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Chapter 13 - Descanso

La tarde comenzaba a teñirse con los tonos dorados del atardecer mientras me preparaba para un evento que, sinceramente, me resultaba extrañamente incómodo: una salida a una taberna con Enkidu. No era solo la primera vez que salía a tomar algo con alguien; también era la primera vez que pisaría una taberna del pueblo. No sabía qué esperar.

Después de mi lección sobre los dioses y criaturas, regresé al palacio para prepararme. Me dirigí al baño real, donde se me proporcionó agua fresca vertida desde grandes jarras de cerámica y aceites perfumados para purificar la piel. El vapor llenaba la estancia mientras me limpiaba y dejaba que el agua se llevara los últimos rastros de agotamiento. Pero mi mente seguía atrapada en la misma pregunta:

'¿Qué se supone que debo vestir para una taberna?'

Decidí no complicarme demasiado y elegí algo no muy formal: una túnica ligera de lino blanco, decorada apenas con bordes dorados, y un cinturón de cuero oscuro que ajustaba la prenda a mi cuerpo. Lo suficientemente elegante para mi estatus, pero cómodo.

Sin embargo, cuando salí del palacio y me encontré con Enkidu, su expresión seria me dejó perplejo.

"¿Qué pasa?" le pregunté, arqueando una ceja.

"¿Realmente piensas ir vestido así?" Me miró de arriba abajo y luego sonrió con un toque burlón. "Todo el mundo se va a reír de ti."

"¿En serio?" respondí, algo molesto.

"Claro" dijo entre risas. "Vas a una taberna del pueblo, no a un banquete en el palacio."

Suspiré y regresé al interior. Esta vez, elegí algo mucho más simple: una camisa de lino ajustada, ligeramente desabotonada en el cuello, y unos pantalones de tela cómodos, los mismos que solía usar durante entrenamientos ligeros. Al regresar, Enkidu asintió aprobadoramente.

"Ahora sí pareces una persona normal."

"Claro que no parecería normal. Tengo linaje divino" respondí con una sonrisa sarcástica.

Enkidu soltó una carcajada. "Oh, perdón, gran descendiente de los dioses. Espero que la cerveza no manche tu sangre sagrada."

Solté una carcajada sincera, dejando que por un momento la tensión del día desapareciera. "Bueno, al menos creo que mi sangre sagrada podrá soportarlo" respondí entre risas, mientras Enkidu también reía a mi lado.

El camino hacia la taberna estuvo lleno de susurros. A pesar de mi atuendo más humilde, algunas personas me reconocieron. Podía escuchar fragmentos de sus comentarios: "¿No estaba herido hace unos días?" "Tal vez las heridas no eran tan graves." Intenté ignorarlos, pero cada palabra se clavaba ligeramente.

Cuando finalmente llegamos, la taberna era un edificio de madera con una entrada amplia y luminarias colgantes que comenzaban a encenderse para la noche. Al cruzar el umbral, un olor a madera quemada, cerveza y especias llenó mis sentidos. El interior estaba decorado con mesas robustas de madera y bancos largos. La gente hablaba en voz alta, reía y bebía. Pero cuando entramos, el ruido se desvaneció.

Todas las miradas se posaron en mí.

"Gishkal, dos jarras de cerveza", gritó Enkidu al tabernero, que todavía parecía procesar la presencia del príncipe en su taberna. Recuperó la compostura rápidamente y asintió.

"Enseguida, Enkidu."

Nos sentamos en una de las mesas cerca de la pared. Los susurros continuaban, pero ahora hablaban más de la sorpresa de verme allí que de mis heridas. Enkidu apoyó los codos en la mesa y sonrió.

"Se cómo solucionar esto" dijo, mirándome con una sonrisa traviesa.

"¿Cómo?" pregunté, intrigado.

"Invítales una ronda gratis."

Fruncí el ceño. "No creo que funcione."

"Confía en mí."

Asentí lentamente. Enkidu se levantó y alzó la voz. "¡Gente! El príncipe invita una ronda a todos por ser la primera vez que viene."

