—¿Qué quieres decir? —Las mejillas de Gianna se enrojecieron furiosas—. ¿Sabes quién soy? ¿De verdad piensas que no puedo permitírmelo?
—¿Y si te digo que sí? —Ava avanzó con una actitud desafiante.
—¡Tú! —Gianna apretó más su bolso—. Me encantaría demostrarte que estás equivocada.
—Lo compraré —sacó una tarjeta negra y se la entregó a la dependienta que estaba a su lado.
—Por supuesto, señora —la dependienta asintió con una sonrisa alegre antes de girarse y dirigirse a la caja.
—Ahora, ese conjunto es oficialmente mío —dijo con triunfo Gianna—. ¿Qué vas a decir?
Ava, imperturbable, sonrió con sorna.
—Tu riqueza no es nada comparada con la de Ava. Estás disfrutando de todo este nombre, fama y lujo gracias a Dylan. Si él se retracta, te quedarás en la calle —Lola, que había estado observando silenciosamente el intercambio, ya no pudo contenerse más.
—Yo gano por mi talento —contraatacó Gianna—. No dependo de Dylan.