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Chapter 14 - Ejercito (1)

Habían pasado unos meses desde aquel incidente que cambió la forma en la que veía el mundo. Enkidu y yo ahora éramos cercanos. La precaución y la desconfianza que antes sentía hacia él habían quedado atrás. Ahora, salíamos juntos a la taberna con frecuencia y entrenábamos codo a codo, formando un lazo que habría sido impensable antes.

Yo había cambiado. Me había dado cuenta de que mi actitud anterior no era más que el resultado de creerme por encima de los demás, convencido de que mi linaje divino me daba el derecho de ignorar a quienes no estaban a mi nivel.

La gente, las mismas personas que había ignorado durante tanto tiempo, tenían sus propias luchas y fortalezas. Simplemente vivían una realidad distinta. Claro, seguía siendo superior a los demás, pero ahora entendía que el respeto hacia los demás era una forma de reconocer el valor que cada persona aportaba al mundo.

No desperdicié estos meses. Me había dedicado a estudiar todo lo que antes había desestimado. Las tablillas sobre criaturas, leyendas y poderes secretos cobraron un significado completamente nuevo. Ahora sabía que cada palabra contenía verdad, y que ignorarlas podría costarme la vida. Lo que más me sorprendió fue la cantidad de debilidades y detalles importantes que estaban registrados. 

No desperdicié estos meses. Me había dedicado a estudiar todo lo que antes había desestimado. Las tablillas sobre criaturas, leyendas y poderes secretos cobraron un significado completamente nuevo. Ahora sabía que cada palabra contenía verdad, y que ignorarlas podría costarme la vida. Me sorprendió la cantidad de debilidades y detalles estratégicos que estaban registrados; Sumer no solo conocía a estas criaturas, sino que había aprendido a enfrentarlas a su manera. Fue entonces cuando me surgió una duda: si tanto se sabía sobre seres ocultos, ¿Qué información existía sobre los linajes divinos? No encontré ninguna mención en las tablillas. Pregunté al respecto, pero me respondieron con respeto que solo aquellos que los habían despertado por completo podían acceder a ese conocimiento. Cuando mencioné que yo poseía un linaje divino, me explicaron que, aunque era cierto, aún no lo había despertado en su totalidad. Sin embargo, cuando lo hiciera, esa información me sería revelada.

Eso significaba que aún había más que desconocía, verdades ocultas incluso para mí. Pero ahora no era el momento de obsesionarme con ello.

Hoy tenía una reunión con mi padre, Lugalbanda, me había llamado a la sala del trono.

Entré en la vasta sala, con sus altas columnas grabadas con relieves de batallas antiguas y los ojos vigilantes de los guardianes de piedra. Me acerqué al trono y saludé a mi padre con respeto, inclinando ligeramente la cabeza.

"¿Sabes por qué te he llamado?" preguntó, su voz firme pero sin mostrar emociones.

Negué con la cabeza. "No, padre."

"Como ya sabes, en Uruk, cuando alguien llega a su décimo sexto ciclo, se le asigna un rol en la sociedad para convertirlo en un adulto. Hace un ciclo, viniste a mí y me pediste unirte al ejército. Pero decidí que no estabas listo."

En Uruk, a todos los ciudadanos se les asignaba una función al cumplir su décimo sexto ciclo, marcando su paso a la adultez. Sin embargo, mi padre decidió no asignarme ninguna. En su momento, me llenó de enojo y frustración; lo sentí como una humillación, especialmente al ver cómo todos los demás encontraban su lugar. Pero ahora, con mi décimo séptimo ciclo ya cumplido, aunque la vergüenza seguía presente, empezaba a entender la razón detrás de su decisión.

Recordé ese momento. Mi puño se había cerrado con fuerza y había lanzado palabras llenas de frustración. Pero ahora, mirando hacia atrás, me reía mentalmente. 

"Pero he observado tus progresos en estos últimos meses" continuó. "Has cambiado. Y he decidido que ahora estás preparado para recibir una oportunidad."

Mis labios formaron una línea delgada, pero por dentro sentía una mezcla de satisfacción y determinación.

"Te pondré a prueba como Nu-Banda, capitán de un equipo. Y para asegurarme de que tengas el apoyo adecuado, Enkidu será parte de tus soldados."

