Después de un tiempo practicando, los chicos comenzaron a comprender las bases del manejo del maná. Descubrieron que podían canalizarlo hacia cualquier superficie que tocaran. Dependiendo de la cantidad de maná empleado, los efectos en la superficie eran más intensos. Además, el maná no solo fortalecía sus ataques, sino que también podía reforzar sus cuerpos para resistir daños. Sin embargo, no tardaron en identificar un gran inconveniente.Tras varios minutos de movimientos fluidos con su espada y experimentando con sus habilidades, Víctor comenzó a jadear. Finalmente, envainó su arma con un sonido seco y se dejó caer contra un árbol cercano.
—Aggh... ugh... —suspiró con un gesto agotado—. Esto es más cansado de lo que pensé. Creí que estos cuerpos aguantarían mejor, pero parece que mi resistencia sigue siendo la misma.
Se inclinó hacia atrás, apoyándose completamente en el tronco y agregó:—Y, para empeorar las cosas... Me está entrando hambre. ¿A ustedes no?
La mayoría de los chicos estaban demasiado concentrados en seguir probando ataques y técnicas con su maná como para responderle. Clara y Alfred, quienes habían aprovechado el momento para tomar un respiro, se miraron y decidieron unirse a él. Clara clavó su espada en el suelo con firmeza, dejó su escudo a un lado y se dejó caer a su lado.—Tienes razón, esto agota más de lo esperado —comentó mientras sacudía sus manos para aliviar la tensión. Entonces volteó hacia Alfred con curiosidad—. Pero dime, ¿tú también estás cansado?
Alfred suspiró y se llevó las manos a la cintura, lanzando una breve mirada hacia los demás que seguían ensayando movimientos.—Sí... Es extraño. Usualmente podría durar más en algo así, pero creo que es el maná. Tal vez consumirlo requiere más energía de la que pensaba —admitió, dejando salir una risa leve y algo apenada.
Clara asintió mientras secaba el sudor de su frente.—Eso tendría sentido. Además, explica cómo Emma sigue de pie, considerando lo mal que se le dan las actividades físicas.
Víctor, quien había estado descansando con los ojos medio cerrados, resopló con frustración.—Agh... Es molesto tener tan poco maná en comparación con el resto de mi equipo. Ellos tres podrían haberse convertido fácilmente en magos con la cantidad que manejan.
La queja hizo reír a Clara y Alfred, quienes intercambiaron una mirada cómplice.Desde el otro lado del claro, Karl levantó la voz en un tono burlón.—¡¿QUÉ PASA, YA SE RINDIERON?! ¡VAMOS, ALFRED! ¿ESTÁS TAN FUERA DE FORMA?
Karl parecía encantado con su cuerpo. Con cada giro de su lanza, el rastro de llamas dejaba una estela de maná ardiente que iluminaba el aire a su alrededor.Alfred no tardó en devolverle el comentario con tono sarcástico.—¡CÁLMATE, TORPE! ¡APENAS LLEVAMOS UN RATO AQUÍ! NO DESPERDICIES TODA TU ENERGÍA TAN PRONTO.
Mientras tanto, Daniel, Antonio y Fernando se habían apartado un poco del grupo y estaban en un entrenamiento más práctico. Los tres simulaban combates ligeros, midiendo movimientos con cautela para perder el miedo a atacar a otro ser vivo.Clink! Clink! Las espadas y escudos resonaban en el claro, el sonido rebotaba contra los árboles y marcaba el ritmo de su intercambio.
Recargado contra el árbol, Víctor contempló el cielo entre las copas de los árboles, donde los rayos de sol se filtraban como finos hilos dorados.—Aun no me creo que estemos en otro mundo —musitó, su voz sonaba más tranquila ahora—. Pero debo admitir que para ser un lugar lleno de monstruos y supervivencia, este bosque es increíblemente hermoso.
Clara y Alfred levantaron la vista también, cada uno perdido en sus propios pensamientos por un momento. Finalmente, Alfred dio un suspiro y se enderezó.—Sí, se siente irreal. Pero no podemos quedarnos aquí contemplando todo el día. —Su voz adquirió un matiz serio, aunque aún con ese toque de confianza inquebrantable—. Necesitamos movernos. Si dejamos pasar más tiempo, será más difícil explorar. Tenemos que encontrar agua y comida antes de que anochezca.
Clara asintió y se puso de pie, sacudiéndose las hojas de su ropa.—Tienes razón. Iré a hablar con los demás.
Alfred le tendió una mano a Víctor para ayudarlo a levantarse.—Vamos. No podemos permitirnos debilitar al grupo ahora.
El ambiente comenzó a llenarse nuevamente con los murmullos de decisiones y pasos sobre la hojarasca. No muy lejos, sin que lo supieran, varias figuras ocultas entre las sombras del bosque los observaban, estudiando cada uno de sus movimientos con fría cautela.—Bien, ya estamos todos —Alfred barrió la mirada por el grupo, asegurándose de que lo escucharan.Soltó un leve suspiro mientras alzaba la vista hacia el cielo. Aún le costaba asimilar el rol que había asumido, aunque fuera de manera provisional. No estaba acostumbrado a liderar, pero de algún modo, los demás siempre lo escuchaban. Quizá porque, sin importar la situación, había sido alguien confiable.Se cruzó de brazos y continuó:—Necesitamos movernos de aquí. Lo ideal sería encontrar un río o una fuente de agua potable para acampar cerca, pero no sé qué tan fácil será eso.
