—MmmmhhhH!
Kent gimió mientras eyaculaba en la garganta de Santa Neomi.
La digna Santa ahora se ahogaba mientras el espeso semen, lleno de energía, bajaba por su garganta. Ella hizo un buen trabajo al tomarlo todo, a diferencia de su discípula, que no pudo manejarlo.
Ella pudo manejarlo todo como una campeona. Kent solo pudo soportar el placer mientras sus chorros bajaban por su garganta y pintaban su boca...
—Ustedes señoritas son mucho más traviesas de lo que les reconozco —dijo Kent, observando como la santa del puerta de la lanza ahora le chupaba los testículos.
—Tú fuiste quien nos hizo enamorarnos de ti —respondió Ingrid con un rubor.
—Cierto, pero fuiste tú quien usó esos Ojos del Vacío para espiarme —rió Kent. El rubor de Ingrid se intensificó, pero no pudo negar sus afirmaciones. De hecho, se había puesto curiosa, y eso la había llevado a esta situación.