No me sorprendía. Mi padre siempre había fomentado que estuviéramos juntos, aunque no sabía por qué. Pero, no solo aceptaba la presencia de Enkidu, sino que agradecía tenerlo a mi lado.

Asentí. "Entendido."

"Mañana, en la sala de entrenamiento, conocerás a los hombres que estarán bajo tu mando. Aprovecha el entrenamiento para empezar a formar y preparar al grupo de cara a las futuras batallas. Por la tarde, asistirás a una reunión rutinaria donde recibirás informes detallados sobre las operaciones actuales."

Asentí nuevamente y me retiré de la sala del trono. Cuando crucé el umbral de la puerta, una sonrisa sarcástica se dibujó en mi rostro. Lo que había deseado tanto hace un año ahora me llegaba sin siquiera haberlo buscado.

Al día siguiente, me levanté temprano y me dirigí al campo de entrenamiento. El aire de la mañana era fresco y el sol apenas asomaba sobre las murallas de la ciudad. Pero esta vez, no era solo Enkidu quien me esperaba. Había más hombres.

Cuando llegué, me saludaron con respeto colocando el puño derecho sobre el pecho, un gesto tradicional en Uruk. Respondí del mismo modo.

"En fila" ordené, observando cómo los hombres obedecían de inmediato. "Identifíquense y díganme su rol."

Uno a uno, los hombres hablaron. Al final, los conté: 19 en total, 20 conmigo. Cinco eran arqueros, mientras que el resto estaban destinados al combate cercano.

Antes de decidir las posiciones, los hice entrenar. Durante dos horas, observé sus movimientos: qué tan rápido reaccionaban, cómo usaban sus armas y su capacidad para adaptarse a los cambios. Algunos tenían el instinto natural de defender con firmeza, mientras que otros eran mejores atacando sin titubear.

Finalmente, seleccioné a diez que llevarían escudos, basándome en su habilidad defensiva y su capacidad para resistir en la vanguardia. Los más hábiles en combate cuerpo a cuerpo y los arqueros no los necesitarían.

Entre ellos, destacaban cuatro figuras clave: Ashur, un hombre que manejaba las dagas con una rapidez mortal, cuya agilidad lo hacía parecer una sombra en movimiento constante; los gemelos Tammuz y Zamir, casi idénticos excepto por los lunares que tenían bajo cada ojo, Tammuz bajo el derecho y Zamir bajo el izquierdo, quienes dominaban las espadas largas con una sincronía tan precisa que parecía un baile ensayado; y Nergal, el escudero principal, de constitución imponente, con brazos como troncos y una fuerza bruta increíble, hasta pensaba que sería capaz de romper escudos enemigos con un solo golpe. Su cuerpo era una muralla viva, ideal para liderar la vanguardia.

"Estas posiciones son provisionales" anuncié mientras los observaba. "Estén preparados para cambios si es necesario. Hoy no será el único día que evalúo sus capacidades."

Miré hacia los diez que había elegido como escuderos, y mi voz se proyectó con firmeza. "Nergal será su líder. Confío en que su fuerza y disciplina los guiarán en la vanguardia." Los hombres asintieron, algunos con expresiones de respeto hacia Nergal, quien se adelantó levemente, golpeando su pecho con el puño en señal de compromiso.

Luego, me giré hacia el resto del grupo. "Ashur, Tammuz y Zamir formarán parte de la ofensiva junto conmigo y Enkidu. Los cinco arqueros se posicionarán a distancia, mientras nosotros enfrentaremos al enemigo cuerpo a cuerpo con nuestras mejores armas. Cada uno de ustedes debe ser capaz de adaptarse rápidamente según lo requiera la batalla."

"Ahora, seguiremos con el entrenamiento, teniendo en cuenta las nuevas posiciones" anuncié.

El sonido de las espadas chocando y las instrucciones resonaban en el aire mientras los hombres se movían con determinación. Enkidu y yo entrenamos juntos, liderando los ejercicios y corrigiendo errores cuando era necesario. Me sentía bien, en control, pero también consciente de la responsabilidad que ahora recaía sobre mí.

Cuando el entrenamiento terminó, me dirigí a la sala de asuntos militares para la reunión de la tarde. El sol estaba en su punto más alto.