Mi cuerpo, ya acostumbrado a la rutina de supervivencia, no tardó ni un segundo en activarse. Despertar sabiendo que estaba en una ciudad me producía sentimientos encontrados. Después de seis años aislado, rodeado solo por la naturaleza y Neo, el simple hecho de saber que había cientos de personas cerca era extraño.
Me puse en pie, revisé rápidamente mis cosas y me calcé. Neo aún seguía dormido.
(Tch, este duerme demasiado. Me voy a explorar la ciudad sin él.)
Salí de la subdimensión, chasqueando los dedos para hacer desaparecer la puerta. Pero en el mismo instante en que pisé la habitación de la posada, el sonido de la ciudad comenzó a filtrarse. Las paredes de madera no eran lo suficientemente gruesas para bloquear completamente el bullicio matutino de los pasos apresurados en la calle, conversaciones lejanas, e incluso el pregón de un comerciante resonaban a través de la estructura.
Era… raro. Después de años en el bosque, donde el único ruido era el viento entre los árboles o el crujido de ramas bajo los pies, estar rodeado de voces humanas se sentía casi ajeno. Y, sin embargo, una parte de mí sintió nostalgia. Había algo familiar en el murmullo de la gente, los sonidos típicos, de una ciudad, al comienzo del día. Eran solo un eco de lo que solía escuchar en la Tierra, antes de que todo cambiara.
Bajé las escaleras con pasos firmes. La madera crujía bajo mi peso, un recordatorio de que la posada no era más que un edificio rústico, sin la solidez de los edificios modernos que alguna vez conocí. A cada paso, podía escuchar claramente el movimiento de los clientes en la planta baja, el choque de platos y cubiertos, la actividad de la mañana cobrando vida.
El aroma a pan recién horneado llenaba el ambiente, mezclándose con el sonido de platos y cubiertos chocando entre sí.
Las tres camareras estaban organizando las mesas. Una de ellas, Liria, la misma que nos atendió anoche, alzó la vista y me dedicó una sonrisa.
—Liria— ¡Buenos días, Hunt! ¿Dormiste bien? —
Me detuve un segundo.
■— ¿Cómo sabes mi nombre? —
Liria señaló un cuaderno sobre el mostrador con naturalidad.
—Liria— Lo vi en el registro de huéspedes. La doña anota los nombres de todos los que se quedan en la posada.
■— Huh, tiene sentido. —
Las otras dos camareras también me miraban con curiosidad.
—Cloe— Ya que estamos, yo soy Cloe. —
—Sera— Y yo Sera. Encantadas, señor Hunt. —
Asentí.
■— Igualmente. —
—Liria— ¿Vas a salir? —
■— Sí, quiero ver la ciudad. —
—Liria— Entonces deberías pasar por la pastelería de la plaza central. Sus dulces son famosos en toda la región. —
Asentí, pero noté que me observaban con curiosidad.
—Liria— Hueles… bien. —
■— ¿Eso es raro? —
—Liria— Un poco. Aquí la mayoría huele a leña, humo o sudor, sobre todo en esta época del año.
Fruncí el ceño un poco. No es como si Neo y yo estuviéramos usando perfumes.
■— Será por el jabón. —
Las tres parpadearon, claramente sorprendidas.
—Liria— ¿Jabón? ¿De los que usan los nobles? —
■— No, lo hace Neo. —
Hubo un breve silencio.
—Liria— ¿En serio? No sabía que se podía hacer jabón en casa… Nosotros usamos ceniza y agua. —
■— Supongo que funciona. —
—Cloe— Pero los nobles huelen diferente. ¿Su jabón es como el de ellos? —
Negué con la cabeza.
■— No es nada especial, solo jabón normal. Lo usamos más por costumbre. —
—Sera— ¿Costumbre? —
■— Nos bañamos antes de dormir o al llegar a casa. —
Las tres me miraron como si acabara de decir que veníamos de otro planeta (Que también).
—Liria— ¿¡Todos los días!? —
—Cloe— Eso es de nobles... —
—Sera— Más bien de reyes. —
■— ¿No es lo normal? —
Liria aún parecía sorprendida, pero luego se encogió de hombros con una pequeña sonrisa.
—Liria— Hm… supongo que no está mal. —
■— Gracias por la recomendación de la pastelería. Por cierto, ¿qué tanto saben sobre los gremios? —
—Liria— Lo básico. Sé que está la oficina de empleo y el gremio de comerciantes, pero hay muchos más. —
Me explicó cómo llegar a los edificios más importantes. Presté especial atención a lo que dijo sobre el gremio de comerciantes.
Justo cuando iba a preguntar más sobre el gremio de comerciantes, una voz autoritaria interrumpió la conversación.
—La Dueña— ¡Dejen al caballero en paz! —
Las tres chicas se sobresaltaron. Me giré y vi a la dueña, una mujer robusta de mediana edad, con los brazos cruzados y una mirada severa.
—La Dueña— Disculpe, señor Hunt. Estas chicas de hoy en día no tienen respeto… en vez de trabajar, pierden el tiempo charlando. —
■— No hay problema. La conversación fue interesante. —
No era mentira, aunque empezaba a sentir que me observaban como si fuera algún tipo de criatura exótica.
