Inmediatamente después de que sus palabras terminaran, Proto se dio cuenta de que algo estaba mal con su cuerpo.
Sentía debilidad; como si el poder que solía portar hubiera sido considerablemente disminuido. Si lanzara un puñetazo ahora, quizás ni siquiera sería capaz de herir a su oponente.
—Tú... ¿qué me hiciste? —preguntó con una mirada cautelosa en su rostro.
—Oh, ¿finalmente te diste cuenta? Es solo un poco de preparación para lo que viene, por supuesto.
—¿Lo que viene? Lo que sea, cállate y pelea conmigo como es debido, puta.
—¿Eso es lo que quieres? ¡Entonces bien! ¡Ven a por mí! Te dejaré tener el primer movimiento.
Qing Tan aceptó su desafío alegremente. El brillo en sus ojos estaba lleno de travesura mientras esperaba ver cómo se humillaría a sí mismo.
Proto todavía sentía que algo estaba mal, pero no le prestó mucha atención. Había venido aquí a luchar, y la puta que buscaba estaba parada frente a él. No había nada más en qué pensar además de la victoria.
