El día parecía estar envuelto en una capa de aparente normalidad, donde la vida urbana se desplegaba en su forma más rutinaria y mecánica. Las calles bullían con una actividad constante: personas caminaban apresuradas, sumidas en conversaciones triviales o pegadas a las pantallas de sus teléfonos, buscando alguna distracción que les permitiera evadir la monotonía de sus existencias. En los cafés, algunos se permitían un momento de pausa, compartiendo un café que intentaba ahogar el hastío de sus jornadas. Otros, más afortunados, disfrutaban de una comida en restaurantes que, a pesar de su lujo aparente, solo lograban maquillar la profunda insatisfacción que les roía el alma.Entre los transeúntes, algunos rostros revelaban una lucha más ardua: aquellos que vivían en las calles, convertidos en sombras invisibles para la sociedad que les había dado la espalda. Para ellos, el día era una batalla constante por la supervivencia, enfrentándose al frío indiferente del mundo que les rodeaba. En un contraste brutal, otros vivían del delito, alimentando su ambición en una sociedad donde la justicia era una mera ilusión, donde la desigualdad marcaba la línea divisoria entre los que tenían y los que nunca tendrían.Sin embargo, sobre todas esas vidas que se entrelazaban en un ciclo interminable de rutina y desesperación, se alzaba un edificio brillante, un monolito que reflejaba la frialdad y el poder de quienes lo habitaban. En lo más alto de esa estructura, desde una oficina que parecía tocar el cielo, un hombre observaba todo con una mirada penetrante, casi despectiva. Aquel hombre no era otro que el CEO de la poderosa compañía Renault, una figura envuelta en un aura de frialdad y madurez que pocos podían igualar.Desde la cima de su imperio, aquel hombre, Benjamin Novikov, contemplaba a la gente en las calles con una mezcla de curiosidad y desapego. Para él, los seres humanos eran poco más que peones en un vasto tablero de ajedrez, figuras que aún no habían encontrado su verdadera oportunidad en la vida. Cada individuo que veía, ya fuera un ejecutivo con traje o un mendigo en la acera, le recordaba lo efímera y frágil que era la existencia humana cuando se despojaba del dinero y el poder.El paisaje urbano que se desplegaba ante él parecía un reflejo de la cruda realidad que pocos se atrevían a enfrentar: la desigualdad era la norma, y la igualdad, una quimera que solo existía en los sueños de los idealistas. Las vidas que se desarrollaban a sus pies eran, para él, ejemplos palpables de las diferencias abismales que separaban a unos de otros, diferencias forjadas por el esfuerzo, la suerte o la falta total de ambas. Benjamin, inmerso en sus pensamientos, comprendía mejor que nadie que la verdadera naturaleza humana no era la de seres iguales, sino la de individuos que, desde el momento de su nacimiento, se enfrentaban a un destino marcado por las circunstancias.Muchos lo consideraban un hombre privilegiado, alguien a quien el dinero y el poder habían elevado por encima de los demás. Y, sin embargo, Benjamin no se veía a sí mismo como una figura superior. Cuando la gente le preguntaba qué pensaba sobre los demás, esperaban de él una respuesta que reafirmara su estatus, tal vez una burla sutil o una afirmación de su grandeza. Pero Benjamin siempre respondía con una franqueza que desconcertaba a quienes lo escuchaban
"¿Los seres humanos de verdad son iguales? Todo el tiempo se habla de igualdad. Alguien dijo una vez que el cielo no ha creado a ningún hombre superior o inferior a otro hombre. Pero la cita no termina ahí: somos iguales al nacer, pero luego surgen diferencias. Esto es resultado de los esfuerzos académicos o de la falta total de ellos. Como sea que se interprete, los humanos somos capaces de pensar por nosotros mismos. Es probable que la igualdad sea solo un falso concepto, pero la desigualdad siempre será un tema difícil de aceptar. Cualquier persona es como yo; lo único que me hace diferente es mi dinero y mi poder, pero sin todo eso, solo soy un humano más".
