Los vientos frescos de la Montaña de Nieve Infinita azotaban el aire mientras el Rey Dragón Blanco aceleraba tranquilamente por la ladera de la montaña.
Bueno, podría haber sido tranquilo para él, pero para Ruyue era una pesadilla. Esta clase de velocidad era algo que apenas podría alcanzar incluso si estuviera ejerciendo todo su esfuerzo y maná, pero el Rey Dragón Blanco lo lograba como si no fuera nada.
A medida que ascendían por la montaña, los vientos se volvían cada vez más feroz, y aunque Ruyue estaba siendo protegida por el maná del Rey Dragón Blanco, Damien recibía directamente los golpes de estos.
—Ngh…
El frío intenso y el impacto que continuaban acosando su rostro lentamente despertaron la conciencia de Damien. En ese momento, sus ojos comenzaron a parpadear.
—¡Ah!
Y se cerraron justo tan pronto como eso sucedió. Después de todo, la velocidad junto con el viento feroz era suficiente para casi lastimar sus ojos en ese ligero instante.
«¿Qué diablos está pasando?»
