Chereads / Danimisa1138 / Chapter 2 - Pokémon: Destino Fracturado

Chapter 2 - Pokémon: Destino Fracturado

Acto 4 – La Sombra de la Orden

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Capítulo 1: Ciudad Rocafuerte en Silencio

El viento seco levantaba polvo entre las calles de Ciudad Rocafuerte. Lo primero que notó el protagonista al llegar fue el silencio. No había mineros trabajando, ni el bullicio típico de una ciudad construida sobre ruinas antiguas. Solo murmullos y miradas furtivas desde ventanas entrecerradas.

Avanzó por la calle principal, notando que la gente evitaba su mirada. Finalmente, se detuvo al ver a un anciano sentado en un banco, con la cabeza gacha.

—¿Qué pasó aquí? —preguntó el protagonista.

El anciano levantó la vista lentamente. Sus ojos reflejaban resignación.

—La Orden… están en las ruinas subterráneas. Han tomado la excavación.

El protagonista sintió un escalofrío en la espalda.

—¿Y el líder de gimnasio?

El anciano dejó escapar una risa amarga.

—Gideon no hará nada.

El joven frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Porque ya intentó luchar una vez —respondió el anciano—. Y la Orden se aseguró de que jamás lo volviera a hacer.

El protagonista apretó los puños. No importaba si Gideon quería pelear o no. La Orden estaba aquí y no podía ignorarlo.

Sin decir más, corrió hacia las ruinas.

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Capítulo 2: Lo Que la Orden Busca

Las ruinas subterráneas se extendían en un laberinto de túneles oscuros, iluminados por antorchas colocadas en las paredes. El protagonista avanzó con cautela, ocultándose detrás de pilares de piedra mientras observaba el campamento de la Orden.

Y entonces la vio.

Una inmensa crisálida de piedra, incrustada en el suelo en el centro de la sala principal.

El protagonista no sabía qué era, pero podía sentirlo.

Algo dentro de esa roca… estaba vivo.

A su alrededor, lacayos de la Orden hojeaban pergaminos antiguos, murmurando entre ellos.

—Dicen que esto fue sellado hace siglos… —susurró uno.

—Pero aún no sabemos cómo abrirlo —respondió otro.

El protagonista sintió su pulso acelerarse. Si la Orden había tomado la ciudad solo para encontrar esto, significaba que era importante.

No podía permitir que lo obtuvieran.

Dio un paso adelante, preparándose para intervenir.

Pero entonces una voz resonó en la cámara.

—¿De verdad creíste que podrías acercarte sin ser notado?

El protagonista se quedó helado.

Desde las sombras, una figura alta avanzó lentamente hacia él.

No vestía el uniforme común de la Orden. Su postura era imponente, elegante y calculadora.

Sus ojos reflejaban una calma absoluta.

—No te culpo por intentarlo —dijo con voz firme—. Pero cometiste un error al venir aquí.

El protagonista dio un paso atrás, sintiendo un escalofrío inexplicable.

No sabía quién era este hombre.

Pero todo en su presencia le gritaba que estaba en peligro.

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Capítulo 3: La Derrota Absoluta

El protagonista tragó saliva y liberó sus Pokémon.

—No sé quién eres, pero no dejaré que la Orden se salga con la suya.

El hombre inclinó levemente la cabeza, observándolo como si analizara su determinación.

—Interesante. Veamos cuánto tiempo puedes durar.

Sacó su Poké Ball y la lanzó sin emoción.

Tyranitar.

El Pokémon rugió, su presencia hizo temblar las ruinas. El protagonista sintió la diferencia de poder en el aire.

Pero no podía retroceder.

—¡Vamos, equipo!

La batalla comenzó.

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Froakie saltó ágilmente y lanzó un Rayo Burbuja.

El ataque chocó contra Tyranitar… y no le hizo nada.

—Tritura.

El Pokémon gigante se movió con velocidad imposible para su tamaño. En un instante, Froakie fue golpeado y lanzado contra una pared de piedra.

Cayó al suelo, inconsciente.

El protagonista sintió un nudo en la garganta.

—¡Quilava, Rueda Fuego!

Las llamas envolvieron a Quilava mientras rodaba hacia su enemigo, pero el hombre simplemente levantó la mano.

—Pulso Umbrío.

Una esfera oscura impactó contra Quilava, lanzándolo por los aires.

Otro golpe. Otra derrota.

El protagonista estaba jadeando. No… no podía acabar así.

Pero sabía que había perdido.

Guardó silencio, con los puños apretados.

El hombre lo observó con la misma calma.

—No es que seas débil —dijo con voz firme—. Solo estás peleando en una guerra que ya está perdida.

El protagonista se tambaleó, apoyándose en el suelo con las manos temblorosas.

