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MHA: Conjunto maldito

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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo 1: Yo.

-¿Aiko Fujimoto?-

Duele

-Presente-

Llevo mis manos hacia mi cara, intentando hacer que, lo que sea que está pasando, pare.

-¿Akiko Yamamoto?-

Paren

-Presente-

Por favor

-¿Ayumi Morita?-

Espera

-Presente-

¿Voces?

-¿Chihiro Hasegawa?-

¿No es esta mi habitación?

-Aquí-

¿Por qué... escucho voces?

-¿Daiki Fukuda?-

¿Es esto un sueño?

-Presente-

¿Por qué... estoy sobre un escritorio?

-¿Emiko Tanaka?-

¿Dónde estoy?

-Presente-

¿Cuándo me cambié de ropa?

-¿Hana Takahashi?-

¿Por qué... hace calor?

-Presente-

Mis manos van hacia mi cara, limpiándome las gotas de sudor que se estaban formando en mi frente.

-¿Haruka Kobayashi?-

¿Luz?

-Presente-

Lentamente, siento cómo mi fuerza y energía se van. Apoyando mis codos en el escritorio, sobre el cuaderno, rompiendo una hoja sin querer, me agarro la cara intentando no caerme sobre mí mismo.

-¿Haruto Takeda?-

Escucho un susurro viniendo de mi derecha.

-Ey, hombre. ¿estas bien?- ¿Su nombre? Daiki Fukuda, si su respuesta al nombre significa algo.

-Presente-

Niego con la cabeza, abriendo y cerrando mi boca sin ser capaz de formular una palabra, oración o algo coherente.

-¿Hiroshi Ando?-

Incapaz de soportar más esto, lo que sea que esté pasando, caigo en mi escritorio. A pesar de poner todo mi esfuerzo y energía en contra de ello, cierro los ojos.

-Prese-

...

-¡Profesor, Takakura se desmayó!-

...

¿Qué?

¿Dónde estoy?

¿Qué pasó ahora?

No puedo evitar soltar un leve gruñido mientras abro mis ojos. La repentina luz que da directo a mis ojos se siente como ver al mismo sol.

-Sí que te tomaste una buena siesta, Takakura.-

Escucho a alguien hablar, un hombre. Viene de mi derecha. ¿Takakura? ¿Se refiere a mí?

-¿Qué?-

-Estás en la enfermería. Fukuda avisó a tu profesor y te enviaron aquí. Según tu compañero, desde antes te veías pálido, sudoroso y parecías mareado.-

-¿Recuerdas haberte sentido así antes de llegar a la escuela? ¿O te empezaste a sentir así en la escuela?-

Niego con la cabeza. Recuerdo (¿recuerdo?) haber estado perfectamente bien antes de salir de casa.

-Bien, entonces te empezaste a sentir así aquí, en la escuela. ¿Has estado sediento durante mucho tiempo? ¿Has comido algo que te haya caído mal? Sé que en tu informe médico no se presentaron alergias, pero quizás debas hacerte una revisión de vuelta.-

El enfermero Takahashi (¿qué?) guarda una hoja con lo que probablemente sea un informe médico mío, si la foto superior junto a mi nombre tienen algo que ver.

-Sé que tu casa se encuentra no muy lejos de aquí. ¿Pueden algunos de tus padres venir a buscarte?-

-Eh, diría que sí. Mamá (¿qué?) tendría que estar en casa a esta hora todavía.-

-Bien, entonces le diré a la directora que te retirarás temprano. Llamaremos a tu casa para que te lleven. Ve a buscar tus cosas en tu salón y vuelve aquí luego de eso.-

Y con eso dicho, el enfermero Takahashi sale de la enfermería, dejándome solo. Va a hablar con la directora, probablemente.

¿Qué mierda está pasando? ¿Ken Takakura? ¿De qué va esto?

Finalmente tengo algo de tiempo para mí. Empiezo a cuestionarme lo que está sucediendo. Mi nombre, que a pesar de serme familiar, se siente extraño. Casi desconocido.

¿Cómo supe el apellido del enfermero? ¿De qué padres están hablando? ¿Mamá? Pero si mi madre trabaja desde temprano, es imposible que esté disponible.

