En las alturas de Velkan, donde el cielo se fundía con el metal de las torres, los tecnócratas celebraban su más reciente hallazgo. En el Salón de la Innovación, un gigantesco recinto de cúpulas doradas y engranajes en constante movimiento, los científicos y líderes de la élite analizaban la reliquia recuperada.
El Architetra Voss, un hombre de rostro severo y ropajes adornados con filamentos de cobre y plata, presidía la reunión. Su mirada calculadora repasaba los esquemas holográficos que flotaban sobre la mesa principal.
—Esta reliquia es la clave para erradicar los vestigios de la magia —afirmó Voss, con voz firme—. Si logramos descifrar su funcionamiento, la ciudad se elevará a un nuevo nivel de evolución tecnológica.
A su lado, la Ingeniera Maelis ajustaba sus lentes mecánicas y murmuraba mientras estudiaba los grabados arcanos del objeto.
—Hay inscripciones que parecen resistirse a nuestros métodos de análisis —dijo con un matiz de frustración—. Podría ser una trampa o algún mecanismo de defensa mágico.
Voss frunció el ceño. Sabía que los rebeldes del Distrito Umbral harían cualquier cosa por recuperar la reliquia. Pero él no estaba dispuesto a ceder.
—Aceleren los estudios —ordenó—. Si la magia aún persiste en estos artefactos, la arrancaremos de raíz.
Mientras tanto, en los oscuros pasillos de la torre, alguien escuchaba en las sombras. Un espía con un mensaje que debía llegar a Lyra antes de que fuera demasiado tarde.