El hombre ni siquiera se molestó en atacarlo de nuevo.

—No hay razón para matarte. No eres un obstáculo real.

Se giró, dándole la espalda, y caminó hacia la crisálida.

—Revisen los textos. Aún nos falta algo… pero pronto lo tendremos.

Con esas palabras, se marchó.

La Orden había ganado esta batalla.

El protagonista quedó en el suelo, derrotado por completo.

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Capítulo 4: La Confrontación con Gideon

Con su último aliento de fuerza, el protagonista se arrastró fuera de las ruinas.

Su cuerpo dolía. Su mente ardía de rabia.

No podía permitir que la Orden siguiera avanzando.

Debía hacer algo.

A duras penas, llegó hasta el gimnasio. Empujó las puertas y vio a Gideon, sentado en la oscuridad, mirando el suelo.

—…Sabía que ibas a venir —murmuró el líder de gimnasio.

El protagonista se apoyó contra la pared, respirando con dificultad.

—¿Por qué… sigues sin hacer nada?

Gideon cerró los ojos.

—Porque no hay nada que pueda hacer.

El joven apretó los puños.

—¿Entonces solo vas a quedarte aquí mientras la Orden destruye todo?

Gideon no respondió.

—¡Mírame! —gritó el protagonista, con la voz rasgada por la ira—. Me dejaron tirado como si no fuera nada. Pero sigo aquí. ¡Porque si nos rendimos ahora, lo único que nos queda es perder!

Gideon levantó la mirada, sorprendido.

El protagonista dio un paso adelante y sacó una Poké Ball.

—Si no me crees, entonces pelea conmigo.

Gideon suspiró, poniéndose de pie.

—Bien. Pero no esperes que me contenga.

El combate estaba a punto de comenzar. 

Capítulo 5: Duelo en Tierra Firme

El Combate – Determinación contra Desesperanza

Gideon arrojó su Poké Ball sin siquiera mirar.

—Sal.

Excadrill emergió en un destello de luz, sus garras metálicas brillando bajo la tenue iluminación del gimnasio. Era un Pokémon poderoso, rápido y letal en el terreno de Gideon.

El protagonista se obligó a ignorar su fatiga y lanzó su primer Pokémon.

—¡Froakie, vamos!

Primer Asalto: Velocidad contra Precisión

El pequeño anfibio se posicionó con cautela, sabiendo que un solo error sería fatal.

—Danza Espada —ordenó Gideon sin emoción.

Las cuchillas de Excadrill brillaron con un filo aterrador, aumentando su poder de ataque.

El protagonista no podía permitir que eso continuara.

—¡Rayo Burbuja!

Froakie disparó ráfagas de agua a gran velocidad, pero Excadrill apenas se movió.

Gideon levantó la mano.

—Excavar.

Excadrill desapareció bajo el suelo en un instante.

El protagonista sintió un escalofrío. Ese ataque iba a ser devastador.

—¡Froakie, salta y usa Lluvia!

El anfibio generó una nube de agua sobre el campo, desatando una llovizna fina que empapó el suelo. Las gotas delataban los movimientos de Excadrill bajo tierra.

—Ahí estás… ¡Esquívalo y contraataca con Rayo Burbuja!

Froakie saltó en el último segundo, esquivando el ataque de Excadrill por un pelo, y disparó su ataque desde arriba. El golpe fue certero, pero Excadrill aún seguía en pie.

Gideon observó la escena sin reaccionar.

—Nada mal. Pero sigues sin entender algo.

Levantó la mano.

—Tijera X.

Excadrill se movió con una velocidad brutal, golpeando a Froakie con precisión quirúrgica. El impacto lanzó al anfibio contra la pared, dejándolo fuera de combate.

Segundo Asalto: Estrategia contra Fuerza Bruta

El protagonista cerró los ojos un momento.

No iba a perder.

—¡Aron, tu turno!

El Pokémon de acero salió con su mirada firme.

—Excadrill, Fuerza Equina.

Excadrill cargó con potencia, su cuerpo cubierto de energía terrestre.

Pero el protagonista ya estaba un paso adelante.

—¡Aron, Protección!

Excadrill chocó contra una barrera invisible.

—Ahora, Cuerpo Pesado.

Aron usó el impulso del golpe de Excadrill en su contra, dejando caer todo su peso sobre él. El Pokémon de Gideon gruñó, retrocediendo.

Pero Gideon ni siquiera parecía preocupado.

—Excadrill, Perforador.

El protagonista sintió un escalofrío. Ese ataque podía acabar con Aron de un solo golpe.

—¡Aron, Avalancha!

Antes de que Excadrill pudiera moverse, Aron desató una lluvia de rocas sobre el campo, obstruyendo su avance.

