En una época antigua y lejana, cada país libraba una guerra interminable. Eran tiempos en los que las espadas y los puños aún servían como armas fundamentales para defender las tierras, mientras los reyes y señores de cada nación se enfrentaban en una brutal batalla por el dominio total. Fue en ese entonces, cuando los líderes de cada nación decidieron atacarse mutuamente, que nacieron dos facciones legendarias.La primera de estas facciones surgió en lo que hoy conocemos como el continente americano, abarcando toda América del Norte, Central y del Sur, un continente completamente unido bajo una sola bandera: "La Llama Flameante". Esta facción, empoderada por una mítica piedra encontrada en las antiguas ruinas aztecas, obtuvo un poder sin igual: el poder del sol. Aquellos elegidos por la piedra podían infundir en sus espíritus y en sus armas las llamas eternas del sol, transformándose en guerreros capaces de arrasar con todo a su paso. Sus espadas, bendecidas por este poder, podían cortar incluso las rocas más duras, convirtiéndose en una amenaza temible en la batalla.Al otro lado del mundo, en el corazón de Europa, en lo que ahora llamamos Rusia, otra llama nació. Un meteorito cayó en medio de una zona de guerra entre las naciones más poderosas del continente. Mongoles, coreanos, egipcios y otomanos se unieron en una batalla feroz, pero en medio del caos, los líderes de cada grupo lograron obtener el meteorito, que les otorgó el poder de las Llamas Azules. Estas llamas, que brillaban con una intensidad sobrenatural, podían imbuirse en todo su cuerpo y alma, sin necesidad de armas, convirtiéndose en la fuerza más poderosa del combate cuerpo a cuerpo. Aquellos que dominaban este poder se llamaron a sí mismos "Las Llamas Estelares", y se convirtieron en una fuerza temida y respetada.Durante años, ambas facciones libraron una guerra sin fin. La tecnología avanzó a un ritmo increíble, hasta el punto en que el mundo del año 1700 tenía tecnología comparable a la actual: teléfonos, aviones, autos y armas de fuego se convirtieron en herramientas comunes en la guerra. Pero mientras las facciones se destruían mutuamente, el mundo se desmoronaba. Los dioses, observando desde lo alto, se deleitaban con el caos que sus avatares habían sembrado. Fueron ellos quienes enviaron estos poderes a la humanidad, transformando a los hombres en peones de su cruel juego. Sin embargo, entre los dioses había algunos que no estaban de acuerdo con tales actos. Para ellos, la humanidad no era un juguete, sino una creación valiosa que había evolucionado y crecido a lo largo de los siglos. Entre estos dioses, el más molesto era el Dios Fénix, un ser de inmensa jerarquía que una vez había sido mortal. Este dios, que había desafiado a los dioses y los había superado, se había convertido en la constelación más venerada en el firmamento.El Dios Fénix, al observar la guerra y la devastación, se sintió profundamente decepcionado. Sin embargo, en medio de la oscuridad, encontró esperanza en un grupo de humanos que luchaban por la paz. Este grupo, liderado por una guerrera formidable, no buscaba la destrucción, sino la preservación del mundo. Su líder era Rosario Tempest, la Reina Carmesí, una mujer de cabello corto y armadura negra que se había enfrentado al último dragón existente con nada más que su fuerza y había salido victoriosa. Rosario, nacida en América del Sur, era una guerrera sin igual que había desafiado a los líderes de La Llama Flameante y Las Llamas Estelares, demostrando que incluso sin poderes ni magia, un ser humano podía enfrentarse a los dioses.Impresionado por su valor y determinación, el Dios Fénix decidió otorgarle a Rosario y a su linaje el Poder del Fénix. Este poder, una llama eterna que jamás se apaga y siempre resurge, incluso de las cenizas del olvido, se convirtió en la esencia del clan de Rosario. El Clan de la Llama Carmesí nació ese día, y Rosario se convirtió en su líder indiscutible. Juró que ella y sus descendientes protegerían al mundo, enfrentándose a cualquier amenaza, incluso si eso significaba sacrificar sus propias vidas.Rosario lanzó un feroz ataque contra las facciones que habían causado tanto sufrimiento. La primera en caer fue la facción de Las Llamas Estelares. Rosario y su ejército de guerreros imbuídos con el poder del Fénix cortaron a través de sus enemigos con una furia inigualable, derribando a todos los que se interponían en su camino. La batalla final tuvo lugar contra el líder de La Llama Flameante, el temido Rey Gilgamesh, quien se proclamaba a sí mismo como el soberano indiscutible del mundo.La batalla entre Rosario y Gilgamesh fue legendaria. Espada contra espada, se enfrentaron durante tres días y tres noches, chocando sus filos con una fuerza que sacudía la tierra misma. Ambos guerreros demostraron que la verdadera fuerza no reside en el poder de las armas, sino en la voluntad del portador. Sin