—El Río Piedra de Sangre —murmuró Damien mientras lo atestiguaba con sus propios ojos.
Realmente merecía su nombre. Ni siquiera podía diferenciar esta agua de la sangre verdadera. Incluso desde esta distancia, su consistencia no parecía la misma que la del agua pura.
De repente, un hombre enmascarado apareció ante ellos. Todo su cuerpo también estaba cubierto por una capa negra, lo que le hacía parecer sumamente sospechoso.
Sin embargo, nadie le cuestionaría. No era inusual que los cultivadores ocultaran sus identidades de esa manera cuando salían de aventuras. ¿Quién sabía qué podría pasar?
Había muchos casos en los que ingenuos cultivadores solitarios ofendían accidentalmente a poderosos jóvenes maestros o gente similar y tenían sus linajes exterminados. Dicho ocultamiento se convirtió en una práctica regular para aquellos sin apoyo.
Mirando al hombre sospechoso, el dúo no sentía ningún nerviosismo. Ellos conocían su propósito al acercarse a ellos.