Desde ese momento, se le conocía como el hombre más sabio del planeta, alguien que comprendía y deseaba mejorar la vida de otros, aunque no lo necesitara. Todo esto lo leía en su periódico, el cual dejó a un lado sobre su escritorio, mientras volvía su mirada hacia la ciudad a través de la ventana. Levantó su mano, dejando que el poder de la llama azul, característico del Clan de la Llama Estelar, se manifestara en ella. Este nombre se originó con los creadores del clan, quienes creían que la llama tenía su color azulado porque provenía del espacio exterior y que poseía propiedades especiales que la hacían superior a las demás. Un error que descubrieron cuando fueron derrotados por la Llama Carmesí, algo que cada miembro del clan tiene presente. Aunque los herederos de los cuatro reinos fundadores no piensan igual, todos tienen el propósito de impedir que estalle una nueva guerra innecesaria por el poder.El mayor enemigo de las Llamas Eternas son los herederos perdidos de la Llama Flameante, un grupo que ha tomado el control de América del Norte y América Central, utilizando la fuerza militar y su influencia como superpotencia mundial. Sin embargo, han decidido no tocar América del Sur, ya que este sigue siendo el territorio del Clan Carmesí, algo que también tienen claro las Llamas Azules, que solo son invitadas en el territorio del Clan Carmesí. Esta relación amistosa entre clanes ha dado lugar a la Alianza de las Llamas Eternas, que une a Europa, Asia y América del Sur en una sola coalición para mantener la paz mundial.Los pensamientos de aquel hombre fueron interrumpidos por la llegada de dos jóvenes a la sala.Uno de ellos era el hijo mayor del CEO, llamado Leon, un joven alto de cabello largo y un rostro algo femenino, pero que no le restaba a su imponente presencia y característica sonrisa.
Leon: Hola, papá. ¿Cómo has estado? Espero que no estemos molestándote ni interrumpiendo nada importante.Leon estaba acompañado por su hermano menor, Alexander, el heredero de la compañía de su padre y portador de la llama azul. Alexander era un joven alto, corpulento, de cabello corto, que siempre mostraba un aire serio y sombrío, aunque en realidad era educado, atento, y considerado con las personas, especialmente con su padre, a quien veía como un líder y un ejemplo indiscutible a seguir.Alexander: Buenos días, padre. Lamento irrumpir de esta manera, pero tenemos algo importante que decirte.Estas palabras hicieron que el hombre, que hasta entonces estaba de espaldas a sus hijos, se diera la vuelta para mirarlos. Su nombre era Benjamin Novikov, un nombre español heredado de su madre, nacida en Argentina, proveniente de una casta noble española. Benjamin había mantenido el apellido de su padre, Alexei Novikov, antiguo CEO y fundador de la compañía, así como fundador original del Clan de la Llama Azul.Benjamin era un hombre alto, con una musculatura prominente, cabello corto y de un blanco oscuro característico de su linaje, algo que a veces se manifestaba en los herederos de la llama azul, aunque no en todos, debido a que no todos poseían el limitador físico que conlleva la llama azul. Su rostro mostraba cicatrices de combate, fruto de su arduo entrenamiento como heredero del clan eterno, con la obligación de ser uno de los más fuertes, tal como lo fue su padre. Todo esto le daba una mirada fría e imponente, que denotaba respeto y preocupación por sus hijos, a quienes miró fijamente para que no lo notaran, mientras cambiaba levemente su semblante y preguntaba con firmeza:Benjamin: ¿Qué es lo que sucede para que hayan venido a verme sin informarme? Debe ser algo muy importante, o de lo contrario, no estarían aquí.Ambos hermanos miraron a su padre con expresiones muy diferentes. Leon mantenía una sonrisa desafiante en su rostro, una sonrisa que parecía desafiar no solo la autoridad de su padre sino también el mundo mismo. Era una expresión que Benjamin conocía bien, una mezcla de orgullo