embargo, al final, la determinación de Rosario prevaleció, y su espada atravesó el corazón de Gilgamesh, quien, mientras moría, lanzó una risa sombría y prometió que algún día sus descendientes completarían lo que él había comenzado.Rosario, aunque victoriosa, sabía que la amenaza no había desaparecido. Las facciones podían haber sido derrotadas, pero sus legados persistían. Sabía que mientras la llama del Fénix permaneciera encendida, habría quienes buscarían revivir el conflicto. Antes de morir, Rosario hizo un juramento a los dioses: "Si alguna vez este conflicto vuelve a surgir, no importa cuánto tiempo pase, mis descendientes estarán listos para defender este mundo, incluso si eso les cuesta la vida." Así, la guerra llegó a su fin, y la paz finalmente se estableció en el mundo.Presente:"Esa era la historia que mi abuela solía contarme cuando era niño. Era un cuento que me fascinaba y me aterraba al mismo tiempo, una leyenda que resonaba en lo más profundo de mi ser. Pero hoy, mientras me preparo para visitarla por última vez, esa historia cobra un nuevo significado. Hoy, mi abuela cumple 90 años, pero este será su último cumpleaños. Soy el último de nuestra familia que queda para recordarla, el último del linaje Tempest. Mi nombre es Adam Tempest, y hoy es el cumpleaños final de mi abuela."Adam: "Hola, abuela... espero que no hayas hecho trabajar mucho a las enfermeras hoy."Mi abuela ya no era la misma de antes. Desde que cumplió 70 años, algo cambió en ella. Poco a poco, dejó de hablar, dejó de sonreír, hasta que un día simplemente dejó de reaccionar al mundo. Los doctores lo llamaron "muerte en vida", un estado en el que su mente se cerró por completo, negándose a seguir viviendo. Aunque su cuerpo seguía funcionando, su espíritu parecía haberse retirado, dejándola en un estado de quietud inquietante. Aun así, seguía visitándola, hablándole de mi día a día en la escuela, esperando que de alguna manera, mis palabras la alcanzaran.Pero hoy es diferente. Hoy es el día en que me transferiré a una nueva escuela, lejos de todo lo que he conocido. He decidido mudarme a un barrio tranquilo en el corazón del continente sudamericano, en la ciudad de Córdoba. Es un lugar que, a pesar de la era tecnológica en la que vivimos, conserva la esencia y la arquitectura de tiempos pasados. Este será mi último adiós a mi abuela, mi última visita antes de comenzar una nueva vida.Adam: "Bueno, abuela... hoy es el día. Me iré muy lejos, pero quiero que sepas que siempre te llevaré en mi corazón... No sé si el lugar al que irás será mejor que este, pero... espero que encuentres paz."No pude evitar que las lágrimas comenzaran a correr por mi rostro. Me sentía abrumado por la tristeza, la impotencia de saber que pronto estaría solo, sin la persona que me había criado y me había dado todo su amor. Pero entonces, algo increíble sucedió. Mi abuela, que había estado inmóvil durante tanto tiempo, levantó una mano temblorosa y la posó sobre mi cabeza, acariciando suavemente mi cabello.Rosario: "Así que irás a donde nuestros ancestros nacieron y murieron con honor. Eso me llena de orgullo, mi querido nieto..."Mi corazón se detuvo por un instante al escuchar su voz, una voz que no había oído en años. Levanté la mirada, y allí estaba, mi abuela, sonriéndome con una ternura que no había visto en tanto tiempo. Tomé su mano con fuerza, temeroso de que este momento se desvaneciera como un sueño.Adam: "¡Abuela! ¿Estás bien?... Te extrañaré tanto... por favor, no te vayas..."Ella, con esa dulzura que siempre la había caracterizado, me sonrió suavemente. Sus ojos, aunque cansados, brillaban con una luz que no había visto en años. Con ternura, limpió mis lágrimas con sus dedos, mientras su voz, aunque firme, contenía un tono amoroso que me reconfortó profundamente.Rosario: "Querido nieto, no seas mogólico... No llores como un tonto por una anciana que ya tiene que partir... Pero aún no puedo irme sin contarte algo importante... sobre nuestro linaje familiar."Al escuchar sus palabras, una parte de mí supo de inmediato a qué se refería. Era la historia que me había contado tantas veces cuando era niño, esa vieja leyenda sobre el poder del Fénix y el clan de la Llama Carmesí. Sin embargo, con el tiempo, había dejado de creer en esas historias, pensando que no eran más que mitos para hacer dormir a los niños, cuentos que pintaban un mundo lleno de peligros que la llama del Fénix podría disipar con su resplandor.Adam: "Abuela... esas historias eran cosas en las que creía cuando era un niño. Ya no soy un niño. Eso ya no importa... Solo... no importa..."Intenté desviar la conversación, pero antes de que pudiera continuar, mi abuela me calló, no con palabras, ni con un gesto, sino con una muestra de algo que desafió toda lógica y razón. Con esfuerzo, levantó su mano temblorosa y, ante mis ojos incrédulos, las llamas del Fénix comenzaron a brotar de sus dedos. Era un