Las preguntas siguen y siguen. Mi nuevo entorno extraño. ¿Cómo pasé de estar durmiendo en mi cama a despertar en lo que parece una escuela?

Se siente todo muy real. Para nada como un sueño.

Decido sentarme, todavía confuso sobre todo lo que está pasando.

Un suspiro escapa de mi boca, planeando dejar para más tarde la lógica detrás de esto.

Haré lo que me dijo el enfermero primero.

Saltando de la camilla de reposo, agarro mi celular, que se encuentra en el mismo escritorio donde estaba sentado el enfermero revisando mis informes médicos.

Dándole un mejor vistazo a la enfermería, noto que no hay solo una camilla. Más bien, son varias, muchas para una escuela normal. Son dos filas de 6, 12 en total. En la que estuve yo era la primera camilla de la primera fila, al lado de la puerta.

Dejando de lado mi curiosidad, me doy media vuelta y me dirijo a la puerta de la enfermería, pasando al lado de la camilla donde desperté.

Cuando salgo, me recibe un pasillo en silencio, las ventanas en el dejando pasar la luz natural con facilidad.

Cierro la puerta despacio y empiezo a caminar hacia mi derecha. Luego de lo que habrán sido 10 segundos caminando por los pasillos, empiezo a notar los salones.

Mi destino es el segundo salón del lado derecho del pasillo. Finalmente llego a mi salón.

Cuando entro, me reciben mis compañeros copiando lo escrito en la pizarra, con el profesor terminando de hacer lo que parece un ejercicio de matemáticas.

-Ah, Takakura. ¿Cómo estás?- Me preguntó el Profesor Murakami, notando mi llegada.

-Bien, me dijeron que venga a buscar mis cosas. Llamarán a mi casa para que me retiren por si acaso- Las palabras fluyeron de una manera tan suave que me sorprendió a mí mismo cómo puedo hablar así en una situación tan extraña.

-Okay, recuerda pedirle a tus compañeros luego que te pasen lo que hicimos hoy en clases.-

-Sí.-

Con eso, me dirijo a mi asiento, en la esquina izquierda del fondo, al lado de la ventana que da al pasillo.

-Y bien, Takakura. ¿En serio estás bien- Me preguntó Fukuda, su tono preocupado denotando su sinceridad a pesar de que no solemos hablar.

-Sí, no es nada serio. Parece que me bajó la presión por algún motivo- Su tono me hizo responder subconscientemente, incapaz de ignorar su buena fe hacia mí.

-Uff, menos mal. Espero que se te pase rápidamente, por tu bien. No es nada divertido tener que hacer tarea en casa- Aun mientras guardo mis cosas en mi mochila, Fukuda sigue hablándome. Uno creería que está ignorando la clase, pero se sorprendería al ver que sigue escribiendo mientras charla conmigo.

-No me hagas pensar en eso, la peor parte es que si yo no pido las tareas lo hará mamá. Ugh, no quiero pensar en eso- Me estremezco de pensarlo, sabiendo muy bien lo incapaz que soy de evitar las tareas a pesar de estar enfermo. -Nos vemos mañana, si es que ya se me pasó. Hasta entonces, Fukuda.-

Al terminar de guardar todas mis cosas, me despido de mi amigable compañero y me dirijo hacia el pizarrón, donde el profesor está sentado en su propio escritorio.

-Perdón por las molestias, profesor. Hasta mañana.-

-Hasta mañana, cuídate bien, Takakura.-

Luego de despedirme del maestro, doy media vuelta y me dirijo hacia la salida del salón. Cuando abro la puerta, me dirijo a mi izquierda y vuelvo hacia la enfermería.

Cuando estoy por llegar a la puerta, una voz me detiene. Femenina, directa, mandona pero sorprendentemente cálida.

-Alto ahí, Ken.-

Me doy vuelta y observo a la persona cuya voz me suena de algún lado. Lo primero que veo es al enfermero Takahashi junto a alguien más. Una mujer alta, probablemente mida 1,70. Cabello... ¿rojo?, ojos marrón.

-¿Mamá?-

¿Mamá?

-¿Cómo llegaste tan rápido?-

¿Mi Madre?

