Un nuevo día comenzó.
O al menos, se despertó y empezó a moverse de nuevo.
Era difícil precisar la hora en un lugar donde el cielo nunca cambiaba. El aire siempre fluía en una dirección y las bestias siempre actuaban igual.
Era difícil precisar la hora.
Quizás habían pasado tantos días como él suponía. Quizás habían pasado menos.
No lo sabía.
Estaba empezando a olvidarse de cómo solía fluir el tiempo.
Era el cuarto día según sus cálculos. No sabía cuánto había dormido, pero no fue suficiente para aliviar su fatiga.
Pero no podía hacer otra cosa que levantarse y cazar.
Si había algo que pudiera emocionarle era el hecho de que sus cacerías habían mejorado con el paso del tiempo.
Estaba aprendiendo a luchar. Una esperanza tenue de superviviencia brotaba en su corazón.
Miró los cadáveres de lobos en el suelo debajo de él. Una sonrisa se dibujó involuntariamente en su cara.