El ataque lo alcanzó de lleno.

Excadrill cayó de rodillas. No se levantó.

Gideon chasqueó la lengua.

—Huh.

Tercer Asalto: Un Último Intento

Gideon sacó su última Poké Ball.

—No ha estado mal. Pero aquí termina todo.

De la esfera emergió Krookodile. Sus ojos brillaban con una intensidad feroz.

El protagonista sintió el cansancio pesar sobre sus hombros, pero no podía ceder.

—¡Quilava, vamos!

El fuego de Quilava ardía con más fuerza que nunca, reflejando la voluntad del protagonista.

—Triturar.

Krookodile se movió con una velocidad aterradora, atrapando a Quilava con sus mandíbulas. El golpe fue brutal.

Pero en lugar de caer, Quilava rugió con furia y liberó una ráfaga de llamas a quemarropa.

Gideon frunció el ceño por primera vez en todo el combate.

—Lanzallamas… ¿Cuánta energía te queda?

El protagonista respiraba con dificultad.

—La suficiente.

Quilava estaba al límite. Pero seguía peleando.

Gideon cruzó los brazos.

—Veamos si puedes con esto. Krookodile, Terremoto.

El suelo tembló.

Quilava trató de mantenerse en pie, pero la fuerza del ataque era demasiado.

Finalmente, cayó.

El silencio llenó el gimnasio.

El protagonista, jadeando, miró a Quilava sin decepción, sino con orgullo.

Gideon lo observó en silencio.

Después de un largo momento, el líder de gimnasio suspiró.

—Sigues de pie.

El protagonista levantó la mirada, con fuego en los ojos.

—Porque no pienso rendirme.

Gideon se quedó callado.

Había visto esa mirada antes.

Pero hacía mucho que no la veía en nadie.

Sin decir nada más, se giró y caminó hacia la salida del gimnasio.

—Descansa. Volveremos a hablar después.

El protagonista no tenía fuerzas para responder.

Pero sabía que algo en Gideon había cambiado.

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Epílogo del Acto 4: El Cambio Llega

Esa noche, mientras el protagonista descansaba, sintió un destello en sus Poké Balls.

Cuando abrió los ojos, vio a Froakie, Aron y Ralts envueltos en luz.

Estaban evolucionando.

Su equipo estaba creciendo junto a él.

Y con ello, su lucha continuaría.

A la mañana siguiente, el protagonista se despierta con el cuerpo aún adolorido. La batalla contra Gideon había sido dura, pero lo que más pesaba sobre él era la derrota contra Victor.

Se levanta, se equipa y se dirige hacia la salida de Ciudad Rocafuerte, listo para continuar su viaje.

Cuando está por abandonar la ciudad, una voz lo detiene.

—No planeabas irte sin esto, ¿verdad?

Gideon lo espera en la entrada, con los brazos cruzados y una pequeña medalla de color marrón oscuro brillando en su mano.

El protagonista parpadea, sorprendido.

—…¿Me la estás dando?

Gideon le lanza la medalla, que el protagonista atrapa en el aire.

—Te la ganaste. No voy a hacerte pelear otra vez por ella.

El joven observa la medalla en su mano, apretándola con fuerza.

Gideon suspira y lo mira con seriedad.

—Anoche no pude dormir —admite—. Pasé demasiado tiempo pensando en lo que dijiste.

Hace una pausa.

—No te diré que cambiaste mi forma de ver las cosas de la noche a la mañana… pero por primera vez en años, me hiciste dudar.

El protagonista lo observa en silencio.

Gideon cruza los brazos.

—No esperes que me lance a la guerra solo porque me diste un discurso. Pero… pensaré en lo que dijiste.

El protagonista asiente, satisfecho.

—Eso es suficiente.

Gideon lo observa por unos segundos más, antes de girarse y caminar de vuelta al gimnasio.

—No mueras todavía, chico. Me gustaría ver qué tanto llegas a lograr.

Con la medalla en su mano y un nuevo sentido de propósito, el protagonista deja Ciudad Rocafuerte.

Acto 5 – Alas de Miedo y Libertad

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Capítulo 1: Ciudad Tempéstate

El sonido de motores rugía en el aire. Ciudad Tempéstate no se parecía a ningún otro lugar en la región. Construida sobre acantilados y rodeada de corrientes de viento incontrolables, era un santuario para los amantes de la velocidad y el riesgo.

El protagonista caminó por sus calles de asfalto, donde motociclistas pasaban a toda velocidad, algunos acompañados por Pokémon voladores que los seguían desde el cielo. Todo en este lugar exudaba adrenalina.

Pero algo no encajaba.

Bajo la emoción y el bullicio, había un aire de tensión, como si la ciudad estuviera en una constante sombra.