Mi Mamá rueda los ojos a mi pregunta.

-Estaba volviendo de comprar en la tienda cuando me llamaron de la escuela por ti. Estaba de paso, básicamente.-

-Oh, bueno- Me quedo sin palabras ante su simple explicación, aunque sé muy bien que es lo más lógico que haya sucedido.

El enfermero Takahashi finalmente habla, luego de habernos dado unos segundos para conversar.

-Necesito que ambos vengan conmigo. Aunque yo les di permiso para poder retirar temprano al joven Takakura, todavía necesita ir a firmar la salida en el informe escolar- Noto que no me habla a mi, sino a Mamá.

Mi Mamá no responde, solo asiente con la cabeza antes de agarrarme la mano.

El enfermero, al ver esto, se da media vuelta y comienza a caminar hacia la misma dirección de donde venían.

Obligado por Mamá, lo seguimos unos pasos detrás, dejando algo de espacio entre nosotros.

Cuando llegamos a la puerta de la directora, toca la puerta cinco veces mientras habla hacia allí.

-Soy yo, Kenji.-

Casi al instante, se escucha una voz monótona desde el otro lado de la puerta.

-Pasen- Nos dice la voz, de la directora probablemente.

El enfermero abre la puerta y pasa primero, sosteniéndonos la puerta mientras pasamos.

Cuando mamá y yo estamos adentro, cierra la puerta detrás de nosotros. El lugar es lo que uno esperaría de una oficina: un gran escritorio en el medio de la habitación, con documentos sobre él y una computadora en la parte derecha del mismo. Cuadros de lo que supongo son años pasados en su último año aquí, un calendario y un reloj. Estantes a su derecha e izquierda llenos de libros.

La directora está sentada detrás del gran escritorio, ya lista con un documento y lapicera en mano.

-Esta es la lista de asistencias de hoy. Necesito que la señora Takakura firme aquí que retirará temprano a su hijo por problemas de salud.-

-Bien- Mi Mamá responde con una simple palabra, agarrando la lapicera y firmando mi baja temprana. Pone su firma justo abajo del motivo.

-Nos vemos otro día entonces. Espero que te mejores, Takakura- Aunque se vea vieja y con arrugas, la directora es mucho más amable de lo que parece a simple vista.

Dedicándole una pequeña sonrisa, le asiento con la cabeza ligeramente mientras mi mamá y yo nos retiramos de la oficina.

-Nos vemos, directora.-

Pasamos la puerta de la oficina, dejando al enfermero y a la directora solos. Justo enfrente de la oficina se encuentra la entrada, o en este caso, la salida: una puerta doble, grande, probablemente mida tres metros.

Cuando las pasamos gracias a la portera, quien nos abrió la puerta amablemente, nos recibe el patio frontal, nada demasiado llamativo. Algunas macetas afuera junto a un portón adelante, abierto. Seguramente permanece cerrado durante la noche.

En la calle, afuera del terreno escolar, espera un coche que no estoy seguro de haber visto antes. Mi mamá finalmente me suelta la mano y se dirige al coche, abriendo la puerta de los asientos traseros.

-Bueno, vamos. En casa te daré algo para tomar, así se te pasa.-

Cuando entro al coche y me siento, poniéndome el cinturón, mamá cierra la puerta y abre la que está justo adelante, sentándose en el asiento del conductor.

Sin más palabras, empieza a conducir. Pasando de primera a segunda rápidamente, nos dirigimos a casa.

-¿No te saltaste el desayuno, verdad?- Luego de un minuto en silencio, al darse cuenta de que no hay mucho a lo que prestar atención, mamá me pregunta, dándome un vistazo rápido en el retrovisor del coche.

-No, mamá, no lo salté- Respondo con un gruñido, casi indignado de que me acusen de desperdiciar comida. -Me empecé a sentir mal de la nada. No sé por qué.-

-Si tú lo dices.-

Vuelve el silencio. Un par de minutos después llegamos a casa.

El exterior de la casa tiene un diseño tradicional de dos pisos. Un tejado inclinado de un color naranja brillante, contrastando con las paredes blancas de la casa, con un segundo piso con un pequeño balcón asomándose desde arriba.

