—¡Bien! Anciano Dragón Blanco, aceptaremos esta oportunidad.
Al escuchar la respuesta positiva, el Rey Dragón Blanco sonrió. De hecho, no esperaba menos. Esto no era algo que cualquiera pudiera rechazar.
—Jaja, me alegra que sea así. Ahora, hay muchos más detalles que me he abstenido de contarles, pero antes de entrar en ellos, quiero que ambos presten el Juramento Celestial.
—Anciano, ¿cómo funciona un Juramento Celestial? —preguntó Damien. Obviamente había visto el concepto antes debido a su obsesión con las novelas de cultivación, pero esto no era lo mismo que aquello.
En esas palabras, la entidad gobernante conocida como los Cielos era básicamente una autoridad imparcial, castigando a los cultivadores por ir en contra de la voluntad del cielo a través de tribulaciones y siendo testigo de sus juramentos.
Por esta razón, los Juramentos Celestiales eran sagrados e incontestables. La única forma de evitarlo era dejar lagunas en el camino que se había jurado.