juvenil y audacia, una señal de que su hijo mayor estaba preparado para enfrentarse a cualquier desafío que la vida le presentara. Por otro lado, Alexander, siempre más serio y reservado, mantenía su postura erguida y su semblante solemne, mostrando el respeto que sentía hacia su padre y hacia el peso de la información que estaban a punto de compartir.Leon: La fundadora del Clan Carmesí falleció esta mañana, de vejez. Esta información la acabamos de recibir de los mismos miembros de su organización.Estas palabras resonaron en la oficina, envolviendo el espacio en un silencio denso y cargado de emociones. Benjamin quedó perplejo. Sus ojos, normalmente serenos y calculadores, se abrieron de par en par en una rara muestra de sorpresa, antes de que su mano se estrellara contra el escritorio en un golpe certero, agrietando levemente la superficie de madera maciza. La acción fue tan repentina como violenta, y la habitación pareció temblar con la fuerza del impacto. Sin embargo, no era solo la ira lo que había motivado ese movimiento; había algo más profundo, una sombra de tristeza y pérdida que se reflejaba en su voz cuando finalmente habló.Benjamin: ¿Esta información está confirmada...?Su tono era firme, frío, una voz que podría haber hecho flaquear la moral de cualquier hombre. Pero para aquellos que lo conocían bien, como sus hijos, esa firmeza escondía un dolor más profundo, un pesar que luchaba por mantenerse oculto detrás de la máscara de autoridad que Benjamin siempre llevaba. No era solo la noticia de la muerte lo que lo enfurecía, sino la realidad de lo inevitable, el hecho de que, a pesar de todo su poder y control, había cosas en la vida que simplemente no podía evitar.Leon y Alexander se miraron entre sí, sorprendidos por la reacción de su padre. Aunque habían esperado cierta conmoción, no imaginaban que lo afectaría tan profundamente. Fue Alexander quien, con su habitual seriedad, rompió el silencio que se había instalado en la oficina.Alexander: Sí, esta información está confirmada. Tenemos fotos que lo demuestran.Sin decir más, Alexander abrió su saco y sacó un pequeño conjunto de fotos, colocándolas cuidadosamente sobre el escritorio frente a su padre. Las imágenes mostraban el cuerpo sin vida de la fundadora del Clan Carmesí, una mujer que, incluso en la muerte, mantenía una expresión serena, casi como si estuviera en paz. Su rostro, a pesar del tiempo y las arrugas, aún conservaba una dignidad imponente, una muestra del poder y la gracia que había definido su vida. Las fotos también mostraban el funeral, un evento solemne y cargado de respeto, donde los miembros de su clan le rendían homenaje. Pero había una foto en particular que llamó la atención de Benjamin, una imagen que destacaba por su simpleza y por lo que sugería.En la imagen, un joven de cabello oscuro y semblante triste estaba al lado del ataúd, su figura solitaria contrastando con el entorno sombrío. Era el único que se había quedado hasta el final, el único que permanecía allí después de que todos los demás se habían retirado. Benjamin fijó su mirada en esa imagen, una mezcla de curiosidad y preocupación atravesando su mente mientras formulaba la siguiente pregunta.Benjamin: ¿Quién es este chico de la foto y qué relación tiene con la fundadora?La pregunta quedó suspendida en el aire por un momento antes de que ambos hermanos intercambiaran una mirada significativa. Después de unos segundos de silencio, Alexander tomó la foto, la sostuvo entre sus dedos y se acercó más a su padre.Alexander: Nuestra información nos dice que esta persona es su único heredero, el último heredero de la Llama Carmesí, su nieto, Adam.El nombre resonó en la mente de Benjamin, provocando una reacción visible en su rostro. Exaltado, dio un paso hacia adelante, acercándose más a sus hijos con una seriedad que reflejaba la gravedad de la situación.Benjamin: ¿Dónde se encuentra? Debemos ponerlo a salvo para que nadie pueda atacarlo hasta que esté listo para defenderse.La