Finalmente, llegó a la pista de motocross más grande de la ciudad. Y ahí estaba él.

Raiden.

De cabello alborotado y vestimenta de piloto, su sonrisa confiada irradiaba seguridad mientras bajaba de su motocicleta, su Noivern posándose detrás de él.

—Vaya, vaya… ¿y tú quién eres? —preguntó, cruzándose de brazos.

El protagonista dio un paso al frente.

—Estoy buscando a Raiden, el líder de gimnasio.

Raiden se rió, golpeándose el pecho con el pulgar.

—Entonces tienes suerte, porque estás viéndolo.

El protagonista no perdió el tiempo.

—Necesito que te unas a mí. La Orden está destruyendo esta región. Tenemos que pelear juntos.

Raiden dejó de sonreír. Por un instante, su mirada cambió.

Luego, volvió a reír.

—¿Pelear contra la Orden? Suena divertido. Pero dime… ¿de verdad crees que tienes lo que hace falta?

El protagonista frunció el ceño. Algo en el tono de Raiden sonaba forzado.

Como si su confianza no fuera del todo real.

—Tienes miedo, ¿verdad? —soltó el protagonista sin rodeos.

Raiden se congeló.

El ambiente se volvió tenso.

Por primera vez, el líder de gimnasio no tenía una respuesta inmediata.

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Capítulo 2: Un Pasado Que Arde

Raiden suspiró, apoyándose en su motocicleta.

—…Voy a contarte algo. Pero no porque quiera unirme a tu guerra.

El protagonista guardó silencio, esperando.

Raiden miró al horizonte, su sonrisa desapareciendo por completo.

—Cuando asumí el gimnasio, era un prodigio. Ganaba batallas sin esfuerzo. Todos decían que sería el líder más fuerte de Equinox.

Una noche, la Orden llegó a la ciudad.

—No vinieron con amenazas. Solo me dijeron: "No te metas en nuestro camino".

Raiden cerró los ojos.

—Yo me reí en su cara. Y cometí el peor error de mi vida.

Los desafió.

Y el propio líder de la Orden aceptó.

—No duré ni dos minutos —murmuró Raiden, con los dientes apretados—. Destruyó mi equipo como si fueran niños jugando.

El protagonista sintió un escalofrío.

Raiden se giró, con una mirada que ocultaba dolor.

—"La próxima vez, destruiré algo más que tus Pokémon." Eso fue lo último que me dijo antes de irse.

El protagonista cerró los puños.

—Entonces… ¿vas a quedarte aquí, pretendiendo que no pasó nada?

Raiden soltó una risa amarga.

—¿Y qué quieres que haga? Si me meto en esto otra vez, esta vez no me dejarán vivir.

El protagonista dio un paso adelante.

—Pero si no hacemos nada, van a destruirlo todo.

Raiden lo miró por un momento. Luego sonrió, pero esta vez no era arrogancia.

—Tienes agallas.

Se enderezó y sacó una Poké Ball.

—Si quieres que me una a tu causa, tendrás que demostrarme que vale la pena arriesgar mi vida.

El protagonista asintió.

—Eso era justo lo que esperaba escuchar.

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Capítulo 3: Viento y Relámpagos

El rugido de los motores y el aullido del viento llenaban el aire en la pista de motocross. Raiden se colocó su casco y subió a su motocicleta, encendiendo el motor con un estruendo.

—¡Vamos, chico! —gritó con emoción, mientras Noivern alzaba el vuelo sobre él, rugiendo con fuerza.

El protagonista dio un paso adelante, su corazón latiendo con adrenalina. Su equipo estaba listo.

—No voy a perder.

Raiden sonrió con confianza.

—Veamos si puedes seguirme el ritmo.

Con un rugido de motor, Raiden aceleró, recorriendo el campo mientras liberaba su primer Pokémon.

Staraptor apareció en el cielo, batiendo sus alas con fiereza.

El protagonista no dudó.

—¡Corviknight, adelante!

El ave de metal salió de su Poké Ball con un chillido agudo, desplegando sus alas con majestuosidad.

Primer Asalto: Corviknight vs. Staraptor

Raiden giró su moto en un derrape, señalando hacia el campo de batalla.

—¡Acróbata!

Staraptor desapareció en un destello, lanzándose en picada a una velocidad imposible.

El protagonista mantuvo la calma.

—¡Viento Afín!

Corviknight agitó sus alas con fuerza, aumentando su velocidad para seguirle el ritmo.

Staraptor atacó con un giro letal, pero Corviknight bloqueó con su resistente cuerpo de acero.

Raiden levantó una ceja.

—Nada mal. Pero a ver qué haces con esto.

—¡Espejo Fuerza!

