—¡Viejo Fantasma, te atreves? —rugió una voz poderosa dentro de una ubicación desconocida llena de oscuridad. Aunque la voz sonaba ronca y cansada, la intención dominante detrás de sus palabras era incuestionable.
—Kekeke, ¿y qué si me atrevo? Viejo Tonto, es tu culpa por no manejarlo adecuadamente. ¿Acaso pensaste que yo no sabía nada? —respondió una voz malévola con igual intensidad, sin disminuir ante la presión que la primera voz emitió. De hecho, parecía disfrutar plenamente de la ira de la contraparte.
—Viejo Fantasma, parece que he sido demasiado indulgente contigo durante estos últimos milenios. Crees que puedes hacer lo que quieres aquí. Muy bien, si piensas que puedes interferir sin consecuencias, entonces permíteme recordarte tu lugar —la oscuridad tembló como si presa del miedo. Una masiva aura se esparcía desde algún lugar desconocido en su interior, causando grietas en el misterioso reino que las dos voces habitaban.