—¡Ah! —gritó Gianna, llevándose la mano a la mejilla.
El impacto fue fuerte, girando su rostro hacia un lado. Su piel ardía, con los oídos zumbando. El dolor le trajo lágrimas a sus ojos de inmediato.
—¡Estás loca! —Gianna giró la cabeza hacia Ava, mirándola furiosamente.
—No me disculparé por lo que no he hecho —replicó Ava—. Intentaste incriminarme y te golpeé. Ahora estamos a mano.
—¡Dylan! —gritó Gianna, con ira y desamparo mezclándose en su rostro—. ¿Cómo pudiste dejar que ella me intimidara?
Dylan estaba furioso. Podía tolerar cualquier cosa, menos esto. Le había prometido a su mejor amigo en su lecho de muerte cuidar y proteger siempre a Gianna.
Se acercó a Ava, con los ojos llameantes de frustración. —¡Te dije que te disculparas! ¿Y en lugar de eso la golpeas otra vez? ¿Cómo puedes comportarte así? —la reprendió.