Mirando al hombre que desesperadamente intentaba arrastrarse lejos, los ojos de Damien brillaban con una luz de curiosidad. En el siguiente instante, ya había llegado frente a él.
—¡N-no te acerques más! —El hombre chilló aterrorizado.
Había estado viviendo con tranquilidad, cuidando su puesto como se le había ordenado antes de que se viera súbitamente envuelto en un mar de llamas casi inextinguibles. Si no hubiera erigido precipitadamente una barrera en el último segundo, no dudaba de que ahora estaría muerto.
—Oh? En realidad puedes hablar de manera coherente, eh. Algo lo esperaba, pero aún es bueno saberlo —comentó Damien. Él no sentía ninguna simpatía por este hombre en absoluto.
El hombre continuó intentando arrastrarse hacia atrás, pero su casa ya estaba en el peor extremo de la cueva. No tardó mucho en que su cuerpo golpeara contra la pared. Un escalofrío le recorrió la espalda al darse cuenta de que realmente no había escapatoria del monstruo frente a él.