La casa está rodeada por un pequeño jardín verde con algunos árboles que añaden un toque natural. Una cerca blanca delimita el terreno de la propiedad, ofreciendo privacidad. La entrada principal cuenta con un camino pavimentado que conecta la puerta con la acera exterior.

Casi al límite de la cerca, hay una estructura grande, con techos y paredes iguales a la estructura principal de la casa. El garaje, supongo.

A pesar de ser una zona residencial un tanto costosa, esta casa fue particularmente barata debido a ser la más cercana a un túnel que supuestamente está maldito.

Mamá baja la ventana de su lado, sacando su brazo sosteniendo algo parecido a un control remoto. Con un clic, la puerta del garaje se empieza a subir. Cuando está completamente arriba, mamá no pierde el tiempo y entra el coche.

Con cuidado, me desabrocho el cinturón de seguridad, abro la puerta del coche y me bajo. El garaje está vacío, sin mucha cosa además de alguna que otra caja cerca de la puerta que lleva al salón.

-Al fin llegamos- De la boca de mamá sale un suspiro silencioso. Pasando a través de la puerta que lleva al salón, se dirige a la cocina en la parte de atrás con unas bolsas que antes no había visto. -¿Té?-

-Por favor- Siento todavía mi cuerpo algo caliente, el mareo disminuyendo hasta parecer un pequeño problema de coordinación corporal.

La camisa, que hace unos segundos tampoco había notado, tiene el cuello empapado de sudor. Mis piernas se sienten pesadas en los largos pantalones negros que estoy usando.

Sin otra cosa que decir, voy al segundo piso. Subiendo las escaleras que están en el salón, al lado del sofá, me dirijo a mi habitación.

Nada más subir, giro a la derecha, hasta el fondo y abro la puerta.

Una habitación normal, sin pósters ni peluches. Una cama contra la pared, un clóset para guardar mi ropa, un escritorio con una computadora y lo que parece ser días de procrastinación, si es que la cantidad ridícula de ropa encima de donde tendría que estar el teclado indica algo.

Cambiándome de ropa a un conjunto más cómodo, una remera amarilla con las palabras "Plus Ultra" resaltadas en rojo y un short gris liso, vuelvo a bajar las escaleras, yendo al comedor, justo al lado de la cocina.

En la mesa veo una taza con té humeando, junto a un paquete de galletitas Oreo. El reloj de la pared marca las 10, y, sumado al sol de afuera, deberían ser recién las 10 a.m.

Al alcanzar la mesa, soplo levemente el té durante unos segundos antes de darle un sorbo, tanteando el calor.

-¡Ay!- Me quemé la lengua.

Dejo tentativamente la taza del té, dejando que mi mano vuele hacia las galletitas Oreo y comiendo un par de ellas, ignorando mi lengua y su ardor.

Decido dejar mi taza unos minutos, para que se enfríe un poco y pueda beberla.

Voy a la cocina, buscando en la heladera agua fría. El ardor en mi lengua se está haciendo insoportable, así que, decidido a dejar de sentirlo, me sirvo un poco de agua en uno de los vasos de vidrio limpios.

Cuando estoy a punto de guardar la botella de agua de vuelta en la heladera, una voz resuena en la habitación.

-Ah, ya que estás ahí, haceme un favor y tráeme un poco de agua también.-

A veces me sorprende lo perezosa que puede ser mamá cuando quiere. En serio, ¿quién prefiere esperar hasta que su hijo abra la heladera, se sirva agua, y luego le pide que le sirva agua estando al lado?

Con calma, sin dejar ver mis pensamientos un tanto irrespetuosos hacia sus acciones, menos que enérgicas, le sirvo a ella también.

-¿Qué pasó? ¿Muy caliente el té?-

Cuando mamá preguntó esto, me di cuenta de algo. La realización me golpeó como bala de policía a ladrón. Lo hizo a propósito.

-Un poco.-

Digo en voz baja, ahora sí, indignado y enojado. Agarrando el vaso de agua, me vuelvo hacia la puerta de la cocina y llego al comedor. Sin más pensamientos, me dirijo hacia la sala de estar, sentándome en el sillón delante de la tele.