El silencio se apoderó de la taberna por un instante. Cerré los ojos y negué con la cabeza, convencido de que había sido un error. Pero entonces, una oleada de gritos y aplausos inundó el lugar. Me gritaban halagos, algo que nunca espere escuchar de ellos.

Abrí los ojos, sorprendido.

"¿Nunca has hablado con tu pueblo, ¿verdad?" dijo Enkidu entre risas.

Negué con la cabeza. "Paso la mayor parte del tiempo estudiando o entrenando. No me queda mucho espacio para socializar."

"El entrenamiento es importante, pero conocer a tu pueblo también lo es. Una taberna es un buen lugar para empezar."

No pude negárselo. El tabernero regresó con nuestras jarras y su empleada comenzó a servir a los demás. Miré a Enkidu, que sonreía satisfecho. Cómo me gustaría darle un golpe en este momento.

"Parece que tengo que empezar a conocer a mi pueblo si quiero ser un buen rey" le dije al tabernero mientras dejaba la jarra sobre la mesa.

El tabernero soltó una carcajada sincera y se inclinó ligeramente hacia adelante. "Más príncipes deberían pensar como usted. La gente del pueblo lo apreciaría más de lo que cree."

Sonreí y apoyé los codos en la mesa. "¿Siempre son tan receptivos con alguien de la realeza?"

"Depende" respondió, limpiando la barra con un paño. "Si ven que es alguien dispuesto a escuchar y a compartir, sí. Pero si solo aparece para observarnos desde arriba, bueno, ahí cambia la cosa."

Asentí lentamente, comprendiendo más de lo que esperaba. "Entonces, tendré que hacerlo bien."

"Ya dio el primer paso" dijo con una sonrisa, levantando una jarra vacía en la mesa de al lado. "Si sigue así, no tendrá problemas."

Asentí y le agradecí con una leve sonrisa. "Gracias, Gishkal." El tabernero sonrió con orgullo, hizo una pequeña reverencia y se retiró hacia la barra, dejando atrás el eco de su risa amistosa.

Tomé mi jarra y la levanté. "Por sobrevivir."

Chocamos nuestras jarras y bebimos. El sabor era fuerte y menos refinado que los vinos del palacio, pero había algo en su crudeza o el ambiente que lo hacía mejor.

"¿Siempre vas a tabernas?" le pregunté.

"Claro. Me encanta mi libertad. Siempre estoy viajando, conociendo gente y lugares" dijo, encogiéndose de hombros. En ese momento, una mesera de cabello oscuro pasó junto a nuestra mesa, sus ojos la siguieron con un interés difícil de ocultar.

Sonreí. "¿Te interesa la mesera? Puedo arreglar algo. Ya estamos en edad para casarnos."

Enkidu soltó una carcajada fuerte. "Príncipe, dime la verdad. ¿Ya has tenido intimidad con una mujer?"

El comentario me sorprendió, pero mantuve la compostura. "Claro que no. Eso es para el matrimonio."

Enkidu volvió a reír. "Yo no tomo esas cosas tan en serio. Me gusta disfrutar el momento. Si me atrae una mujer, lo intento. Si funciona, bien. Si no, sigo adelante."

"¿No les molesta eso?" pregunté, confundido.

"A algunas, sí. Pero siempre lo aclaro antes para evitar malentendidos."

Lo miré, sorprendido por cómo era tan distinto a mí. Pero también me resultaba gracioso.

Cuando terminamos, me acerqué al tabernero y le entregué un shekel, se sorprendió. Era entendible, el shekel era una moneda de plata utilizada generalmente para grandes transacciones o compras importantes, como tierras o ganado. La gente del pueblo pagaba generalmente mediante trueques. Pero cuando busque en el palacio, solo pude conseguir shekels.

"Es demasiado para lo que consumieron, incluso cuando invitaron a todos." Respondió.

"Guárdalo para la próxima" dije entre risas.

Se sorprendió, pero aceptó con una sonrisa. 

"Gracias, principe"

Asentí.

Volví hacia Enkidu, que hablaba con la mesera. Le di una palmada en el hombro.

"Ya pagué todo."

"Pero yo te invité. Yo iba a pagar."

"Paga la próxima" respondí, sonriendo.

Asintió, se despidió de la mesera y juntos abandonamos la taberna.