—Mierda. ¿Soleia? —Ralph llamó, sacudiéndola suavemente en sus brazos, pero sin ningún resultado. Soleia gemía suavemente en su abrazo pero por lo demás no se movía, dejando a Ralph lidiar solo con la anciana que se acercaba rápidamente y el empleado.
—¡Tienes un gran descaro, joven, al robar bajo mi nariz! —gritó la anciana señalándolo con un dedo arrugado. Ella avanzó con paso firme, su rostro rojo de ira mientras varios clientes observaban con curiosidad—. ¡Voy a mandarte arrestar por esto―!
Sus palabras se tragaron rápidamente y se transformaron en un grito cuando un estante se vino abajo.
El olor a sangre inundó rápidamente el aire mientras una audaz raya escarlata cruzaba la tienda. Espadas y machetes volaban hacia Ralph, pero con un movimiento de su mano, las líneas rojas se curvaban y rechazaban todo tipo de armas, creando un domo protector alrededor de él y de Soleia.