¿Por qué es tan fácil actuar así?

Prendiendo la tele con el control en la mesita delante del sofá, busco un canal de noticias.

¿Estoy siquiera actuando?

Llego al canal de noticias, nada fuera de lo común. El típico noticiero: un texto en blanco, una gran mancha azul que sirve como fondo para el texto. La pantalla dividida, mostrando dos personas.

En la mitad izquierda un hombre viejo, canoso incluso. Barba prolija, algunos pelos marrones aferrándose a su cabeza. Está utilizando lentes de marco negro.

En la mitad derecha, una mujer. Es un tanto más joven que el hombre de la izquierda. Saco rojo, camisa negra lisa, ojos marrones y pelo plateado. Pobre, tan joven y ya con canas.

Al notar un breve destello en el pelo de la señora, fuerzo mi vista, y noto algo muy importante. Su pelo no es pelo. No, es algo más. Plateado, puntiagudo y fino, tan fino como para pasar como pelo.

Agujas. En donde tendría que tener pelo, la señora tiene agujas. En lugar de pelo, tiene jodidas agujas.

¿Qué?

Entonces, me acuerdo de algo. Algo que vi hoy. Algo que pasé por alto como si fuera lo más normal del mundo. Como si no fuera algo extraño y fuera en contra de la lógica del mundo.

Fukuda... ¿no era su cabello enteramente de agua? ¿Cómo dejé pasar eso?

Finalmente, las fichas caen. Una tras otra, tras otra. Mutaciones físicas más allá de la lógica. Una remera con el descarado dicho "Plus Ultra" escrito de tal forma que parece un credo.

¿Estoy en el mundo de My Hero Academia? No solo me desperté en un mundo que no conozco, con un cuerpo de alguien que no conozco, con una madre que no conozco. Sino que estoy en otro mundo. Uno ficticio.

Me pincho los cachetes fuertemente, intentando despertar desesperadamente. Nada pasa, sigo en la misma casa. En el mismo cuerpo. En el mismo sofá.

Mierda, ¿esto realmente está pasando?

Entro en pánico, mi cuerpo temblando, mis manos aferrándose al vaso de agua. Intentando sostenerme de algo, lo que sea. Intentando descifrar lo que sea que esté pasando. El vaso casi se me escapa de las manos, derramando gotas de agua en mis shorts y remera.

El ardor vuelve, pero no como el de mi lengua. No, es el mismo que sentí cuando me desperté como Ken Takakura, cuando me dolía la cabeza. El sudor regresa. El temblor se intensifica.

-¡KEN!-

El grito de mamá me sobresalta, frenando momentáneamente los temblores.

-Creo que esto va más allá de solo haberte bajado la presión. Date un baño con agua fría y ponte otra ropa, iremos al doctor a ver qué te pasa.-

Su tono firme no deja lugar a discusión ni protestas.

Asintiendo levemente, me paro y me dirijo al segundo piso, subiendo las escaleras que parecen interminables.

Entro a mi habitación, abro el clóset y saco otro juego de ropa. Un short verde agua y una remera negra con un dibujo de lo que parece ser un astronauta mezclado con un malvavisco, rodeado de varias estrellas.

Salgo, mis sandalias son el único sonido en el pasillo del segundo piso. Me dirijo al otro lado, a la izquierda de la escalera. El baño.

Cuando entro, me quito rápidamente la ropa sudada y la dejo en el suelo, sin molestarme en colgarla.

En ese momento me doy cuenta de algo que antes no había notado ni identificado.

Llevo mis manos a mi cara, hacia la zona de los ojos.

Antes de poder tocarlos, mis dedos topan con algo. Algo liso, resbaloso.

Llevo mis manos hacia mis orejas y siento algo más: unos palos colgando, sostenidos por mis orejas.

-¿Anteojos?-

Me saco los anteojos lentamente, dejándolos sobre la mochila del inodoro, sin darle mucha importancia ahora.

Luego de una ducha fría de 10 minutos, salgo sintiéndome vagamente mejor. Secándome primero el pelo y luego el cuerpo, me pongo el nuevo par de ropa que dejé colgado en el gancho de la puerta y mis anteojos.

