Comenzó a tener lagunas mentales.
Despertaba en lugares que no recordaba haber visitado. Su teléfono tenía llamadas que no recordaba haber hecho.
En una de esas noches, vio una silueta observándola desde la calle.
Salió corriendo tras ella.
Giró por un callejón y ahí estaba: un hombre de aspecto sombrío, con un abrigo largo y manos enguantadas.
—Laura —susurró él—. Me has estado buscando.
Su voz... la conocía.
—¿Eco? —susurró, sin atreverse a creerlo.
Él sonrió.
—¿Eco? No. Yo solo soy tu reflejo.
Y desapareció en la oscuridad.