determinación en su voz era palpable. No era solo una cuestión de deber; había una promesa implícita en sus palabras, una promesa que iba más allá de la protección, una promesa de continuar el legado de alguien que había significado mucho para él. Los hermanos habían anticipado esta reacción, y habían tomado medidas para asegurar el bienestar de Adam antes de informarle a su padre.Le explicaron que, antes del fallecimiento de la fundadora, habían recibido un comunicado de ella misma. En ese mensaje, la mujer les pedía que cuidaran de su nieto de alguna manera, que lo entrenaran y le enseñaran lo necesario para sobrevivir en este nuevo mundo. Comprendiendo la importancia de esta misión, Leon y Alexander habían trabajado en conjunto para crear un instituto en el centro del país. Un lugar donde invitarían a los miembros más jóvenes de los clanes de cada Llama, así como a los nuevos grupos emergentes en esta nueva era. La idea era no solo entrenar a estos jóvenes, sino también proporcionarles un entorno donde pudieran aprender a manejar el poder que habían heredado, donde los veteranos podrían enseñar a los novatos, y, de paso, donde podrían capturar a aquellos que hubieran cometido crímenes en sus respectivos clanes.Además, veían en esta iniciativa una oportunidad para formar vínculos con otros clanes, como el de la Llama Flameante, fortaleciendo así las alianzas que tanto necesitaban en estos tiempos inciertos. Al escuchar todo esto, Benjamin asintió lentamente, procesando la información con la misma minuciosidad con la que había abordado tantas otras decisiones en su vida. Aceptó el plan de sus hijos, comprendiendo que era el camino más sensato, y les pidió que se retiraran para continuar con los preparativos, asegurándose de que todo estuviera listo antes de la llegada del joven heredero de la Llama Carmesí.Cuando sus hijos se retiraron, Benjamin se quedó solo en su oficina, el silencio cayendo sobre él como una manta pesada. Se acercó a su escritorio, donde las fotos seguían esparcidas, y tomó una en particular: una imagen de la fundadora de la Llama Carmesí, mucho más joven, en sus días de gloria. Miró la foto con tristeza, una tristeza que provenía no solo de la pérdida reciente, sino también de los recuerdos que había compartido con aquella mujer. Sus manos, normalmente firmes y seguras, temblaron ligeramente cuando acarició el marco de la imagen, sintiendo una oleada de emociones que había mantenido enterradas durante mucho tiempo.Benjamin se dirigió a una pared al fondo de su oficina, una pared que, ante su presencia, se deslizó hacia un lado, revelando una habitación oculta. Entró en esa habitación, un santuario privado que solo él conocía, donde se resguardaban las armas más poderosas del Clan Azul, junto con la gran espada carmesí, un símbolo de la alianza y respeto mutuo entre los clanes. En una esquina, había una foto que capturaba un momento de su juventud: la fundadora de la Llama Carmesí, aún joven y llena de vida, enseñándole a usar sus llamas, una imagen que siempre había atesorado.En ese santuario, rodeado por recuerdos y símbolos de un pasado glorioso, Benjamin, el hombre frío y duro que rara vez mostraba emoción, finalmente dejó caer sus defensas. Lágrimas amargas y llenas de melancolía rodaron por sus mejillas mientras lamentaba no haber podido despedirse de ella en sus últimos momentos. Sabía que su reacción era más que simple tristeza; era el dolor de alguien que había perdido a la única persona que alguna vez había sentido como una madre, alguien que le había dado amor y calidez en un mundo que siempre había sido frío y cruel para él.En ese momento de vulnerabilidad, Benjamin sintió una presencia cálida detrás de él. La silueta de una mujer, una figura espectral que irradiaba el único calor maternal que había conocido en su vida. Su propia madre no había sobrevivido al parto, y aunque lo había sostenido por un breve momento antes de morir, nunca había sentido el abrazo de una madre. Fue su padre