fuego cálido y radiante, que no quemaba, sino que iluminaba la habitación con un resplandor similar al de una estrella lejana. Las llamas danzaron en el aire, reflejándose en sus ojos, y con esa misma mano, la puso sobre mi pecho, iniciando una transferencia de poder que cambió mi vida para siempre.Rosario: "Adam... como último descendiente del linaje Tempest, te entrego la llama del Clan de la Llama Carmesí... Como fundadora y protectora del mundo... solo puedo decir que estoy orgullosa de ti desde el día en que naciste..."El calor de las llamas se intensificó, pero no sentí dolor. En cambio, sentí una energía vibrante que comenzaba a fusionarse con mi ser, un poder ancestral que corría por mis venas, revitalizando mi cuerpo y espíritu. Mi abuela, debilitada por la transferencia, me abrazó con fuerza, aunque su cuerpo comenzaba a mostrar signos de deterioro. Tosió sangre, y su pecho, marcado por los años y las batallas, comenzó a agrietarse mientras su alma se apagaba lentamente.Adam: "¡NO!... ¡DETENTE!... ¡No lo hagas!... ¡Basta!... No quiero que mueras, por favor, ¡DETENTE!... ¡ABUELA!"Gritaba con desesperación, suplicándole que se detuviera, que no sacrificara su vida por mí. Pero ella no soltó su abrazo, manteniéndome cerca mientras mis palabras se ahogaban en mi garganta. Sabía que lo que estaba haciendo significaba su muerte, pero también sabía que para ella, era su deber, su último acto de amor y protección.Rosario: "Nuestra llama eterna... que jamás se apaga y siempre resurge, incluso de las cenizas del olvido... Incluso cuando la nada misma llegue, renacerá entre la oscuridad y sembrará la esperanza en los corazones de la gente... Ese es nuestro deber..."Su voz era suave, pero cada palabra resonaba en mi alma como un juramento sagrado. Sentí el poder del Fénix fluir completamente en mí, marcando mi destino. Alas de fuego se desplegaron en mi espalda, y mis ojos se llenaron del brillo de la llama sagrada, revelando el legado que ahora debía llevar. Mi abuela, con una última sonrisa llena de amor y orgullo, me miró una vez más, sus ojos brillando con una ternura infinita.Rosario: "Siempre he estado orgullosa... de que fueras mi luz en esta oscuridad... Pero ahora es el mundo el que te necesita... Gracias, Adam... por ser mi nieto..."Con esas últimas palabras, Rosario cerró sus ojos lentamente, entregándose al sueño eterno de la muerte mientras yo, aún abrazándola, lloraba con desesperación.Adam: "¡Abuela!... No, abuela, por favor, no... abre tus ojos... ¡ABRE TUS OJOS, MIERDA!... –sollozaba incesantemente– Por favor... abuela... despierta..."La abracé con todas mis fuerzas, pero su cuerpo ya no respondía. El último miembro de mi familia, la última persona que me unía a mi pasado, se había ido. Mis lágrimas continuaron cayendo mientras la desesperanza me consumía, sintiendo que una parte de mí se había roto irreparablemente.Pasaron días de luto, en los que enterré a mi abuela junto a los miles de soldados que pelearon en la guerra de hace 300 años, honrándola como la gran guerrera y protectora que había sido. Organizar un funeral digno fue lo mínimo que podía hacer por la mujer que había sacrificado todo por mí y por el mundo que tanto amaba. Cuando todo terminó, regresé a la casa de mi abuela, un lugar lleno de recuerdos que ahora parecía extrañamente vacío.Mientras recogía sus cosas, encontré un diario escondido entre sus pertenencias. Era el diario de mi abuela, el cual contenía la verdad que nunca había compartido conmigo. En sus páginas, descubrí que ella nunca había caído en coma, sino que había fingido estar en ese estado para protegerme. A través de sus palabras, comprendí que Rosario había pasado años luchando contra los enemigos del clan, el Clan de la Llama Flameante y la Llama Eterna, que aún existían en la actualidad. A pesar de su avanzada edad, había continuado combatiendo en secreto, protegiéndome y protegiendo al mundo.Adam: "Gracias... abuela... dondequiera que estés... te quiero mucho."Sus sacrificios, los años que había pasado fingiendo estar ausente para mantenerme a salvo, todo ese amor y protección me hicieron llorar de nuevo. Entendí que ella había renunciado a compartir esos últimos años conmigo para asegurar mi futuro, para que yo pudiera vivir una vida normal, lejos del peligro.Al día siguiente, tomé el primer vuelo hacia la capital de Córdoba, donde comenzaría una nueva vida, lejos de todo lo que había conocido. Pero en mi corazón, sabía que no estaría solo. El legado de mi abuela, el poder del Fénix, y la misión de proteger al mundo ahora eran míos. ¿Podré descubrir quiénes son los enemigos de mi familia? ¿Estaré solo en esta misión? ¿Lograré salvar al mundo? Estas preguntas rondaban mi mente, pero sabía que el destino me deparaba un camino lleno de desafíos. Y aunque el futuro era incierto, una cosa era segura: mi abuela estaría siempre conmigo, guiándome con la luz de su llama eterna.