—¿Quién se atreve a atacar a una tribu bajo mi protección, la del Rey de las Bestias Nivales Encarnado? —rugió una voz potente.
La voz resonó en sus oídos como un trueno, sacando a los presentes de su embotamiento causado por las circunstancias previas.
Los ancianos y miembros de la tribu del Leopardo de la Tormenta Turbulenta habían caído en la desesperación por un segundo. Su líder tribal había muerto frente a ellos, dejándolos sin ninguna posibilidad de supervivencia.
Pero la llegada del Rey de las Bestias puso un destello de esperanza en sus ojos. Tal vez tendrían que someterse a un poder mayor, algo que siempre habían evitado antes, pero nada de eso importaba ya.
Su líder tribal era su esperanza y pilar. Con su muerte, ya no tenían aspiraciones de convertirse en un clan Rey. Y además de eso, someterse no sonaba tan mal si podían conseguir venganza.
Venganza que les había eludido con la muerte de su líder tribal.