Cualquier pensamiento que Damien tuviera fue arrastrado y su mente se volvió clara. La claridad que sentía era exquisitamente placentera.
Observaba cómo los dos tipos únicos de poder mágico se fusionaban en uno antes de infundirse en el vínculo que los conectaba. A medida que más y más maná entraba en el vínculo, lentamente se solidificaba.
Aunque la conexión todavía era etérea por naturaleza, Damien tenía la sensación de que no importaba a dónde fuera en el universo, no importaba cuán lejos estuviera de la tierra, siempre sería capaz de sentir esta conexión.
Ya no era solo un enlace, era más apropiado llamarlo un lazo.
Damien estaba tan absorto en la sensación que ni siquiera se dio cuenta de que su ocultamiento había desaparecido. Estaba de pie a la vista de los científicos, quienes se alarmaron por su presencia.
—¿Quién es él y cómo llegó aquí? —exclamaron los científicos.
—¡Que alguien llame a refuerzos! —gritaron desesperados.
