En la antigüedad el mundo sufrió la catástrofe del eclipse que destruyó todo a su paso cuando todo se consideraba perdido deidades descendieron salvando al mundo de la destrucción con su llegada trajeron una nueva era en la cual los humanos obtuvieron habilidades sobrenaturales con esos poderes crearon un nuevo mundo donde gobernaron hasta el día de ahora.
Distrito A.
—¡Atrapen a esa mocosa!—gritó una voz llena de crueldad.
Los pequeños pasos se escuchan desde la distancia, la pequeña figura vestía de rosa corriendo por las calles sin atreverse a mirar atrás solo recordando la dulce voz de su padre.
"Ayin por lo que más quieras nunca dejes que nadie te atrape, no dejes que nunca nadie te lastime, lucha como yo te enseñe y si no puedes con tu enemigo busca la oportunidad para escapar cuando seas lo suficientemente fuerte podrás vengarte del enemigo"
Las lágrimas como pequeñas semillas recorrieron sus mejillas blancas puras, la pequeña niña que continuaba corriendo tropezó muy torpemente con una piedra
—¡Duele!—murmuró agarrando su rodilla toda raspada.
Tres hombres encapuchados aparecieron en la cima de un edificio mirando a la pequeña niña que fruncía el ceño de dolor.
—¡Hermano! ¿De verdad tenemos que matar a esta pequeña?—preguntó uno de los hombres encapuchados.
—¡Debemos hacerlo! Si ella no muere nosotros estaremos en su lugar, mátenla.
Los dos hombres encapuchados se miraron y con decisión saltaron, al instante sacaron dos espadas las cuales apuntaron en el cuerpo de la niña.
Cuando las espadas estaban por atravesarla una figura oscura avanzó a gran velocidad que atacó a los hombres como una luz blanca que cortaba sus cuerpos.
—¿hum?—expresó la niña al sentir el silencio inminente al mirar atrás todo su rostro se cubrió de sangre sus pequeños ojos ardían pero con dificultad observo la figura de enfrente.
Un hombre de túnica púrpura está sosteniendo una espada larga plateada manchada mientras que los hombres encapuchados yacían en el suelo como un gran charco para cualquier niño de su edad esto sería tan aterrador que saldrían huyendo pero es solo que la pequeña niña nunca mostró miedo simplemente encontró fascinación.
—¿Eres un ángel?—preguntó con cautela acercándose lentamente a la figura de espalda.
El hombre que se mantiene de espaldas al escuchar la voz de leche devolvió una mirada.
—¡Una máscara! Este hombre usa una máscara ¿acaso es feo?—si el hombre hubiera escuchado los pensamientos enredados de la niña vomitaría sangre en el acto.
—¡Pequeña este lugar es peligroso! ¡Vete a casa no salgas sola de nuevo!—resonó una voz llena de frialdad.
En el momento que el hombre estaba por irse la pequeña niña corrió hacia él de manera instintiva.
—¿Qué está pensando?—lo pensó el hombre al sentir que su pierna está algo pesada bajando la mirada pudo observar la pequeña figura que sostiene con sus tiernos brazitos su pierna, la túnica púrpura se arrugó levemente esto le hizo fruncir el ceño detrás de esa máscara, por la acción repentina de la niña no pudo evitar preguntar con frialdad—¿qué estás haciendo?
La niña levantó la mirada con un rastro lastimero, se aferró más a su pierna—¡no puedes dejarme! ¿Tío puedes llevarme contigo?
—¡no! ¡Vete a casa tus padres deben estar preocupados!
—¡mi pequeña niña no tiene más padres en este mundo! ¿Tío no lo viste? Esos hombres quieren asesinarme, no importa a dónde vaya siempre me encuentran, nunca me dejarán huir así que por favor ¡llévame contigo!—le imploró entre lágrimas.
—¡Enzo sal!—habló.
Desde las sombras una figura oscura apareció arrodillándose sobre el suelo.
—¡Maestro!
—¡llévate a la niña, vendrá con nosotros!
Al escuchar sus palabras la pequeña niña se levantó saltando de felicidad pero cuando el hombre estaba por sostenerla se alejó.
—¡no quiero ir con el, yo quiero ir contigo!—lo expresó con seriedad mientras se interponía en su camino.
El cuerpo del hombre enmascarado tembló levemente al ver el puchero lindo de la niña más con sus manitas sobre su cintura como si fuera una niña mimada por alguna razón hizo que su corazón latiera.
—¡imposible!—negó el hombre enmascarado para después sostener a la niña.
—¡Aah!—gritó mientras que sus piernitas se agitaban en el aire.
—¿Sucede algo?—preguntó mirando con sus ojos obsidiana a la niña.
—¡Hombre malvado! Me estás tratando mal ¿me odias?—se cubrió los ojos actuando tan lamentable.
El llanto de la niña volvió loco al hombre enmascarado que su mirada terminó sobré el guardián.
—¡parece que mi maestro nunca ha tratado con niños!—se burló entre sus pensamientos hasta que volvió a la seriedad—¡maestro sostenga a la niña en sus brazos!
—¿no se puede dejar así?—señaló a la niña que sostiene del cuello del vestido rosa.
La niña se volvió loca al escuchar sus palabras tratando de aferrarse a sus brazos deseo poder morder su mano, los pequeños dientes que estaban por morder fueron vistos por el hombre y al instante la agarró de una forma un poco brusco.
—¿acaso eres un perro?—le preguntó acercando más su cuerpo.
La niña que forcejaba se detuvo al encontrarse con esos ojos obsidiana fríos vacíos sin alma al verlo así no pudo evitar acercar su manita acariciando su mejilla—¡debe ser difícil para ti nunca poder sentir nada! Estar maldito es tu pecado que predijo el destino nunca podrás huir ese es tu destino escrito—susurró.
El hombre al escuchar su voz baja aunque se sorprendió aún más al ver que sus ojos se volvieron plateados esa luz como estrellas giran quien mire sus ojos no puede evitar ver su destino—¿qué has dicho?—preguntó con incredulidad.
Los ojos plateados de la niña desaparecieron al instante quedó inconsciente por la sorpresa el hombre no pudo evitar dejar caer su cuerpo pero logró reaccionar atrapando su pequeño cuerpo entre sus brazos.
—¡Estamos destinados a encontrarnos solo por eso te trataré bien pequeña!—lo pensó mientras quitaba los mechones de su cabello.