—¿Qué? ¿Estás afuera de mi casa? —preguntó Ava con una mezcla de sorpresa e incredulidad.
—¿O qué? ¿Por qué te pediría que abrieras la puerta? —respondió él con indiferencia, como si fuera lo más natural del mundo para él.
—Pero, ¿qué haces aquí a esta hora? —preguntó ella, su confusión aumentando.
—¿Qué crees? Ahora, no me pruebes la paciencia. Ya estoy cansado y con sueño. Abre la puerta.
A Ava se le cayó la mandíbula, las palabras la eludieron momentáneamente. Apenas podía creer lo que estaba escuchando. «¿Qué le pasa a este hombre?» gritaba su mente.
¿No la despreciaba él? ¿No había dejado claro que no sentía más que desprecio por ella debido a su padre?
Cuando recordó su crueldad en su vida pasada, su boca se amargó con molestia y sensación de injusticia. En su vida pasada, Dylan había sido despiadado, nunca le había concedido un gramo de amabilidad. Su indiferencia, su frialdad, todo eso la había herido profundamente.