■— Aprecio la información. —
Liria sonrió y asintió.
—Liria— ¡Que tengas un buen día, señor Hunt! —
Me dirigí hacia la salida.
Al salir de la posada, el aire fresco de la mañana me golpeó con suavidad. La ciudad ya estaba en plena actividad. comerciantes abriendo sus tiendas, trabajadores cargando mercancía y el murmullo de las conversaciones llenaba las calles. El suelo empedrado tenía marcas de carretas que habían pasado durante la noche, y en el aire flotaba un aroma a pan recién horneado.
Caminé sin rumbo fijo al principio, simplemente observando. A diferencia del bosque, donde cada día era una lucha por la supervivencia, aquí todo tenía un ritmo estructurado. Personas de diferentes edades y oficios se movían con un propósito, siguiendo un ciclo que seguramente llevaban años repitiendo. Era interesante de ver, aunque también un poco extraño después de tanto tiempo en la naturaleza.
Primera parada: Pastelería.
Pasé por la calle donde se encontraba la pastelería que Liria mencionó. La vitrina mostraba tartas y panes dulces de aspecto apetitoso. Un niño miraba la tienda con ojos brillantes mientras su madre negociaba con el panadero.
El interior de la pastelería estaba impregnado con el olor a azúcar y masa recién horneada. Detrás del mostrador, una mujer de mediana edad con delantal y manos cubiertas de harina colocaba panecillos en una bandeja.
—Panadera — ¡Bienvenido! ¿Buscas algo en especial, joven? —
■— Solo echaba un vistazo. Me recomendaron este lugar. —
—Panadera — ¿Ah, sí? ¿Quién tuvo el buen gusto? —
■— Liria, de la posada que hay cerca del templo. —
—Panadera — ¡Ah, esa niña tiene buen ojo! No esperaba menos. Entonces, ¿qué te gustaría probar? —
Observé la variedad de dulces expuestos. Había tartas de crema, bollos rellenos de fruta y unos panecillos con un glaseado dorado que parecían especialmente buenos.
■—Seis de estos. —
—Panadera — Buena elección. Son panecillos de miel y almendras, la especialidad de la casa. —
(Técnicamente no eran almendras, pero se les parecía bastante)
La mujer los envolvió en un pequeño paquete de tela y me los entregó. —
— Panadera — Son quince monedas de hierro. —
■—Aquí tienes. —
Pagué y tomé el paquete. Antes de salir, la mujer me miró con una sonrisa curiosa.
—Panadera— No eres de por aquí, ¿verdad? —
Me detuve un momento.
■— ¿Qué te hace pensar eso? —
—Panadera— No hueles a humo ni a sudor… además, vistes raro. —
■— Eras la segunda persona que me dicen lo del olor. ¿Es tan raro bañarse?
—Panadera— Para la mayoría, sí. La gente suele bañarse una vez a la semana… algunos, una vez al mes.
Luego, se señala a sí misma con una sonrisa. —
—Panadera— Pero los panaderos, carniceros y cualquier oficio que trabaje con comida tenemos que bañarnos todos los días. Nadie compraría pan de alguien que apesta. —
■— Supongo que tienes razón. —
— Panadera — Pero bueno, no es malo. Solo me pareció curioso. ¡Disfruta los panecillos! —
■— Gracias. —
Guardé los dulces en la subdimensión, haciendo la actuación de que los metía en mi mochila.
■— #Neo he comprado algunos pastelillos, ni se te ocurra comértelos todos.# — (No obtuve respuesta)
Segunda parada: Tienda de ropa.
No esperaba encontrar algo especial, pero tenía curiosidad por la calidad de los materiales. Dentro, las prendas estaban organizadas en estantes y percheros de madera. Muchos tejidos eran ásperos y de colores apagados, nada comparable a lo que Neo y yo teníamos en la subdimensión. Toqué una chaqueta de lana gruesa y me sorprendió lo pesada que era.
-El sastre— ¿Está buscando algo en particular, Señor? — Preguntó el vendedor, un hombre mayor.
■— Solo curiosidad. — Respondí mientras revisaba una túnica. —
Analizando la ropa aquí era funcional, no estética. No tenían bolsillos decentes y las costuras eran toscas, probablemente cosidas a mano sin herramientas especializadas.
—Sastre— Disculpe la indiscreción, pero… ¿de qué material está hecha su prenda? —
■— ¿La sudadera?
—Sastre—Si, "su sudadera". — Señaló mi torso con un dedo firme. —
—Sastre— Esto es seda de aracnoides, ¿no es así? —
■— No sé, solo es una tela normal. —
—Sastre— ¡Ja! A mí no me engaña, joven. Llevo más de treinta años trabajando con telas y ningún tejido normal tiene esa suavidad y esa apariencia.
(Mierda.)
—Sastre— Esto vale una fortuna. ¿Cómo conseguiste una prenda hecha de seda de araña mutante? —
—Sastre— ¿Y estaría interesado en venderla? —
■— No.