Corviknight reflejó el impacto, devolviendo parte del daño a Staraptor, que retrocedió sorprendido.

El protagonista aprovechó la oportunidad.

—¡Golpe Aéreo!

Corviknight se lanzó a máxima velocidad, impactando a Staraptor en el pecho.

El ave de Raiden cayó al suelo, aturdida.

—¡Maldita sea, eso dolió! —Raiden sonrió y retiró a su Pokémon.

El protagonista sonrió para sí.

Primera victoria.

Raiden tomó su siguiente Poké Ball.

—Tu pajarito es fuerte, pero vamos a ver si aguanta el calor.

De un destello rojo, Talonflame apareció en el campo, batiendo sus alas envueltas en fuego.

El protagonista no dudó.

—¡Kirlia, cuento contigo!

La pequeña psíquica salió al campo con gracia, sus ojos brillando con determinación.

Segundo Asalto: Kirlia vs. Talonflame

Raiden arrancó su motocicleta y aceleró, gritando su orden.

—¡Nitrocarga!

Talonflame se envolvió en llamas y se lanzó como una bala.

El protagonista sabía que no podía ganar con fuerza bruta.

—¡Kirlia, Doble Equipo!

Múltiples copias de Kirlia aparecieron en el campo, confundiendo a Talonflame.

Raiden chasqueó la lengua.

—Listilla. ¡Danza Espada!

El fuego en el cuerpo de Talonflame ardió con más intensidad.

El protagonista sabía que no podía dejarlo fortalecerse.

—¡Confusión!

Kirlia extendió su brazo y lanzó un pulso psíquico, golpeando a Talonflame en el aire.

El ave se tambaleó, perdiendo el control por un segundo.

Raiden vio la apertura y contraatacó.

—¡Golpe Aéreo!

Talonflame desapareció y reapareció frente a Kirlia en un instante.

El impacto envió a Kirlia al suelo.

El protagonista apretó los dientes.

—¡Aguanta, Kirlia!

Kirlia se levantó con esfuerzo, pero con una chispa en los ojos.

El protagonista vio su oportunidad.

—¡Psicoonda!

Un pulso psíquico vibró en el aire, golpeando a Talonflame de lleno.

El fuego se disipó, y Talonflame cayó.

Segunda victoria.

Raiden silbó, impresionado.

—Vaya, chico… me estás haciendo sudar.

El protagonista jadeó, pero se mantuvo firme.

Raiden sonrió, pero su mirada se volvió seria.

—Pero aquí es donde te lo pondré difícil.

Noivern descendió del cielo con un rugido desgarrador.

El protagonista exhaló lentamente.

—Entonces es hora de mi mejor defensa.

Lairon entró en el campo, golpeando el suelo con fuerza.

Último Asalto: Lairon vs. Noivern

Raiden arrancó con fuerza, haciendo rugir su moto.

—¡Onda Certera!

Noivern disparó una esfera de energía azul, veloz y letal.

El protagonista sabía que no podía esquivar.

—¡Lairon, Pulso Umbrío!

Las dos energías chocaron en el aire, causando una explosión de polvo y escombros.

Raiden no perdió tiempo.

—¡Vendaval!

El viento cortante impactó contra Lairon, empujándolo hacia atrás.

El protagonista aguantó la presión.

—¡Roca Afilada!

Lairon lanzó una ráfaga de rocas que golpearon a Noivern en el ala.

Raiden sonrió con emoción.

—¡Eso es! ¡Más velocidad, Noivern!

Noivern esquivó el segundo ataque y se lanzó en picada.

El protagonista vio su oportunidad.

—¡Trampa Rocas!

El suelo bajo Noivern se iluminó y estalló en afiladas piedras.

El dragón chilló de dolor al caer en la trampa.

Raiden abrió los ojos con sorpresa.

—¡Vamos, Noivern, levántate!

El protagonista sabía que este era su momento.

—¡Roca Afilada, ahora!

Lairon disparó una última ráfaga de piedras, impactando de lleno.

Noivern rugió… y cayó.

El protagonista había ganado.

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Epílogo del Combate

Raiden se bajó de la motocicleta, sacudiéndose el polvo.

Por un segundo, simplemente miró al protagonista en silencio.

Luego, sonrió.

—Maldita sea…

Se acercó y le dio una palmada en la espalda.

—De acuerdo. Estoy dentro.

Raiden se unía a la causa.

El protagonista sonrió con orgullo.

Pero la alegría no duraría mucho.

Porque entonces, el sol se oscureció.

Y cuando levantó la vista…

Salamence descendía del cielo, con una presencia aterradora.

Capítulo 4: Presagio de Muerte

cuando nuestro protagonista se preparaba para abandonar Ciudad Tempéstate. La batalla contra Raiden había sido intensa, pero había valido la pena. Ahora tenía a otro líder de gimnasio de su lado.

