Caminaban por el camino entre el Pueblo de Piedra y la Aldea de la Familia Lian.
Era un tramo donde no había ni pueblo adelante ni tienda atrás.
El viento parecía estar haciéndose más fuerte, con el ulular del viento del norte sonando especialmente lúgubre.
Gu Qiaoqiao apretó su bufanda y aceleró el paso.
El clima era espantoso, demasiado frío.
Anhelaba estar en casa, sentada en la cama de ladrillos calentados, comiendo los dumplings rellenos de col agria que su madre había hecho —qué felicidad sería.
Justo entonces, Qin Yize de repente se detuvo a su lado, sus ojos se entrecerraron peligrosamente.
Su comportamiento se volvió intensamente serio.
—Hay lobos adelante —susurró Qin Yize en voz baja.
La cara de Gu Qiaoqiao se puso pálida al instante, y su corazón comenzó a latir desaforadamente.
Esta área estaba muy cerca de las praderas de Mongolia Interior.
Los lobos a menudo corrían de allí.
Pero eso solo era de oídas; nunca habían visto uno en realidad.
