En una parte de la región montañosa que abarcaba la totalidad de la región central del Continente del Norte, había un gran cañón que solía estar rodeado por un desierto cubierto de nieve.
La propia nieve era de muchos pies de profundidad, considerando los patrones climáticos del continente central, pero el suelo también había sido compactado y contenía una firmeza después de ser templado por tal atmósfera.
Sin embargo, la hermosa tundra blanca ya no existía. En su lugar había un páramo estéril.
Una área de 3000 kilómetros alrededor del cañón estaba libre de nieve, con solo los pequeños ríos de agua formados por su deshielo dejados en su lugar. El agua fluía hacia el cañón y se acumulaba en él, causando que se formara una pequeña cascada.
En cuanto al suelo en sí, estaba en peores condiciones. Después de derretirse muchos pies de nieve y de que la mayor parte del agua formada por ella se evaporara, el suelo se agrietó y se desgarró hasta que incluso su firmeza ya no pudo salvarlo.
