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Chapter 3 - Capítulo 3: El Hombre en la Oscuridad

Liam descendió las escaleras con una sensación de inquietud en el pecho. Cada paso lo acercaba más a la entrada de la casa, donde su padre ya había cruzado la puerta, observando la escena con su postura firme y mirada impenetrable. La música aún resonaba en las paredes, las risas y el bullicio de la fiesta continuaban, ajenos a la tensión que se formaba en el aire. Nadie más se daba cuenta de la presencia de su padre. Nadie entendía lo que significaba. Pero Liam sí. Cuando finalmente estuvo frente a él, su padre lo observó con una calma peligrosa, sus ojos recorriendo la escena antes de posarse directamente en su hijo. —Liam. No era una pregunta. Era una sentencia. Liam tragó saliva y mantuvo la compostura. —Papá. El silencio entre ellos fue sofocante. No lo miraba con enojo, pero tampoco con decepción. Su expresión era ilegible. —¿Cómo supiste que estaba aquí? —preguntó Liam, sin rodeos. Su padre no respondió de inmediato. En cambio, dio un paso adelante, ignorando las miradas ocasionales de los pocos que se dieron cuenta de su presencia. —¿Eso es lo que más te preocupa? Liam frunció el ceño. —No te llamé. No te dije dónde estaba. Así que... ¿cómo lo supiste? Su padre suspiró, como si no quisiera responderle todavía. —Salgamos de aquí. —No hasta que me respondas. Los ojos de su padre brillaron con algo que Liam no supo descifrar. No era enojo. No era frustración.Era... precaución.—Liam, vámonos. Liam no se movió. —Si no me dices por qué estás aquí, no voy a ninguna parte. El aire a su alrededor se volvió más tenso. Su padre observó su expresión, evaluándolo, midiendo sus palabras. —Alguien me dijo dónde estabas. Liam sintió un escalofrío recorrerle la espalda. —¿Quién? Su padre mantuvo la mirada fija en él. —Un hombre que dijo conocerme. El estómago de Liam se tensó. —¿Cómo se llamaba? Su padre negó con la cabeza. —No lo dijo. Pero sabía cosas. Sabía que estabas en esta casa. Sabía quién eras. Sabía... demasiado. Liam sintió que su respiración se volvía más pesada. Esto no era normal. Esto no era solo su padre siguiendo un instinto paternal. Alguien lo había enviado aquí.Un escalofrío le recorrió la piel. —¿Cómo era? Su padre exhaló lentamente, como si no quisiera decirlo en voz alta. —Alto. Traje negro. Cabello oscuro. Me miró como si me conociera desde hace años. Pero yo... yo nunca lo había visto en mi vida. Liam sintió que el aire en la habitación se volvía más frío. Esto no era una coincidencia. Alguien estaba siguiéndolo. Alguien sabía quién era. Y lo más inquietante de todo... Alguien quería que su padre lo encontrara.Un ruido detrás de él lo sacó de sus pensamientos. Se giró levemente y vio a Ethan de pie en las sombras, observando la escena con una expresión que ya no era juguetona. Era seria. Demasiado seria. Como si él también supiera algo. Liam sintió que su mundo, tan cuidadosamente construido, acababa de cambiar para siempre. El aire alrededor de Liam se sentía más pesado. Su padre estaba allí, firme, con su postura impecable y su expresión inescrutable. Nada parecía fuera de lugar, pero algo no encajaba del todo.—¿Un desconocido te dijo dónde estaba? —preguntó, sin apartar la mirada de su padre. El hombre asintió, como si no viera nada extraño en la situación. —Me llamó. No reconocí su voz, pero sabía detalles... demasiados detalles. Liam sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Alguien más lo estaba vigilando?O peor aún... ¿Alguien estaba vigilando a su padre?—¿Y no te pareció sospechoso? —insistió. Su padre exhaló lentamente. —Claro que lo fue. Por eso vine. Liam apretó los dientes. Algo dentro de él le decía que había más de lo que su padre estaba admitiendo. Pero ahora no era el momento para presionar.En lugar de seguir interrogándolo, se obligó a relajar los hombros. —Estoy bien, papá. No pasó nada. Su padre lo miró por un instante, como si evaluara la verdad de sus palabras. Finalmente, asintió. —Vámonos. Liam echó un vistazo rápido a la casa. La fiesta seguía, el sonido de la música, las risas y los murmullos no se habían detenido. Pero su mente ya estaba en otro lugar. Quería respuestas.Pero no esta noche.Giró la cabeza ligeramente y vio a Ethan aún en la terraza, su silueta recortada contra la luz tenue. Su expresión ya no tenía esa chispa juguetona de antes. En cambio, su mirada estaba afilada, enfocada en él. Liam se detuvo un segundo antes de seguir a su padre. Ethan no dijo nada, pero con un leve movimiento de cabeza, dejó claro que sabía. Liam no entendía qué significaba esa mirada, pero en su interior, una certeza se formó. Esta no era la última vez que Ethan y él hablarían sobre esto. Sin decir más, se alejó de la casa y siguió a su padre hasta el auto negro, sin dejar de preguntarse... ¿Quién lo había estado observando realmente esta noche?Y lo más importante... ¿Por qué?Capítulo 4: Ecos en la NocheEl auto negro avanzaba en silencio por la carretera vacía. Las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia, reflejándose en las ventanas del vehículo. Dentro del auto, la atmósfera era tensa, casi sofocante. Liam miró por la ventanilla, viendo las calles pasar como un borrón. Su mente seguía atrapada en la misma pregunta. ¿Cómo supo su padre que estaba en la fiesta? La excusa que le había dado no tenía sentido. Un hombre desconocido lo llamó. Le dijo exactamente dónde estaba. Sabía demasiadas cosas. ¿Quién haría algo así? Y más importante aún... ¿por qué su padre no parecía tan sorprendido como debería? —¿Vas a quedarte callado toda la noche? —preguntó su padre de repente, sin apartar la vista del camino. Liam apartó los ojos de la ventanilla y lo miró de reojo. —No hay mucho que decir. —¿De verdad? —Su padre exhaló lentamente—. Porque desde que salimos de la casa, pareces estar pensando demasiado. Liam apretó los labios. No iba a caer en eso. —Me estoy