—Sastre— ¡Pero podríamos hacer un trato! —
Vi que sus ojos brillaban con demasiada emoción.
■— ¡Bueno, ha sido interesante, pero debo seguir mi camino! —
Me giré rápidamente y salí de la tienda antes de que pudiera acosarme con más preguntas.
(Genial. Ahora tengo que preocuparme de que la gente quiera mis malditas sudaderas…)
…
Tercera parada: Herrería.
El sonido del metal chocando contra metal me recibió al entrar. Las armas estaban expuestas en soportes de madera, desde espadas largas hasta dagas cortas. No era una armería grande, pero la calidad no era mala.
Tomé una espada corta y la pesé en mi mano. El equilibrio era decente, aunque el filo no estaba tan refinado como me gustaría. Las espadas de este mundo estaban bien hechas, pero nada que no pudiera replicar en la subdimensión con algo de tiempo.
-El herrero — Buen ojo. Esa hoja es de hierro forjado solo con el martillo, nada de magia eh. — (Era un hombre corpulento con el rostro cubierto de sudor.)
■— Parece resistente. — Dejé la espada en su lugar y revisé algunas dagas.
■—Una pregunta Señor, Usted ¿Hace encargos personalizados? —
-El herrero — Solo si pagas por adelantado. —
■—Lo tendré en cuenta. —
...
Cuarta parada: Tienda de magia.
Esta fue la tienda que más me llamó la atención. El interior tenía un olor fuerte a hierbas y pergaminos viejos, y las estanterías estaban llenas de frascos con líquidos de colores extraños. Me acerqué al mostrador donde un anciano con túnica oscura estaba organizando cristales.
-El anciano— Bienvenido. ¿Buscas algo en particular? —
■— ¿Tienes herramientas para analizar materiales? —
El anciano arqueó una ceja.
-El anciano— ¿Te refieres a artefactos de identificación? Son raros y caros.—
Me mostró un pequeño monóculo con runas grabadas en los bordes.
-El anciano— Esto permite leer las propiedades básicas de un objeto.—
Lo probé con una moneda de cobre, pero la información que daba era básica.
■— Interesante, pero limitado. —
-El anciano— Si buscas algo más avanzado, necesitarás a un artesano rúnico. —
Agradecí la información y salí de la tienda con algunas dudas. La magia de este mundo estaba más atrasada de lo que esperaba, al menos en términos de artefactos. Neo seguramente se emocionaría al ver esto y querría mejorarlo.
(Le mandé un mensaje para que viniera a esta tienda, pero no me contestó, ya casi era medio día.)
...
Última parada: Mercado de alimentos.
A estas alturas, el hambre ya se hacía notar, así que pasé por un mercado al aire libre. Los puestos estaban llenos de frutas, carnes curadas y pan recién horneado. Me detuve en un puesto donde vendían brochetas de carne asada y compré una.
#●—Gracias, solo me he comido 1, quedan 5—#
El primer bocado fue sorprendente. Después de años comiendo carne de mutantes chiclosa y sin sabor, esto era un lujo.
Mi dinero estaba casi agotado, así que decidí que era hora de ir al gremio de comerciantes para cambiar más oro por moneda local.
Con un último vistazo al mercado, emprendí el camino hacia mi siguiente destino.
El Gremio de Comerciantes era, sin duda, uno de los edificios más ostentosos de la ciudad. No tenía la majestuosidad de un palacio, pero estaba claro que el dinero aquí fluía sin problemas. Las columnas bien talladas, la madera pulida de la entrada y los ventanales amplios transmitían una sensación de orden y poder.
Al cruzar las puertas, el ambiente cambió por completo. No había caos ni desorden, solo eficiencia. Comerciante tras comerciante negociaban, firmaban contratos o intercambiaban documentos con funcionarios del gremio...
Había tablones con normativas, precios de mercado y hasta una lista de productos con tasas de importación y exportación.
Caminé hacia el mostrador con paso firme. La recepcionista, una joven con expresión profesional, me recibió con una rápida inspección visual. No me sorprendió que analizara mi apariencia antes de hablar. Después de todo, para alguien que llega por primera vez al gremio, me veía bien vestido, limpio… y tranquilo.
Tras un breve intercambio de palabras, me explicó el procedimiento. Para obtener la licencia de comerciante, debía pagar seis monedas de plata y aprobar dos exámenes: normativa comercial y matemáticas.
Pagué sin dudar. El sonido de las monedas tintineando sobre la madera llamó la atención de algunos empleados cercanos.
Me entregó un libro de referencia, recomendándome que lo estudiara antes del examen. Lo hojeé por curiosidad, pero en cuanto vi la cantidad de páginas, decidí hacer algo más eficiente. Guarde el libro en mi mochila y en secreto, use la habilidad de Análisis y Superordenador para crear una versión "digital". Le pedí con confianza que quería empezar ya el examen. La recepcionista alucino y me llevo a la sala de exámenes. Donde tuve que espera a la examinadora. (Se puede decir que hago trampas si , peeerro es solo legislación, que me la puedo leer en otro momento… y como dijo Manuel, un amigo de la carrera si no te pillan no es trampa.)