Sin embargo, la sensación de triunfo duró poco.

El aire se volvió pesado. El viento se detuvo de golpe.

El protagonista sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Algo se acercaba.

Cuando miró hacia arriba, el sol quedó bloqueado por una sombra colosal.

Una figura descendía lentamente desde el cielo, montada sobre un imponente Salamence.

Su silueta era oscura y amenazante.

El dragón rugió con fuerza, sacudiendo el suelo. La gente en la ciudad se detuvo en seco.

El protagonista se sintió paralizado.

No era miedo.

Era terror puro.

El hombre de negro descendió lentamente, con calma absoluta.

Su expresión era fría, vacía de emoción.

Sus ojos eran como pozos sin fondo.

—Has avanzado demasiado.

Su voz era tranquila, pero cada palabra pesaba como una sentencia.

El protagonista apretó los puños, tratando de ignorar el nudo en su garganta.

—¿Quién eres?

El hombre inclinó la cabeza levemente, como si la pregunta no tuviera importancia.

—Eso no es relevante.

El viento volvió a soplar, pero esta vez era helado.

—Si sigues interfiriendo…

Salamence bajó su cabeza, sus colmillos brillando con un destello letal.

—No tendré más opción que acabar contigo.

El protagonista mantuvo su posición, pero su cuerpo temblaba.

El hombre hizo una pausa.

Y luego miró directamente a sus ojos.

—Y con todos los que amas.

La amenaza no era una advertencia.

Era un hecho.

El protagonista sintió su corazón golpear con fuerza su pecho.

En ese momento, entendió lo que significaba enfrentarse a la Orden.

Esto no era un simple combate.

Era una guerra.

El hombre no dijo nada más.

Simplemente levantó la mano y Salamence alzó el vuelo, desapareciendo en el horizonte.

Pero su presencia seguía allí.

Como una sombra imposible de ignorar.

Acto 6 – La Orden en las Sombras

Capítulo 1: La Visión de un Líder

Un salón oscuro, amplio, iluminado solo por la luz tenue de una lámpara antigua. El líder de la Orden permanecía de pie frente a un mapa extendido sobre una mesa de mármol negro.

Cada ciudad, cada ruta, cada punto estratégico estaba marcado.

La región de Equinox estaba casi completamente en sus manos.

El silencio solo era interrumpido por el leve repiqueteo de sus dedos contra la mesa. Su mente ya estaba en el final del juego.

—Todo sigue según lo planeado —dijo en voz baja.

Una sombra se movió cerca de la puerta. Victor, el guerrero de la Orden, se acercó con pasos firmes.

—El equipo en Ciudad Rocafuerte informó que Gideon sigue sin moverse. Parece que el niño logró hacerle dudar, pero no lo suficiente.

El líder de la Orden no apartó la vista del mapa.

—Gideon ya no es una amenaza. Solo es un hombre roto que se aferra a viejas creencias.

Victor asintió, cruzándose de brazos.

—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso?

El líder deslizó los dedos por el mapa hasta llegar a Ciudad Titania, donde Raiden había sido derrotado.

—El chico está avanzando más rápido de lo esperado. Ha convencido a tres líderes de unirse a él.

—¿Te preocupa?

El líder sonrió, pero no había rastro de humor en su expresión.

—Preocuparme… no. Pero hay que reconocer cuando una pieza del tablero empieza a moverse de forma inesperada.

Victor inclinó la cabeza levemente.

—Por eso fuiste a verlo en persona.

El líder giró la cabeza lentamente para mirarlo.

—Lo observé. Quería saber qué clase de persona estaba desafiándonos.

Victor mantuvo su mirada firme.

—¿Y qué viste?

Hubo una pausa.

El líder cerró los ojos por un momento, como si evaluara su respuesta.

—Alguien que aún no entiende el peso de sus acciones.

Se giró completamente hacia Victor.

—Pero lo entenderá pronto.

Capítulo 2: La Inestabilidad de Raziel

Las paredes del cuartel de la Orden estaban cubiertas de símbolos extraños. Sombras danzaban con la tenue iluminación de velas azules.

Y en una esquina, se escuchaba una risa baja, errática.

Raziel.

El desquiciado de la Orden jugaba con un cuchillo entre los dedos, girándolo una y otra vez con movimientos ágiles.

—El niño sigue avanzando, ¿eh? —musitó con un tono burlón, sin dirigirle la mirada a nadie en particular.

Lilith, la mujer seductora del grupo, se reclinó en un sofá cercano, observándolo con una sonrisa de lado.

—Oh, ¿te preocupa, Raziel? Qué tierno.

