El viento helado azotaba las ruinas de Takayama, llevando consigo el eco de un tiempo que ya no existía. Lo que había sido un pueblo floreciente, lleno de risas y esperanza, ahora era un cementerio de piedras rotas, donde las sombras parecían acechar en cada rincón. Sobre las ruinas de sus recuerdos, Vanssel caminaba con paso firme, una figura solitaria envuelta en la oscuridad de la noche. Su mirada, fría como el acero, no se desvió ni por un segundo.
Habían pasado años desde que los demonios destruyeron su hogar, borrando todo lo que amaba. La ira que se había encendido en su pecho aquella noche nunca se había apagado. La muerte de su familia, la pérdida de su gente, todo lo que alguna vez consideró seguro y valioso se convirtió en cenizas. En el caos de la destrucción, él encontró una sola verdad: el poder era la única forma de lograr la venganza. La única forma de restaurar lo que había perdido.
Pero en el camino hacia la venganza, Vanssel había cambiado. Ya no era el niño que soñaba con aventuras y gloria. La furia lo había transformado en algo mucho más peligroso. Ya no importaba el precio que tuviera que pagar. Su deseo de justicia se había convertido en una fuerza destructiva que lo empujaba hacia adelante, llevándolo a una espiral de confrontaciones y sacrificios.
Galek, su amigo de toda la vida, había seguido su ejemplo. Sin embargo, con el pasar del tiempo ellos dos se separaron. Galek, siendo un mago de renombre en el reino como caballero, había perdido parte de su esencia en este viaje y a Vanssel que lo consumía La venganza y la búsqueda del poder, estaba cambiándolo, pero Vanssel se negaba a ver el daño que la oscuridad causaba en su corazón llevando a esto a que ellos se enfrentaran más adelante.
Y aun así en su búsqueda que lo habían llevado a través de territorios desconocidos, donde enfrentaron a criaturas del abismo y enfrentaron los guardianes de los siete reinos. Cada victoria, cada desafío superado, solo lo acercaba más al borde de su humanidad. Vanssel ya no veía a sus enemigos como seres de carne y hueso, sino como obstáculos en su camino hacia el único objetivo que ocupaba su mente: destruir a los demonios. Y cuanto más avanzaba, más sentía que su alma se vaciaba, que algo dentro de él se quebraba.
El enfrentamiento con los hijos de los dioses era inminente. Aquellos seres poderosos, guardianes de la creación, que hasta ahora habían observado en silencio su ascenso, comenzaban a verlo como una amenaza. Habían intentado frenar su camino en más de una ocasión, pero Vanssel siempre había logrado sobreponerse, cegado por su odio. No entendía las advertencias que le lanzaban. No comprendía que, si seguía en este camino, perdería mucho más que la batalla.
Cada uno de los hijos de los dioses representaba un aspecto de su lucha interna, un reflejo de lo que él podría llegar a ser si se dejaba consumir por el odio. Pero él no quería ver. No quería entender. La fuerza que buscaba solo podía alcanzarse a través de la destrucción, y si su cuerpo se desgastaba en el proceso, si su alma se convertía en polvo... no importaba. Los demonios debían pagar.
El destino lo había marcado, y no podía dar marcha atrás.
En lo más profundo de su ser, Vanssel sabía que su viaje no terminaría con la caída del rey demonio. Sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentarse a algo mucho más aterrador que cualquier bestia o enemigo. Tendría que enfrentarse a sí mismo. A los demonios que habitaban en su interior. A la humanidad que estaba a punto de perder.
El eco de las campanas de la ciudad antigua resonó en la lejanía, un recordatorio de que el final estaba cerca. Pero no se detuvo. No había tiempo para arrepentimientos.
Frente a él, las tierras se extendían hacia un horizonte marcado por la oscuridad. Su destino, forjado con sangre y sacrificios, lo llevaba hacia una batalla final. Y aunque todo lo que había recorrido lo había convertido en una sombra de lo que alguna vez fue, Vanssel no miraba atrás. No podía.
La venganza lo había consumido, y ya no quedaba espacio para nada más.
"Este es el camino," murmuró para sí mismo, con una determinación inquebrantable. "No hay vuelta atrás."
Y con esos pensamientos, siguió adelante, hacia la oscuridad que lo esperaba.
Pero antes que pasen todos eso acontecimientos retrocedamos el tiempo donde nuestro protagonista y cinco jóvenes que se adentran en aventuras para conocer el mundo y sus secretos y esos lugares desconocidos los llevaran a batallas inimaginables y donde esos desafíos los aran sufrirán, amaran y perderán cosas preciadas.
Y aquí es donde entran nuestros primeros protagonistas en un pueblo muy pequeño llamado takayama había dos jóvenes llamados Vanssel y Galek eran muy amigos de la infancia, sus padres eran muy cercanos ya que ellos fueron aventureros de jóvenes y fueron reconocidos por el reino por sus grandes hazañas.
Pero Vanssel y Galek no se quieren quedar atrás ya que ellos quieren ser mejores que sus padres y ellos no quieren desperdiciar su talento. Entonces vallamos donde todo empezó donde Vanssel tuvo otro motivo para salir de esa aldea, Y todo ocurrió en una noche