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Chapter 2 - Capitulo 2: Pesadillas Nocturnas

**Capítulo 2: Pesadillas Nocturnas**

El bosque estaba envuelto en una oscuridad densa, solo rota por la tenue luz de la luna que se filtraba entre las ramas de los árboles. El aire era fresco, cargado con el aroma de la tierra húmeda y las hojas caídas. Darius caminaba con paso firme, su espada colgando a un costado y su capa marrón desgastada ondeando levemente con la brisa nocturna. Detrás de él, Sarani lo seguía en silencio, sus pasos apenas perceptibles. Su rostro era una máscara de frialdad, sus ojos vacíos de emoción, como si el trauma de lo que había vivido en su aldea hubiera sellado cualquier rastro de inocencia o alegría.

Darius no hablaba, y Sarani tampoco. El silencio entre ellos era pesado, pero no incómodo. Era el tipo de silencio que solo dos personas que han compartido un dolor profundo pueden entender. Después de un rato, Darius se detuvo junto a un claro pequeño, donde la luz de la luna iluminaba un parche de hierba suave. Miró hacia atrás, observando a Sarani con una mirada indiferente pero atenta.

—Descansemos aquí —dijo, su voz grave y serena—. Pareces cansada.

Sarani lo miró con esos ojos fríos, negando con la cabeza.

—No estoy cansada. Puedo seguir —respondió, su voz firme pero sin fuerza.

entendiera que no había forma de engañarlo. Con un suspiro, se sentó en el suelo, apoyándose contra el tronco de un árbol viejo y nudoso. Darius se acomodó a unos metros de distancia, vigilante, como siempre.

El bosque estaba en calma, solo el sonido de los insectos nocturnos y el crujido ocasional de las ramas rompían el silencio. Sarani cerró los ojos, intentando conciliar el sueño, pero su mente no la dejaba descansar. Las imágenes de su aldea en llamas, los gritos de su gente y los monstruos devorando a sus padres se repetían una y otra vez en su cabeza. Finalmente, el cansancio la venció, y cayó en un sueño inquieto.

Darius permaneció despierto, sus ojos escudriñando la oscuridad del bosque. No confiaba en la aparente tranquilidad de la noche. Sabía que los monstruos podían aparecer en cualquier momento, especialmente en un lugar como este, tan cerca de la aldea destruida. De vez en cuando, lanzaba miradas furtivas hacia Sarani, asegurándose de que estuviera a salvo.

Pero algo cambió. Sarani comenzó a agitarse en su sueño, sus manos se aferraban a la hierba, y su respiración se volvió irregular. Darius la observó con atención, su rostro serio pero con una leve sombra de preocupación.

—Parece tener pesadillas —murmuró para sí mismo, recordando las palabras que le había dicho cuando la encontró: *"Ya perdí mi vida cuando perdí a mi familia"*.

De repente, Sarani se despertó de golpe, jadeando y con el rostro cubierto de sudor frío. Sus ojos, antes vacíos, ahora reflejaban un miedo profundo y desesperado. Miró a su alrededor, desorientada, hasta que su mirada se encontró con la de Darius. Por un momento, pareció querer decir algo, pero las palabras no salieron. En lugar de eso, se acercó a él, arrastrándose sobre la hierba, con una expresión que mezclaba vergüenza y necesidad.

—¿Puedo... dormir junto a ti? —preguntó, su voz temblorosa, casi un susurro.

Darius la miró con esa frialdad habitual, pero en sus ojos había un destello de comprensión. Sabía lo que era vivir con pesadillas, con el peso de la pérdida y la culpa. Después de un momento, asintió con la cabeza.

—Está bien —dijo, su voz firme pero no dura—. Pero solo porque tienes pesadillas. Esta será la primera y última vez.

Sarani asintió, agradecida pero sin decir nada más. Se acostó cerca de él, lo suficientemente cerca para sentir su presencia, pero sin invadir su espacio. Darius se reclinó contra un árbol, manteniendo una postura vigilante, pero permitiéndose cerrar los ojos por unos momentos.

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Sarani se sintió extrañamente relajada al estar cerca de Darius. Su respiración se calmó, y el miedo que la había consumido momentos antes comenzó a disiparse. Aunque no lo admitiría, sentía una especie de seguridad en su presencia, como si él fuera un muro inquebrantable entre ella y los horrores del mundo. Poco a poco, el sueño la envolvió de nuevo, esta vez más tranquila.

Darius, por su parte, permaneció alerta. Aunque sus ojos estaban cerrados, sus sentidos estaban afinados, listos para detectar cualquier amenaza. Sabía que Sarani dependía de él, no solo para entrenarla, sino también para protegerla. Y aunque no lo decía, sentía una responsabilidad hacia ella, como si fuera la única forma de redimirse por todo lo que había perdido en su propia vida.

La noche avanzó, y el bosque siguió en silencio. Pero en ese claro, bajo la luz de la luna, dos almas rotas encontraron un momento de paz, aunque fuera fugaz. Darius sabía que el camino que tenían por delante sería largo y doloroso, pero por ahora, eso era suficiente.