Raziel dejó de girar el cuchillo y la miró con una sonrisa torcida.

—¿Preocuparme? No… me emociona.

Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas.

—Quiero ver cuánto tiempo sigue respirando antes de que lo haga pedazos.

Lilith se rió suavemente, cruzando una pierna sobre la otra.

—Si lo mataras ahora, acabaríamos con este jueguito demasiado rápido.

Raziel hizo una mueca.

—No es divertido si muere fácil. Quiero que luche, que crea que tiene una oportunidad… y luego destrozarlo.

Lilith apoyó un dedo en su mejilla, pensativa.

—Te diviertes demasiado con estas cosas.

Victor entró en la habitación en ese momento, su expresión de desaprobación clara.

—Y tú no las tomas en serio.

Lilith sonrió sin molestarse.

—Oh, querido Victor, no todos resolvemos las cosas con los puños. Algunos preferimos… otros métodos.

Victor no respondió. Su mirada cayó en Raziel.

—Si vas a enfrentarlo de nuevo, hazlo con un propósito. No por placer.

Raziel ladeó la cabeza, con una sonrisa aún más amplia.

—Oh, pero el placer es el propósito, Victor.

Victor apretó los puños, pero no dijo nada más.

Lilith miró la escena con diversión.

—Tan honorable como siempre, Victor. A veces me pregunto qué haces aquí con nosotros.

Victor no respondió. Porque en el fondo, también se lo preguntaba.

Capítulo 3: Noah y la Duda

El viento soplaba en lo alto de una torre, donde Noah, el hermano del líder de la Orden, observaba la región en silencio.

Tenía las manos en los bolsillos, su cabello revuelto por el aire nocturno.

No había odio en su mirada. Solo desinterés.

El líder de la Orden se acercó, deteniéndose a su lado.

—Sigues observando el horizonte —comentó con voz neutra.

Noah suspiró.

—Es mejor que escuchar a Raziel hablar sobre cómo va a desmembrar a un niño.

El líder mantuvo la vista al frente.

—Raziel es un arma útil. No tienes que simpatizar con él.

—No simpatizo con ninguno de ellos —admitió Noah, su tono monótono.

Hubo una pausa.

El líder desvió la mirada hacia su hermano.

—Noah.

Noah cerró los ojos un momento, exhalando.

—Dime, hermano… ¿esto realmente tiene sentido para ti?

El líder no respondió de inmediato.

Noah giró la cabeza para mirarlo directamente.

—¿De verdad crees que el control absoluto es la única forma de evitar el caos?

El líder de la Orden se mantuvo en silencio.

—¿O esto es solo una forma de justificar lo que hicimos?

Por primera vez en mucho tiempo, los ojos del líder reflejaron algo que no era seguridad.

Pero solo por un segundo.

Volvió a mirar el horizonte.

—El mundo no puede funcionar sin orden.

Noah soltó una risa seca.

—Oh, claro. Y el "orden" significa que tú controlas todo, ¿no?

El líder lo ignoró.

—Noah. Algún día lo entenderás.

Noah lo miró un segundo más.

Luego, desvió la vista y volvió a sumergirse en su silencio.

Epílogo del Acto 6

Los engranajes del destino estaban girando.

El líder de la Orden sabía que el final estaba cerca.

Raziel esperaba ansioso su próxima oportunidad para desatar el caos.

Lilith seguía jugando su papel, observando desde las sombras.

Victor seguía cuestionándose en qué punto dejó de ser un guerrero y se convirtió en un ejecutor.

Y Noah seguía mirando el horizonte, preguntándose en qué momento su hermano dejó de ser el hombre que conocía.

La Orden estaba firme. Pero las grietas ya habían comenzado a mostrarse.

Y cuando llegara el momento, esas grietas serían su ruina.

Capítulo 5: La Pesadilla de Darius

El mundo estaba en llamas.

El cielo, ennegrecido por el humo y la ceniza, se partía con explosiones que iluminaban la noche como relámpagos infernales.

Los gritos llenaban el aire, entremezclados con el rugido de Pokémon descontrolados, edificios derrumbándose y el sonido metálico de espadas y balas chocando en la distancia.

Darius era solo un niño entonces.

Estaba en medio de la destrucción, sus manos temblorosas cubiertas de polvo y sangre ajena. Frente a él, cuerpos caían uno tras otro, algunos conocidos, otros simples extraños atrapados en el mismo infierno.

Una mujer intentaba proteger a su hijo con su propio cuerpo.

Un hombre gritaba el nombre de alguien que jamás respondería.

Pokémon que antes eran compañeros, ahora convertidos en armas de guerra.

La guerra había consumido Equinox.

Y él no podía hacer nada.

—¡Darius! —Una voz. Un grito entre el caos.

Darius se giró y lo vio.