preguntando si harás esto cada vez que salga. Su padre arqueó una ceja. —Si te refieres a venir a buscarte en medio de la noche porque estabas en una fiesta donde no deberías estar... entonces sí, probablemente lo haga. Liam soltó una risa baja, sin humor. —No estaba haciendo nada malo. —¿Y cómo crees que supe que estabas ahí? Esa era la pregunta que Liam también quería responder. —No lo sé. ¿Cómo lo supiste? El auto se detuvo en un semáforo. Su padre giró ligeramente la cabeza, su mirada intensa clavándose en él. —Ya te lo dije. Liam sostuvo su mirada, buscando algo en su expresión. Pero su padre era demasiado bueno, ocultando lo que realmente pensaba. El semáforo cambió a verde y el auto siguió su camino. —No quiero que vuelvas a un lugar así sin avisarme —dijo finalmente su padre. Liam cruzó los brazos. —No voy a dejar de salir solo porque tú lo dices. —No es una orden. Es una advertencia. Liam frunció el ceño. —¿Advertencia de qué? Su padre no respondió de inmediato. Cuando finalmente habló, su voz era baja, controlada. —Las cosas no siempre son lo que parecen. Liam sintió que un escalofrío recorría su espalda. ¿A qué se refería? Pero antes de que pudiera presionarlo más, llegaron a casa. Su padre apagó el auto y salió sin decir una palabra más. Liam hizo lo mismo, pero en su cabeza, nada estaba resuelto.---En otro lugar... Ethan apoyó los codos en la baranda de la terraza, observando las luces de la ciudad con una sonrisa enigmática. —Interesante... Isaac apareció a su lado, con una copa en la mano. —¿Qué es interesante? Ethan no apartó la mirada del horizonte. —Liam. Isaac resopló. —Sabes, nunca pensé que lo vería en una fiesta. Y mucho menos verte a ti interesado en él. Ethan sonrió, pero no respondió. Isaac inclinó la cabeza, estudiándolo. —¿Qué pasa? Ethan finalmente giró la cabeza y lo miró con su sonrisa despreocupada. —Nada. Solo creo que esto acaba de volverse mucho más divertido. Isaac alzó una ceja. —¿Quieres explicarte? Ethan se alejó de la baranda y metió las manos en los bolsillos. —No esta noche. Pero pronto. Con eso, se alejó, dejando a Isaac mirándolo con confusión. ... El sonido de la cerradura girando rompió el silencio cuando Liam y su padre entraron a la casa. Las luces estaban apagadas, salvo por la tenue iluminación del pasillo. Su padre cerró la puerta con calma, dejando las llaves sobre la mesa de la entrada. Sin decir nada, se quitó el abrigo y se desabrochó los primeros botones de la camisa. Liam permaneció de pie, observándolo, esperando. Sabía que la conversación no había terminado. Sabía que su padre no lo dejaría irse a su habitación sin más. Y no se equivocó. —Siéntate —dijo su padre con voz tranquila, pero con la firmeza de alguien que no estaba pidiendo. Liam exhaló lentamente antes de hacer lo que le pedía. Se dejó caer en el sofá, cruzando los brazos sobre su pecho. Su padre se quedó de pie unos segundos más, como si estuviera organizando sus pensamientos antes de hablar. Finalmente, se sentó en el sillón frente a él. Por un momento, solo hubo silencio. Liam odiaba ese silencio. Era el mismo que llenaba la casa después de la muerte de su madre. —¿Cuánto has bebido? —preguntó su padre al fin.Liam apretó la mandíbula. —No tanto. —¿Lo suficiente como para no recordar bien lo que hiciste? —No estoy borracho. Su padre lo miró fijamente, sus ojos oscuros evaluándolo con precisión. —Bien —dijo después de un momento—. Porque quiero que recuerdes esto. Liam sostuvo su mirada. —¿Qué? Su padre se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas. —No vuelvas a ponerte en una situación así. Liam soltó una risa baja. —¿De verdad? ¿Vamos a hacer esto? —Sí, vamos a hacer esto —su padre no cambió su tono—. No soy un padre que prohíbe las cosas, Liam. Pero quiero que entiendas algo... Liam esperó. —El mundo no es tan simple como crees. Liam frunció el ceño. —¿Y qué se supone que significa eso? Su padre no respondió de inmediato. Se frotó el puente de la nariz antes de continuar. —Significa que hay personas que te observan incluso cuando no lo sabes. El aire pareció volverse más pesado. Liam sintió que su respiración se detenía por un segundo. —¿Por qué dices eso? Su padre lo miró con la misma expresión controlada de siempre. —Porque es la verdad. Liam sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en la forma en que lo dijo, en su tono de voz, en su mirada... le dio la sensación de que su padre sabía más de lo que estaba diciendo. —Papá... Su padre suspiró y se apoyó en el respaldo del sillón. —Sé que crees que estoy exagerando. Que esto solo es un sermón por haber salido sin decirme nada. —¿No lo es? Su padre lo observó un largo momento antes de responder. —Solo quiero que seas más cuidadoso. Había algo en sus palabras, algo que no estaba diciendo. Y Liam no sabía si quería saber la respuesta. —Está bien —dijo, sin apartar la mirada de su padre—. Seré más cuidadoso. Su padre asintió lentamente, como si evaluara si debía decir algo más. Pero al final, solo se levantó. —Descansa. Hablaremos después. Liam lo observó alejarse por el pasillo, su silueta desapareciendo en la oscuridad de la casa. Pero él no se movió. No podía. El sonido de los pasos de su padre resonaba en el pasillo. Lento. Pesado.Liam no pudo ignorar la punzada en su pecho. Algo en la forma en que su padre lo miró, en la forma en que habló... parecía herido.Y ahora, mientras veía su espalda desaparecer en la oscuridad, el peso de la culpa lo golpeó con fuerza. ¿De verdad había sido tan egoísta?Se levantó sin pensarlo. Quería pedirle disculpas.Caminó con rapidez por el pasillo, su respiración aún inestable por la conversación. Cuando llegó a la puerta de la habitación de su padre, se detuvo.El pomo estaba a centímetros de su mano, pero antes de que pudiera tocarlo, escuchó algo. Un sollozo.Su corazón se apretó.Apenas un susurro, apenas un temblor en el aire… pero ahí estaba.Y entonces, la puerta se abrió.