Voy lo más rápido que mi cuerpo pequeño y enfermizo me permite hacia mi habitación. Quitándome las sandalias, me pongo un par de zapatillas rojas con rayas blancas.

Salgo de mi habitación, dejando allí la ropa sudada, las sandalias y la toalla mojada.

Llego a la sala de estar, donde mamá está esperando al lado de la puerta que da al garaje, golpeando rítmicamente el suelo en lo que parece nerviosismo.

Cuando me ve, su golpeteo se detiene. Su expresión es una mezcla de alivio y urgencia. Abre la puerta y la deja abierta para que la siga.

Escucho el clic del control del garaje y los engranajes forzando la puerta gigante a levantarse.

Sin opción, atravieso la puerta y la cierro a mi paso. La puerta trasera del coche ya está abierta, con mamá en el asiento del conductor lista para irnos.

Me subo, me pongo el cinturón de seguridad y cierro la puerta del coche. Mamá arranca en marcha atrás, y el garaje se cierra solo al salir.

Cambiando a primera, mamá empieza a manejar. Rápidamente pasa a segunda mientras avanzamos por la zona residencial.

-Corazón, ¿cómo estás?-

Su tono preocupado rompe el silencio. A pesar de estar conduciendo, su atención está dividida entre el camino y mi estado.

-No tan bien como pensé, mamá.-

La respuesta se escapa rápidamente de mis labios, mi respiración entrecortada al pasar los segundos. Los minutos parecen eternos.

Diez minutos después, que se sintieron como horas, aparece una figura alta. Un hospital: el hospital de Asakusa, con sus ocho pisos elevándose sobre nosotros, haciéndonos sombra.

Dejando el coche en el estacionamiento, mamá me toma de la mano para que no me caiga mientras entramos.

Honestamente, dejo de prestar atención a lo que ocurre a nuestro alrededor. Cuando mamá me indica que me siente en una de las sillas, asiento y hago lo que dice.

La veo hablando con la recepcionista. Mamá parece un poco demasiado enojada y, si no fuera por lo serio del asunto, probablemente ya habría explotado contra la pobre mujer.

Las pantallas arriba de la recepción cambian repetidamente: nombres, números y horarios aparecen en un ciclo constante. Casi me pierdo cuando uno de los nombres es el mío, acompañado de mi número de paciente y la hora de la consulta.

En la parte inferior izquierda de las pantallas se muestra la hora: las 10:36. Mi consulta está programada para las 11. Tengo que esperar 24 minutos.

Qué considerados, al menos me dan tiempo para reflexionar mientras agonizo.

No puedo evitar el pensamiento sarcástico. ¿Quién tiene a un chico enfermo esperando 24... ah, 23 minutos?

Al ver la hora avanzar a las 10:37, esbozo una leve sonrisa. Quizás no sea tan lento después de todo.

Entonces, ¿qué diablos está pasando? ¿Por qué desperté en otro cuerpo? No solo eso, en otro mundo. Si solo hubiera sido lo primero, lo habría aceptado con más calma.

Quién sabe, quizás incluso hubiera sido el inicio de mi romance atemporal con una chica cuyo nombre no sé. ¿Pero otro mundo? Eso, esto, es otra liga.

Tampoco recuerdo haber muerto, mucho menos haber sido invocado con un círculo mágico. No acepté un formulario para reencarnar, ni hice una apuesta con un dios aburrido.

Meciendo mis piernas en la silla, intento distraerme de todas las formas posibles del ardor y el calor en mi cuerpo.

En algún momento de mi cuestionamiento interno, mamá se sentó a mi lado.

Eso también es algo raro. ¿Cómo supe que esta mujer era mi madre cuando la vi? Lo mismo con el señor Takahashi. Incluso pude guiarme en la escuela antes, aunque nunca haya pisado ese lugar.

Como si no fuera solo yo… como si fuera alguien más. Pero tampoco era alguien más, pues también se sentía como si siempre hubiera sido yo.

Cierro los ojos, dejándome descansar en el respaldo de la silla, controlando mi respiración para no hiperventilar.

Siento algo, una mano, en mi hombro derecho. Incluso con los ojos cerrados sé quién es. Su tono y su presencia me resultan familiares, a pesar de lo extraña que es esta situación.