Hizo una pausa y pasó la mano por su nuca, un gesto inconsciente que delataba su incertidumbre. Pero, aunque no tuviera respuestas para todo, sabía que quedarse en el mismo sitio demasiado tiempo era una mala idea.—Por ahora, avancemos. Mientras nos movemos, estén atentos a cualquier cosa que parezca comestible para recogerla en el camino. Además... —bajó el tono con seriedad—, mantengan los ojos abiertos por si hay algún peligro cerca. No sabemos qué tipo de criaturas pueden estar acechando.La tensión en el aire era sutil, pero evidente. No estaban en un paseo por el bosque; cada decisión, cada paso que dieran, podía marcar la diferencia entre la supervivencia o un problema mayor.Sin más que agregar, Alfred miró a los demás y asintió.—Vamos. Mantengámonos juntos y alertas.
Los chicos caminaron durante varias horas, recogiendo lo que creían comestible: frutos, bayas y algunas raíces que, con suerte, no serían venenosas. Pero el bosque no se los ponía fácil. A cada paso, la sombra de los árboles deformaba la percepción del tiempo y, aunque habían recorrido bastante terreno, el sol seguía alto en el cielo.Sin un reloj, no podían asegurarlo, pero intuyeron que apenas era la tarde. Eso significaba que, al llegar a este mundo, aún era de mañana.El grupo caminaba con cierta resignación, debatiendo lo que harían si encontraban alguna criatura hostil. Daniel insistía en idear formaciones estratégicas, movimientos que, aunque requerían práctica, les darían seguridad. Pero el equipo de Alfred solo se reía, asegurando que ellos se harían cargo del combate y que los demás solo tenían que apoyarlos.El viaje continuaba cuando, de repente, Daniel se detuvo. Alzó la mirada, observando la estructura de los árboles, y sin decir nada, comenzó a escalar uno con algo de dificultad.Karl arrugó el ceño y cruzó los brazos. —¿Y a este qué mosca le picó?Victor ladeó la cabeza y lo miró intrigado. —No lo sé... pero no es mala idea querer ver desde arriba. —Alzó la voz y gritó—: ¡No te vayas a caer, eh!Pero Daniel no respondía. Había estado extraño todo el día, serio, distraído. La sensación de que algo los observaba se le había clavado en la piel desde que entraron a ese bosque, pero no sabía cómo describirla. Por eso no había dicho nada.Una vez en lo alto, escaneó el horizonte con el ceño fruncido. Árboles, montañas... más árboles, más montañas. Nada más. Su agarre en la corteza del árbol se aflojó y soltó un suspiro.—¡No veo nada, solo hay montones y montones de árboles!Dio media vuelta, listo para bajar, pero un movimiento en su visión periférica lo hizo congelarse. Algo—o alguien—se había desplazado rápidamente entre los arbustos cercanos al grupo.Los latidos en sus oídos fueron lo único que escuchó.—¡ALFRED, A TU DERECHA! ¡ALGO SE MOVIÓ EN EL ARBUSTO!Alfred reaccionó un segundo tarde. Dio un paso atrás y, con torpeza, desenvainó su espada. Los demás también sintieron el peso de la tensión. Las respiraciones entrecortadas, el leve temblor en sus manos al empuñar sus armas... Algo los estaba observando.El movimiento en los arbustos se trasladó a los lados, como si algo merodeara alrededor de ellos.—¡IIGH!Un chillido interrumpió el silencio cuando Emma saltó hacia atrás, justo cuando un conejo emergió de los arbustos. Se quedó allí, con sus grandes ojos oscuros, observándolos con la misma intensidad con la que ellos lo miraban a él.Silencio.Y luego, un enorme suspiro colectivo.Algunos bajaron las armas con sonrisas aliviadas, entre risas nerviosas, cuando——¿QUÉ ESTÁN HACIENDO? —Karl los fulminó con la mirada—. ¡ESA PUEDE SER NUESTRA ÚNICA COMIDA DEL DÍA!Dicho esto, se lanzó sobre el conejo. Pero la criatura, rápida, esquivó su torpe ataque y corrió en dirección contraria.Los chicos se miraron entre sí un segundo. Luego, como un acto reflejo, salieron disparados tras la presa. Daniel, todavía en la copa del árbol, suspiró. Bajó lentamente, envainando sus espadas.Horas después, la noche había caído y el grupo había improvisado camas con hojas, ramas y trozos de madera. Una pequeña fogata crepitaba en el centro del campamento, encendida gracias al maná de Karl. Algunos intentaban despellejar el conejo con claras muestras de disgusto. Sin experiencia, se veía más difícil de lo que imaginaban.Pero Daniel apenas los escuchaba, cuando lo sintió otra vez.Esa sensación punzante.Miradas.En lo profundo del bosque.