quien lo crió, un hombre fuerte y severo que lo preparó para la vida solitaria y llena de desafíos que le esperaba como líder del Clan Azul.Pero todo cambió el día que conoció a la fundadora de la Llama Carmesí. Tenía catorce años, un joven frío y distante que no conocía el significado del amor o la ternura. Fue ella quien, con su temperamento fuerte y decidido, entró en su vida y lo golpeó, literalmente, en la cabeza cuando vio que su padre lo estaba entrenando incorrectamente en el control de las llamas. La regañó por ser tan imprudente, recordándole al abuelo por su falta de cuidado, y desde ese día, ella se convirtió en su mentora.Benjamin se secó las lágrimas y tomó la gran espada carmesí, observando cómo las llamas azules y carmesíes danzaban alrededor de su mano. Aunque la presencia maternal detrás de él se había desvanecido, dejó un vacío que sabía que nunca podría llenar. Sin embargo, comprendió que no podía permitirse el lujo de detenerse en el pasado. Había tomado una decisión: entrenaría al nieto de su mentora y le enseñaría a usar su poder de la misma manera que ella lo había hecho con él.Con la voz cargada de emoción, apenas un susurro, hizo una promesa que resonaría en el silencio del santuario.Benjamin: Lo protegeré, te lo prometo. Puedes descansar en paz. No permitiré que ellos lo lastimen. Te prometo que lo entrenaré como tú me entrenaste a mí. Descansa, maestra...Sus palabras fueron un juramento solemne, una promesa que sellaba con la misma determinación que ella había instilado en él. Con la espada en mano, Benjamin salió del santuario y regresó a su oficina. Dejó la espada sobre su escritorio, una decisión silenciosa pero poderosa de seguir adelante, de hacer lo que era necesario para honrar la memoria de la mujer que había significado tanto para él.Aunque el dolor seguía ahí, enterrado en lo más profundo de su corazón, también había una voluntad férrea, una voluntad de asegurarse de que su legado, y el de la Llama Carmesí, no se extinguiera en la oscuridad de estos tiempos inciertos.Después de varios días de viaje, Adam finalmente llegó a Córdoba, un lugar desconocido para él, donde la incertidumbre pesaba sobre sus hombros. Sin un destino claro ni un lugar al cual llamar hogar, deambuló por la estación hasta que su mirada se posó en un hombre que lo estaba esperando. El hombre, cuya figura era imponente y misteriosa, llevaba una máscara que ocultaba sus facciones, y sostenía un cartel con el nombre de Adam escrito en él. La elección del disfraz no era casual; Benjamin había decidido ocultar su identidad para proteger tanto a Adam como a sí mismo. La naturaleza de su vida, llena de enemigos y peligros, no permitía riesgos innecesarios.Mientras Adam se acercaba, con la curiosidad y la inocencia propias de su edad, sus ojos de un amarillo brillante, casi como el sol, se entrecerraron ligeramente al observar al hombre enmascarado. Algo en su interior le decía que podía confiar en él, aunque la situación le resultara extraña. Había algo familiar en esa presencia, algo que le recordaba a su abuela, aunque no podía precisar qué era.Adam: Hola... ¿me conoces? ¿O quizás eres algún amigo de mi abuela?Benjamin se quedó en silencio por un momento, su corazón dando un vuelco al ver esos ojos tan similares a los de su maestra. El rostro de Adam, tan joven e inexperto, reflejaba una versión más joven de la mujer que le había enseñado todo lo que sabía. Por un instante, los recuerdos lo abrumaron, llevándolo de vuelta a los días en que la sonrisa de su maestra iluminaba su mundo. Pero rápidamente volvió a la realidad, recordando la promesa que había hecho.Benjamin: Sí, soy un viejo amigo de tu abuela. Ella me pidió que cuidara de ti mientras asistes a la escuela que han abierto en esta provincia.Adam mostró una sonrisa de alivio. Había estado preocupado, sin saber a dónde ir ni cómo sobrevivir en un lugar tan distante y extraño. El hecho de que alguien se presentara como un amigo de su abuela, dispuesto a cuidarlo, le