que luchar era un error, que la Orden era demasiado fuerte y que lo mejor era sobrevivir en lugar de resistir.

 

 

El protagonista los reunió en el gimnasio y fue directo al grano.

 

—La Orden ha tomado las ruinas y está obligando a los ancianos a traducir textos antiguos. No sé qué buscan, pero si no hacemos algo ahora, podrían encontrar algo que los haga aún más fuertes.

 

Los tres se miraron en silencio.

 

—¿Y qué se supone que hagamos? —dijo Marin con una sonrisa sin humor—. ¿Arrojarnos contra ellos y esperar que nos derroten?

 

—Ya intentamos pelear antes —murmuró Sylas, bajando la mirada—. Solo logramos que más gente sufriera.

 

Ignis apretó los puños.

 

—¿Quieres enfrentarte a la Orden? Adelante, pero no esperes que salgamos ilesos de esto.

 

El protagonista sintió la frustración crecer en su pecho.

 

—¿Así de fácil? —les espetó—. ¿Así de rápido se rinden? ¡Si seguimos sin hacer nada, solo les estamos dando la victoria sin pelear!

 

Sylas cerró los ojos. Marin desvió la mirada. Pero Ignis… Ignis sostenía su mirada con intensidad. Finalmente, exhaló con fuerza y cruzó los brazos.

 

—Si realmente crees que vale la pena intentarlo… demuéstramelo.

 

El joven asintió con determinación.

 

—Síganme.

 

 

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Capítulo 3: El Asalto a las Ruinas

 

Las ruinas antiguas se extendían bajo un bosque espeso, con pilares erosionados por el tiempo y túneles ocultos por la vegetación. Allí, la Orden había instalado un campamento, donde mantenían a los ancianos como prisioneros, obligándolos a descifrar los textos tallados en piedra.

 

El protagonista y los líderes irrumpieron en la zona.

 

La batalla estalló.

 

Sylas usó su Trevenant para manipular el terreno, atrapando a los lacayos en raíces que surgían del suelo.

 

Ignis lanzó su Arcanine al combate, su rugido resonó en las ruinas mientras liberaba explosiones de fuego contra los enemigos.

 

Marin invocó a Milotic, que desató un poderoso Hidropulso para bloquear las rutas de escape.

 

El protagonista luchó con todo su equipo, esquivando ataques y contraatacando con rapidez.

 

Pero cuando la victoria parecía asegurada, un lacayo escapó corriendo, sosteniendo pergaminos antiguos en sus manos. Desde la distancia, se giró y lanzó una sonrisa burlona.

 

—¡Gracias por la distracción! Ya tenemos lo que necesitábamos.

 

El protagonista corrió tras él, pero fue demasiado tarde. El enemigo desapareció en la espesura del bosque.

 

Frustrado, golpeó el suelo con el puño. Habían ganado la batalla, pero la Orden aún había logrado su cometido

A pesar del revés, los tres líderes vieron algo en el protagonista: determinación inquebrantable.

—Si realmente quieres que peleemos a tu lado cuando llegue el momento —dijo Ignis—, demuestra que puedes liderar.

El desafío estaba lanzado.

Un combate triple

Capítulo 4: Combate Triple – Prueba de Fuego, Agua y Planta

El gimnasio de Ciudad Arboleda era un coliseo dividido en tres zonas naturales. A la izquierda, una jungla espesa, donde la luz apenas se filtraba entre las hojas. A la derecha, un campo volcánico, con grietas humeantes y un suelo de roca caliente. En el centro, un lago cristalino, cuyas corrientes formaban pequeños remolinos.

Los líderes se posicionaron en sus respectivos terrenos, observando al protagonista con miradas calculadoras.

—No somos como Atlas —advirtió Ignis, con los brazos cruzados—. No vamos a contenernos.

Sylas cerró los ojos y asintió. —Si realmente quieres que peleemos a tu lado cuando llegue el momento, demuestra que puedes superar este desafío.

Marin, en el centro del lago, inclinó la cabeza con una leve sonrisa. —Espero que sepas nadar.

El protagonista dio un paso al frente. Su corazón latía con fuerza, pero sus manos estaban firmes sobre las Poké Balls.

—Estoy listo.

Los líderes liberaron a sus Pokémon al unísono.

Sylas envió a Trevenant, cuyas raíces se extendieron por el suelo como si fueran parte de la jungla misma.

Ignis lanzó a Arcanine, que dejó escapar un rugido ardiente mientras su pelaje destellaba con las brasas encendidas.

Marin liberó a Milotic, que emergió del lago con un movimiento elegante, sus escamas reflejando la luz como si estuviera hecha de cristal.

El combate había comenzado.

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Primer Asalto: La Trampa de la Naturaleza

El protagonista lanzó sus primeras elecciones: Corvisquire y Froakie.