-Ya casi es tu turno, no te preocupes.-

Gentil y dura al mismo tiempo. Así la describiría si tuviera que hacerlo. Su mano va hacia mi frente, sosteniendo un pañuelo con el que me limpia suavemente el sudor.

Abro los ojos, apenas, solo lo suficiente para ver la hora.

Oh.

10:59… No, ya son las 11.

Con una puntualidad sorprendente, se abre la puerta de la izquierda. Un hombre delgado, alto, ojos… ojo.

Ojo.

Tiene un jodido ojo. Un gran ojo en el medio de la cara, sobre su nariz. Es casi el triple de lo que debería ser un ojo humano normal.

Apenas escucho lo que dice, quizá prestando demasiada atención a su ojo.

-¿Los Takakura?-

Preguntó el cíclope desde la puerta. Sus manos descansaban en los bolsillos de su bata blanca de doctor.

-Aquí.-

Mamá respondió rápidamente. Yo lo hice al mismo tiempo. Caminando detrás de ella, nos dirigimos a la puerta, donde nos espera el doctor cíclope.

Haciéndose a un lado, nos deja pasar y nos guía a su oficina. Las cosas que hay aquí son casi las mismas que vi en la enfermería de la escuela.

Una gran camilla negra, un escritorio grande y blanco con cuatro sillas al frente, una estantería con algunos libros de medicina, una balanza, un estadiómetro junto a un estetoscopio. En la parte de atrás, sobre una camilla que se ve más cómoda, hay una báscula pediátrica.

-Por favor, pequeño, ¿podrías sentarte aquí un segundo?-

Sorprendido por su tono suave, simplemente hago un gesto con la cabeza y me siento frente a él, en la camilla.

-En lo que hacemos esto, me presentaré. Soy Akihiko Mori. Mi Quirk es Cyclops. Nada elegante, solo me da un poco más de fuerza y un gran ojo en medio de la cara.-

Se acerca al estadiómetro y agarra el estetoscopio que estaba colgado de él.

-Ahora, te voy a pedir que inhales y exhales lentamente. ¿Crees poder hacerlo?-

-Sí.-

Respondo brevemente, inhalando y exhalando como me pidió el doctor.

El doctor Mori se pone el estetoscopio y se acerca a mí, apoyando la parte grande sobre donde está mi corazón.

Mientras hace eso, sus ojos vagan hacia el rostro de mi mamá. Abre la boca y habla con cuidado, como si no quisiera lastimar a nadie. -Dígame, señora, ¿el pequeño Takakura ha manifestado su Quirk?-

-No, Ken es Quirkless. Nunca ha mostrado indicios de despertar un Quirk.- Mamá responde con cuidado. A pesar de haber aceptado eso hace mucho, sigue siendo un tema sensible.

El doctor no dice nada más, solo hace un leve sonido de aceptación y deja el estetoscopio. Acercándose al estante junto a su escritorio, agarra lo que parece ser un kit médico. Al abrirlo, veo algo similar a un reloj, una bola de goma conectada a una manga azul.

Un tensiómetro, bendita cosa.

Colocándomelo en el brazo, el doctor empieza a apretar la bola de goma, observando cuidadosamente donde se muestra mi presión.

-¿Dice que empezó a sentirse mal sin motivo alguno? ¿Pálido, mareado, con desmayos y una gran sensación de calor?-

Esta vez respondo yo, todavía con la manga azul en mi brazo.

-Sí. Estaba en la escuela y me empecé a sentir así sin razón alguna. Me desmayé en clase hoy.-

-Creo que sé lo que te está pasando, chico- Dijo el doctor Mori, su ojo observándome con calma. -Tu cuerpo está reaccionando, desarrollando resistencia para que no te dañes a ti mismo… sea lo que sea que pase.-

-¿A qué se refiere, doctor?- Mamá responde urgentemente, con lágrimas en los ojos ante las indirectas. -No querrá decir que…-

-Sí. El chico está desarrollando su Quirk.-

Contestó con una sonrisa cálida, poniendo sus manos sobre mis hombros y mirándome directamente a los ojos.

-Felicidades, por cierto.-