Las respiraciones de Dylan eran rápidas y superficiales mientras su mente se sumía en el caos. La habitación parecía cerrarse sobre él mientras la figura sin rostro de su pesadilla parpadeaba en sus pensamientos. Gotas de sudor frío se aferraban a su piel.
—¡No te acerques más! —Su voz se quebró con una mezcla de miedo y enfado mientras empujaba a la mujer. En un intento desesperado por escapar, rodó fuera de la cama, aterrizando en el duro suelo con un golpe. Un dolor agudo le recorrió el costado, pero le trajo una claridad momentánea: necesitaba salir de ese lugar.
Luchando por ponerse de pie, titubeó hacia la puerta, sus piernas temblorosas debajo de él. Su visión se nublaba y aclaraba en olas irregulares, sus dedos se estiraban desesperadamente hacia la manija de la puerta.
—Dylan, espera —Gianna se puso delante de él—. No te vas a ir.