Pero antes de que pudiera dar la primera orden, el campo entero cambió.

—Trevenant, Campo de Hierba.

Las raíces del bosque se extendieron por toda la arena, cubriendo incluso el suelo del volcán. Corvisquire perdió estabilidad en la maleza espesa.

—Milotic, Danza Lluvia.

El agua del lago se elevó en una llovizna constante, debilitando los ataques de fuego y aumentando la velocidad de Milotic.

El protagonista entendió la estrategia de inmediato: los líderes estaban transformando el campo a su favor antes de atacar.

—Corvisquire, ¡Viento Aciago!

El cuervo batió sus alas con fuerza, levantando ráfagas que arrancaron las hojas y despejaron parte de la niebla de agua.

—Froakie, ¡Rayo Burbuja a Trevenant!

El chorro de burbujas golpeó directo, pero Sylas no se inmutó.

—Trevenant, Maldición.

El Pokémon fantasma clavó sus propias ramas en el suelo, sacrificando parte de su energía. De inmediato, una sombra oscura envolvió a Froakie, drenando su fuerza lentamente.

El protagonista apretó los dientes. Cada segundo que pasaba, el campo se volvía más peligroso para él.

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Segundo Asalto: Contraataque de Fuego y Acero

Froakie cayó debilitado por la Maldición, dejando al protagonista en una posición complicada.

Pero ya tenía su siguiente movimiento en mente.

—¡Quilava, vamos!

El Pokémon de fuego apareció rodeado de llamas, su determinación reflejada en su mirada.

—Ignis, es todo tuyo —dijo Sylas con una sonrisa.

—No sabes cuánto quería escuchar eso. Arcanine, Velocidad Extrema.

En un parpadeo, Arcanine desapareció.

El protagonista solo vio un destello rojo antes de que Quilava recibiera un impacto directo en el costado, lanzándolo hacia atrás.

—¡Aguanta! —gritó el protagonista, pero Ignis ya tenía otro ataque preparado.

—¡Colmillo Ígneo!

Arcanine se lanzó nuevamente, con los colmillos envueltos en llamas.

Pero esta vez, el protagonista no cayó en la misma trampa.

—¡Aron, Intercepción!

Aron saltó frente a Quilava en el último segundo.

El impacto resonó en el estadio, pero Colmillo Ígneo apenas le hizo daño al tipo Acero/Roca.

Ignis chasqueó la lengua. —Así que usaste a Aron para frenar mi ofensiva...

El protagonista sonrió de lado. —Ahora es mi turno.

—¡Quilava, Rueda Fuego!

Con el impulso de la roca caliente, Quilava rodó en llamas, golpeando a Arcanine con toda su fuerza.

Ignis se quedó en silencio mientras su Pokémon caía debilitado.

—No está mal —admitió finalmente, con una leve sonrisa.

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Tercer Asalto: El Último Obstáculo

Solo quedaban Trevenant y Milotic.

Pero el campo aún estaba a favor de los líderes.

Milotic nadó con gracia y lanzó un Hidropulso directo a Quilava.

—¡Aron, Cuerpo Pesado!

Aron se lanzó al agua de golpe, creando una onda expansiva que desvió el Hidropulso.

Pero Trevenant ya estaba en acción.

—Puño Sombra.

Las ramas espectrales del fantasma golpearon a Corvisquire de lleno, dejándolo aturdido.

El protagonista estaba quedándose sin opciones.

Hasta que vio la solución.

El lago.

—¡Quilava, calienta el agua con Llamarada!

Quilava rugió y disparó un torrente de fuego directo al lago.

La temperatura del agua cambió al instante.

Milotic se retorció incómodo, perdiendo su fluidez en el combate.

—¡Ahora, Aron, Avalancha!

Las rocas cayeron con fuerza sobre Trevenant, dejándolo atrapado.

Sylas intentó ordenar un último ataque, pero Milotic seguía aturdido por el cambio de temperatura.

—¡Corvisquire, Golpe Aéreo!

El cuervo descendió en picada, impactando a Trevenant con una fuerza brutal.

El Pokémon cayó al suelo, sin poder seguir peleando.

El gimnasio quedó en silencio.

Luego, Marin exhaló con una sonrisa.

—No pensé que realmente ganarías.

Sylas asintió. —Nos demostraste que sabes adaptarte.

Ignis se cruzó de brazos y rió. —Supongo que ahora tienes tres aliados más en esta lucha.

El protagonista había ganado.

Pero su rostro no reflejaba satisfacción.

La Orden seguía con ventaja.

Con tres nuevas medallas y el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, salió del gimnasio con una idea clara en su mente.

No podía permitirse otra pérdida.

La verdadera batalla aún estaba por comenzar.