Noah.

Su hermano pequeño estaba arrodillado en el suelo, temblando, con los ojos llenos de terror.

Un soldado se alzaba sobre él con una espada en mano.

Darius quiso moverse. Quiso gritar.

Pero estaba paralizado.

La espada descendió.

Y en el último segundo, un Pokémon salvaje se abalanzó sobre el soldado, desgarrándolo.

Noah gritó, cubriéndose los ojos.

Darius corrió hacia él, lo abrazó con fuerza y cerró los ojos.

Los gritos seguían.

El mundo seguía derrumbándose.

Y en ese momento, lo juró.

Nunca volvería a sentirse impotente.

Nunca permitiría que esto volviera a suceder.

Si nadie era capaz de detener el caos… entonces él mismo se encargaría de ponerle fin.

A cualquier costo.

Un mundo perfecto. Sin guerra. Sin dolor. Sin debilidad.

Un mundo bajo su control.

Capítulo 6: La Misión de Lilith

Darius despertó de golpe.

El salón estaba en penumbras. Solo la luz de la luna se filtraba por la enorme ventana detrás de él.

Su respiración era lenta, pero profunda.

No era la primera vez que soñaba con esa noche.

Ni sería la última.

Se incorporó en su asiento, pasándose una mano por el rostro. El dolor de cabeza aún latía en su cráneo.

—Qué escena tan trágica… casi me conmueve.

La voz suave y melódica rompió el silencio de la habitación.

Darius ni siquiera se inmutó.

Lilith estaba apoyada contra la puerta, observándolo con su habitual sonrisa de diversión.

—¿Te gusta irrumpir sin avisar? —murmuró Darius, sin levantar la vista.

Lilith dio un par de pasos, con la elegancia de un felino.

—Solo cuando sé que seré bien recibida.

Darius no respondió.

Lilith lo miró con curiosidad.

—Pesadillas otra vez, ¿eh?

Darius cerró los ojos un momento, exhalando.

—¿A qué viniste, Lilith?

Lilith se acomodó en un sillón cercano, cruzando las piernas con gracia.

—Tengo información. De la buena.

Darius levantó la mirada.

—Habla.

Lilith sonrió 

—Hemos encontrado algo… en la Villa Silenciosa.

Darius frunció el ceño levemente.

Lilith continuó:

—Al parecer, en la biblioteca antigua de ese pueblo hay textos que podrían contener la clave para liberar al Pokémon legendario.

Darius mantuvo su expresión neutral, pero sus dedos se tensaron sobre el brazo de su silla.

—¿Qué tan confiable es esta información?

Lilith se inclinó ligeramente hacia él.

—Lo suficiente como para que vaya yo misma a comprobarlo.

El líder de la Orden la observó en silencio por un momento.

Finalmente, asintió.

—Hazlo.

Lilith sonrió con picardía.

—Con gusto.

Se puso de pie, alisándose el vestido.

—Ah, por cierto… Villa Silenciosa es el pueblo de esa líder de gimnasio, Selene.

Darius no reaccionó.

—Lo sé.

Lilith se rió suavemente.

—Por supuesto que lo sabes.

Se dirigió hacia la puerta, pero antes de salir, se giró por última vez.

—Dime, Darius… cuando consigas tu mundo perfecto… ¿qué pasará con los que aún sigan resistiendo?

Darius no respondió de inmediato.

Solo la miró, su expresión imperturbable.

Y luego, simplemente dijo:

—No habrá resistencia en un mundo perfecto.

Lilith sonrió, satisfecha con la respuesta.

Su sonrisa juguetona se desvaneció por un instante.

—Sabes… —dijo en voz baja, con un tono más serio—. No todos los que te seguimos lo hacemos porque creemos ciegamente en tu visión.

Darius levantó la mirada, su atención totalmente en ella ahora.

Lilith se giró levemente, sin perder su postura elegante, pero sus ojos reflejaban algo más profundo.

—Tú quieres un mundo donde todo esté bajo control. Yo solo quiero un mundo que deje de ser cruel.

Hubo un largo silencio.

Lilith bajó un poco la mirada, su voz casi en un susurro.

—Antes de conocerte… yo también quise cambiar el mundo.

Pero el mundo me cambió a mí primero.

Darius no dijo nada.

Lilith sonrió de nuevo, pero esta vez su sonrisa no tenía esa picardía burlona de siempre.

—No creas que todos los que te siguen lo hacen por fe. Algunos de nosotros solo queremos algo mejor que esto.

Darius no apartó la vista de ella.

Lilith dio un último paso hacia la salida y se perdió en la oscuridad del pasillo.

Cuando Darius volvió a mirar el mapa sobre la mesa, sus palabras aún resonaban en su cabeza.