Gu Qingfeng asintió con esfuerzo.
Desde que el cielo le permitió vivir, se esforzaría por seguir viviendo.
En ese momento, un calor que solo él era consciente de irradiaba desde su pecho.
Esta talla nuclear era una cosa fina de verdad.
Fue esculpida por la chica que compartía su apellido.
Se había dicho una vez por sus antepasados que un maestro tallador de habilidad sin igual podía dotar a sus creaciones con un espíritu propio.
Y los antepasados de la familia Gu habían producido tal maestro hace quinientos años.
Era una persona de talento asombroso.
Según la leyenda, una sola pieza de su trabajo se podría cambiar por una ciudad entera.
Sin embargo, se mantuvo desapegado y de espíritu libre, nunca importándole la riqueza.
Dedicó su vida a las montañas y las aguas.
En el año en que cumplió treinta, después de dejar la Caja del Dragón Misterioso para el Patriarca de la familia Gu, se alejó.
Nunca más se supo de él.