Su padre estaba ahí, de pie en la penumbra de la habitación, con el rostro cubierto por una mano. Cuando levantó la vista y vio a Liam, su expresión se quebró aún más.

—Hijo…

Lágrimas corrían por su rostro. No lo había visto llorar así en años.

Y en ese instante, Liam sintió que era un monstruo.

—Papá… —susurró, con la voz temblorosa.

Su padre negó con la cabeza y desvió la mirada, como si no quisiera que lo viera en ese estado.

—No quería que me vieras así.

Liam sintió que su garganta se cerraba.

Él lo había hecho llorar.

Él, su hijo.

Él, quien siempre intentaba ser perfecto.

¿Cómo había podido hacerlo sentir tan mal?

—Papá, lo siento —murmuró.

Su padre cerró los ojos por un momento, como si estuviera conteniendo el dolor.

—No tienes que disculparte, Liam… No es tu culpa que me preocupe tanto por ti.

Pero sí lo era.

Lo vio limpiarse el rostro con la manga de la camisa, respirando profundamente para calmarse.

—Desde que tu madre murió… —su voz se quebró—. Tú eres lo único que me queda.

Liam sintió el golpe directo al corazón.

Su pecho dolía.

Dolía porque era verdad.

—No quiero perderte —continuó su padre, su voz rota—. No puedo…

Liam lo abrazó antes de que pudiera terminar la frase.

Se aferró a él con fuerza, ignorando la opresión en su pecho, ignorando el hecho de que las lágrimas amenazaban con escapar de sus propios ojos.

—No me vas a perder —susurró.

Su padre tembló en sus brazos.

—Prométemelo.

Liam cerró los ojos con fuerza.

—Te lo prometo.

No se dio cuenta en qué momento también comenzó a llorar.

Solo supo que el dolor de su padre ahora era también su propio dolor.

Que su padre lo amaba tanto que no podía soportar la idea de perderlo.

Y que haría lo que fuera para no romper esa promesa.