trajo una sensación de paz que no había sentido desde la muerte de ella. Para un joven tan ingenuo y lleno de esperanza, este encuentro significaba que no estaba completamente solo en el mundo.La ingenuidad de Adam era evidente; no conocía los peligros que lo rodeaban ni comprendía aún la crueldad de la vida que le esperaba. Su vida, hasta ese momento, había sido protegida por su abuela, un refugio de amor y seguridad que ahora se había desvanecido. Pero Benjamin, al observar esa sonrisa inocente, sabía que su misión no sería fácil. Proteger a Adam no solo significaba mantenerlo a salvo de los enemigos que lo acechaban, sino también prepararlo para un mundo implacable, donde la ingenuidad podría ser su perdición.Benjamin, aunque serio y reservado, decidió en ese momento que sería un mentor para Adam, guiándolo por el camino que su abuela había trazado. Pero también sabía que había una delicadeza en esa tarea, una que requeriría tiempo y paciencia. Mientras caminaban juntos, Benjamin sintió el peso de su promesa y la responsabilidad que ahora tenía sobre sus hombros. Adam, por su parte, todavía no comprendía la magnitud del viaje que estaba a punto de emprender, pero su corazón, lleno de gratitud y esperanza, lo hacía confiar plenamente en este extraño que había llegado para ayudarlo.En ese momento, en un lugar remoto y envuelto en sombras, un aura sombría impregnaba el aire como un veneno invisible. La oscuridad parecía devorar todo a su alrededor, y en el centro de ese abismo, un trono manchado de sangre era el asiento de una figura cuyo rostro permanecía oculto en las penumbras. Una sonrisa perturbadora cruzaba su rostro mientras recibía la noticia que acababa de llegar: la fundadora del clan Carmesí había muerto. Esta información, que se filtró de manera inoportuna, había llegado a oídos del peor destinatario posible: el heredero de la llama flameante.???: Así que murió, ¿eh...? Qué lástima... Pero dices que su heredero está vivo entonces...La figura levantó su mano lentamente, moviéndola con una gracia macabra que demostraba un control absoluto sobre las llamas flameantes que lo rodeaban. El fuego, de un color rojo profundo, reflejaba la intensidad de su deseo y la oscuridad de sus intenciones. Su voz, cargada de un tono siniestro y sediento de poder, resonó en el ambiente.???: Deberíamos ir a conocerlo, ¿no creen? Jejejejeje... Pero creo que es demasiado pronto...En ese instante, uno de sus subordinados le entregó una invitación enviada por los herederos de la llama azul. Era una propuesta para inscribir a los jóvenes y veteranos de su clan en la recién creada escuela de la llama, un lugar destinado a la formación y entrenamiento de los nuevos miembros de los clanes. Al leerla, una sonrisa se formó en el rostro de la figura, ampliándose con una mezcla de interés y malicia.???: Interesante... Envía a todos los que consideren aptos, tanto a los novatos recién llegados como a los veteranos. Quiero que esto sea una oportunidad para mostrarles a los otros clanes quién es el más poderoso... y también para obtener información sobre la evolución del heredero de la llama Carmesí...Con esa orden, se selló el destino de muchos. Los días tranquilos de Adam estaban llegando a su fin. Ahora, debía enfrentarse a una nueva realidad en una escuela donde las intenciones y los poderes de cada clan se cruzarían en un delicado y peligroso equilibrio. La ingenuidad y la amabilidad que hasta ahora habían definido a Adam serían puestas a prueba en un entorno hostil y lleno de secretos. ¿Podría mantener firme su sonrisa ante la crueldad que el destino le tenía preparada? ¿Sería capaz de adaptarse y sobrevivir en un mundo donde la lucha por el poder era la norma?Esta historia apenas comenzaba, y el camino de Adam sería esculpido por los eventos que estaban a punto de desencadenarse. Lo que le esperaba no era solo un desafío físico, sino una prueba de su espíritu, donde cada elección lo acercaría más al hombre que estaba destinado a ser.