—Soleia —soltó un pequeño chillido. La mano de Ralph en su barbilla era completamente suave; sin embargo, ponía su piel en llamas. Retrocedió apresuradamente algunos pasos, solo para poder tomar aire. Su corazón latía tan rápido que casi pensó que había tropezado con otra manada de mastines espinosos.
—¿Soleia? —la mirada de Rafael se volvió suplicante y le dedicó una ojeada esperanzada.
—Soleia tuvo que apartar la vista; los ojos de Ralph irradiaban una devoción amorosa tan fuerte que le debilitaba las rodillas. Tenía la sensación de que si él continuaba mirándola de esa manera, ella le prometería el mundo. ¡Eso era demasiado poder!